El domingo 02 de Septiembre se realizó el segundo simulacro electoral. El mismo estuvo direccionado, como es el caso, por el máximo órgano comicial: El CNE. Sin lugar a dudas, el objetivo perseguido por el Poder Electoral se refería a la actuación y verificación de dos nuevos componentes a su propuesta tecnológica: El Sistema de Autenticación de Identidad (SAI) y el nuevo tarjetón. Por ello, nunca estuvo planteado desde la perspectiva institucional el conteo y totalización de la población que acudiera al acto. Es más, el CNE se propuso alcanzar un 10% del padrón de votantes, lo cual resultaba como muestra exploratoria suficiente para el organismo. Todo se cumplió a cabalidad y una vez más el se evidencia la pulcritud, transparencia, organización y modernización de nuestro sistema electoral, procurando siempre el secreto del voto y la seguridad personal para ejercer su derecho al sufragio.
No obstante, como era lógico, los partidos políticos se trazaron sus objetivos frente a este evento tan próximo al gran veredicto. Resulta obvio que la actividad lucía propicia para demostrar capacidad de movilización y organización. Era una gran oportunidad para medirse en ese 10%. La oposición prefirió jugar a la deslegitimación y al fracaso del CNE. No hicieron esfuerzos por batirse con el Chavismo en el simulacro. Ni siquiera aparecieron en territorios donde poseen un gran caudal de votos. En mi opinión, un nuevo error estratégico de la oposición. Seguir trabajando para colocar al CNE como un ente que prepara un gran fraude comicial en contra de CAPriles no se lo cree nadie. Además, conspira contra su propia población opositora, fortaleciendo su incertidumbre y posible actitud de no participación. Allá ellos con su brújula alterada.
En cambio, el PSUV y el resto de organizaciones aliadas al Comandante Chávez se propusieron asumir con protagonismo, compromiso con el árbitro electoral y con el proceso del 07 de Octubre el Simulacro. Se evidenció capacidad organizativa y de movilización. El esfuerzo estuvo acompañado de mucha alegría y convicción. Si bien es cierto que el CNE no totalizó los resultados, los partidos establecieron mecanismos para contar su participación. Todos los números aportan una victoria al Presidente Chávez. Votó más del 10% de la población votante y eso representa una extraordinaria muestra estadística.
La percepción generalizada que tiene la opinión pública es que Chávez ganó el Simulacro. Y eso produce sus efectos. Al interior de las fuerzas de la revolución, promueve y activa la participación del sector chavista denominado blando o light. Fortalece el espíritu combativo y de compromiso del chavismo. Brinda seguridad y certidumbre sobre la viabilidad de su candidato. Respecto de los indecisos o popularmente calificados como “NiNi”, también se derivan consecuencias. En ese sector, existe una porción de votantes que siempre han sufragado, aplicando el principio de la economía del voto. Ello supone que el elector define su preferencia por aquella opción que asegure el triunfo. Estos efectos sicológicos y sociológicos comenzarán a mostrarse con fuerza en estos últimos días de campaña. Por supuesto, acrecentando la ventaja de Chávez sobre CAPriles Radonski.
El Simulacro también demostró la fragilidad interna de la MUD. Sus divisiones e incongruencias. Poca cohesión y escasa capacidad de movilización. Por supuesto, lo peor que podemos hacer es embriagarnos con estos resultados. La dirección correcta es analizar nuestro comportamiento, corregir las fallas de la maquinaria electoral, producir las decisiones tendentes a optimizar nuestra participación y continuar estimulando la conquista de los 10 millones de votos.
jesusalvarezg1@hotmail.com