Manuel es un campesino que nos ganamos, para el EPA, en el año 2002. Desde allí hasta ahora no existe otra organización política, para él, donde se sienta a placer como en el EPA. Casi no sabe leer ni escribir aunque, a veces, dice que desea estudiar para ser profesor de castellano y literatura.
Manuel es del género de campesino como Juan de Mata que si no gana, empata. Opina sobre los temas más sencillos con la misma autoridad que lo hace sobre las materias más complejas. Nunca se queda atrás de nadie. Si alguien le habla de algo, inmediatamente él responde o narra un cuento muy parecido pero de mayor capacidad superlativa. Otro campesino, igualmente del EPA que ya murió, decía: “Pobrecito Manuel: conoció a Caracas porque lo reclutaron”. Sin embargo, Manuel habla del país, de sus regiones, de sus gentes, de sus ríos, de sus selvas, de sus ciudades, de sus costumbres y de sus hábitos, como si lo conociera de pies a cabeza. Eso se debe a su cualidad no sólo de inteligente sino de poseer una excelente memoria que graba todo lo que escucha sin haberlo leído jamás.
Manuel es un extraordinario conocedor de las montañas. Su vista es una brújula y su instinto una linterna. Ama la naturaleza más que a sí mismo. O, tanto, como a sus camaradas. No es mezquino, es profundamente solidario y humanitario pero cela el afecto de sus camaradas como una fiera brava cuando da a luz sus retoños. Manuel, elabora planes de combate en su cabeza con tanta ligereza y majestuosidad de invencible que Napoleón, Giap y Trotsky, se hubiesen sentido sorprendidos de su admirable imaginación o, mejor dicho, fantasía. Y esos planes, quienes los escuchen, no los aceptan pero tampoco los rechazan porque la risa no da chance para ocuparse en analizarlos. Manuel dice que es experto en manejo y control de tanques de guerra pero, hasta hace poco, no manejaba ni bicicleta. Echa cuentos de su pasantía por los cuarteles que para el sentido común no son creíbles.
Manuel ha sentido una admiración casi divina por el camarada Chávez, aunque sabe diferenciarlo, por ejemplo, de Bolívar y de Fidel. No los confunde pero tampoco desvaloriza, para favorecer a alguno, el pensamiento y la obra de los otros. Vi a Manuel como a los cinco días de haber fallecido el camarada Chávez. El se encontraba solo en el campo. Tal vez, si lloró, nadie lo vio; si grito su dolor, nadie lo escuchó. Lo cierto es que cuando nos vimos lo primero que hizo fue expresar su sentimiento de dolor y manifestar su preocupación en la siguiente conclusión: “Ya no está Chávez pero no nos vamos a bajar del burro y en el camino se enderezan las cargas que haya que enderezar”.
Luego, conversamos sobre la tierra y sus frutos, sobre café y maíz, sobre lo inservible y peligrosa que se encuentra la carretera rural, la sequía y la quema; en fin, sobre las realidades que se viven a diario en campos del Municipio Jiménez sin que haya oídos receptivos en la Alcaldía para buscarle solución. Muy pocos gente de la zona sabe que a un Alcalde le corresponde ser el vocero de sus comunidades para buscar soluciones satisfactorias a sus necesidades, por lo menos, más apremiantes. Casi todos creen que debe la solución caer del Gobierno Nacional.
Después, nos tomamos un cafecito, encendí un cigarrillo, miramos el hermoso paisaje y decidí preguntarle a Manuel: ¿Por fin: vas a viajar a Caracas para estar en el velorio del camarada Chávez?”. Manuel se quedó pensativo como cuando solía decirnos, luego de leer una sola página de un libro, voy a meditar y lo que hacía era dormir. Bueno, como al minuto me respondió y esto fue lo que me dijo: “No voy a velorio donde no hay muerto”. ¿Cómo es eso?, le pregunté. Se echó a reír y me dijo: “Chávez no ha muerto. Esa urna está vacía aunque allí este su cuerpo. Lo importante es su ideal y yo camino con él”. En verdad, así son las respuestas o conclusiones de Manuel: precisas y claras aunque jamás haya pisado el aula de un liceo. La práctica social le ha enseñado casi todo lo que sabe, donde las relaciones con sus camaradas mucho han significado para su vida personal y su superación como militante revolucionario. Manuel sabe, por ejemplo, que es extremadamente difícil y complejo ponerse, con la cara hacia arriba, debajo de una mesa para comerse una sopa regada sobre la parte superior de la misma mesa incluso si se lo cuenta alguien que disfruta de cierto nivel de intelectualidad. Mientras tanto, Manuel nos ha metido en tremendo lío al decirnos que mucho conoce de papa, lo cual nos hizo hacerle un contacto para sembrar tan preciado alimento. Hasta ahora, es decir, ante de concluir este artículo, Manuel ha estado embolatado embolatando a los demás con las realidades de la papa que resultaron no ser tal como él las describía. Amén y que todo le salga bien.