El triunfo del camarada Presidente no está en discusión, ha sido suficientemente argumentado y celebrado por el pueblo más allá de la contundente realidad surgida de los votos del 7 de octubre. Desde el 8/oct Chávez para los siguientes 6 años. Viene ahora un nuevo proceso electoral, el de gobernadores y gobernadoras de estados y diputados y diputadas a los consejos legislativos regionales en diciembre en este mismo año, niveles de gobierno más cercanos a la gente. Será un proceso fundado más en lo programático que en las propias candidaturas, consecuencia del mayor nivel político del pueblo.
La venezolana y el venezolano cambiaron definitivamente, de eso tampoco hay dudas. Ha sido caracterizado como un ser humano que lee, con mayor nivel de escolaridad y de participación política, como protagonista en la construcción de su nueva historia. Pero muchos compatriotas, principalmente aquéllos que arropan ideales distintos al socialismo, anclados en dogmatismos, miopes políticos, carentes de la más mínima comprensión de la coyuntura latinoamericana, dicen del pueblo pobre pueblo porque de nuevo eligió al camarada Chávez para el período presidencial 2013-2019. Incluso llegan a aseverar con asombroso desparpajo que el pueblo se equivocó, como lo hizo el diputado Marquina en la sesión del martes 16/oct; y lo dicen, además, con el dejo propio de quien piensa te espero en la bajadita y de quien desea y favorece el fracaso, aún a costa de su propio perjuicio, para demostrar la pretendida certeza de sus particulares apreciaciones. Agreguemos a ello la carga de odio de clases, como el que expira en cada intervención ese engendro que es Corina Machado, especie de síntesis entre la Bella y la Bestia.
Pero también hay otros en nuestra acera que haciendo suyo, sólo en el discurso, aquello de Ser irreverentes en el debate y leales en la acción, al primer asomo de irreverencia popular, a la primera demostración de madurez política del pueblo, de fortaleza ideológica, de asunción de responsabilidad por lo que dice y hace, cualidades éstas de los revolucionarios, recurren al chantaje político arguyendo disciplina partidista, las decisiones de Chávez no se discuten, se acatan, Chávez es la voz del pueblo asestando así una estocada mortal a la irreverencia en el debate que aúpa el mismo camarada Presidente; y no conforme con ello acusan a quienes la practican de colocarse en la acera del frente, de traidores, de saltatalanquera. No comparto esa posición, porque hacerlo es contribuir con su consecuencia inmediata: la desmovilización, la apatía, el dejar que otro haga lo que me toca y, lo per para el proceso, el "laisser taire, laisser passer" (Dejar hacer, dejar pasar, alcahuetas pues).
En esta etapa del proceso político venezolano, si en realidad queremos profundizarlo, tal y como lo planteó el camarada Presidente en su campaña electoral, estamos obligados a creer en el pueblo, en sus aciertos y errores, en la elevación de su conciencia, en su crecimiento político e ideológico. Pero además, es negar como todos los días en cada asamblea de ciudadanos y ciudadanas, en cada reunión política, nuestros militantes o no siéndolos, manifiestan sus disconformidades dando hermosísimos y aleccionadores argumentos políticos y muestras de una lealtad sin condicionamientos.
Los militantes revolucionarios en cargos de elección popular o con alguna responsabilidad de gobierno, estamos obligados a escuchar al pueblo, a ser interpelados, a dar explicaciones, a aceptar nuestros errores, pero sobre todo a evidenciar la intención de mejorar. Pero también estamos obligados a convertir cada uno de esos momentos en lecciones políticas para el colectivo, a demostrar lo que sea necesario para descubrir desviaciones, para aprender colectivamente.
EL pueblo, durante 14 años, conscientemente ha demostrado que reconoce, acepta y legitima el liderazgo internacional del camarada Chávez, derivado de su claridad política, de su comprensión de la historia, de su incuestionable vinculación amorosa con las mujeres y hombres venezolanas y venezolanos. Y es el reconocimiento de ese nivel de consciencia y compromiso el que debería servir para combatir la pretensión de que el pueblo se haga eunuco político, que renuncie al conquistado derecho de hablar que por cinco centurias le fue negado; que se haga mudo, sordo y ciego ante decisiones que en reuniones, tertulias cotidianas y hasta en discusiones familiares, las siente, analiza y comenta como potenciales amenazas para la Revolución y para el liderazgo de Chávez, aunque en realidad no lo sean. Y es así el comportamiento del pueblo porque seguimos las lecciones del camarada y amigo Presidente quien a diario nos exige estudiar, debatir, organizarnos, ser irreverentes y leales.
¿Cómo puede ser revolucionario el pueblo si se le quiere desmovilizar en nombre de una intencionalmente malinterpretada e interesada disciplina revolucionaria? ¿Cómo ser revolucionario si para no ser calificado de contrarrevolucionario se le pide al pueblo enajenarse políticamente? ¿Quién puede transformar la realidad si no es protagonista activo de su Revolución? ¿Por qué debe el pueblo o el militante callar su opinión por más equivocadas que sea? ¿Por qué cerrar los ojos después que Chávez ayudó a abrirlos? ¿Por qué callar después de más de 500 años obligados al silencio? Nada de esto tiene sentido en una Revolución y menos aún cuando el pueblo ha demostrado absoluta lealtad y compromiso a pesar de las aún existentes deudas sociales, cuando muchos han caído, cuando elección tras elección el pueblo profundiza el proceso liderado por el camarada presidente.
El camarada Chávez decidió los candidatos del PSUV a las gobernaciones del país, otras organizaciones de izquierda comprometidas con la Revolución Bolivariana han declarado su apoyo o no a la decisión. Los psuvistas la acatamos. Pero al mismo tiempo es deber del militante reivindicar el derecho a manifestar las oportunidades y amenazas que de esa decisión se derivan; el derecho a aspirar un mejor gobierno, a comprometerse junto a Chávez a reconocer los errores y a superarlos, a exigir mayor transparencia, a evaluar el desempeño de los funcionarios, a proponer formas organizativas para el ejercicio real del protagonismo, de la soberanía. Mas que estar en contra de la designación de los camaradas a las distintas gobernaciones, lo que se quiere es evitar lo que a juicio de pueblo, fueron los errores de este período de gobierno regional.
¿Deben molestarse los camaradas gobernadores, gobernadoras, legisladoras y legisladores por la irreverencia que muestra el pueblo en el debate, por sus dudas, por su oposición, por su desacuerdo? Partiendo del hecho de que son revolucionarios, para nada deben molestarse, al contrario, es un deber favorecer el debate, conduciéndolo a la producción de grandes lecciones y al descubrimiento de nuevas estrategias. Si insistimos en el error de acusar de traidor a quien ejerza su deber de revolucionar, no estaremos más que postergando el nacimiento de la conciencia revolucionaria, de la mujer y hombre nuevos.
Finalmente considero que cuando se acusa de traidores, de contrarrevolucionarios a quienes en esta oportunidad electoral, que es una coyuntura, no nos acompañan, pero que en lo estratégico continúan en el mismo rumbo, no hacemos otra cosa que evidenciar sectarismo, arrogancia, falta de humildad y respeto. Hay personajes nefastos para el proceso revolucionario, que incluso, en tiempos de la IV república, arremetieron con armas contra las movilizaciones populares, que hoy son hasta dirigentes del chavismo. ¿Son ellos más revolucionarios que los portugueseños Oswaldo Zerpa, que Carlos Hernández o que aquéllos que les han declarado su apoyo?. ¡No, camaradas!, esos actitudes no nos hacen más revolucionarios, más chavistas, al contrario, hace que mucha gente del pueblo se sienta agredida, se aleje más, albergue desesperanza y decepción; se haga más apática, se desmovilice. Escuchemos al pueblo, camaradas. ¡Cuidado! El sectarismo y la arrogancia hacen mucho daño.
¡Ahora más que nunca: irreverencia, irreverencia en el debate y lealtad en la acción!
Diputado a la AN por Portuguesa.