Cómo el libre mercado mató a Nueva Orleans

ALAI-AMLATINA 02/09/2005, Berkeley.- El libre mercado
desempeñó un papel crucial en la destrucción de Nueva Orleáns
y la muerte de millares de sus residentes. Advertidos por
adelantado que un colosal huracán (de fuerza 5) iba a
abatirse sobre la ciudad y los alrededores, ¿qué hicieron los
funcionarios? Pusieron en juego el libre mercado.

Anunciaron que todo el mundo debía evacuar la ciudad. Se
esperaba que cada cual ideara su propia salida del área de
desastre por medios privados, así como lo dicta el libre
mercado, al igual que ocurre cuando el desastre asesta a los
países de libre-mercado del Tercer Mundo.

Es una cosa hermosa, este libre mercado, en el cual cada
individuo persigue sus propios intereses personales, de tal
modo que efectúe un resultado óptimo para la sociedad entera.
Es así como la mano invisible obra sus maravillas.

Allí no habría ninguna evacuación "colectivista y regimentada",
como ocurrió en Cuba. Cuando un huracán de alcance
especialmente grande golpeó esa isla el año pasado, el
gobierno de Castro, apoyado por los comités ciudadanos de
vecinos y los cuadros locales del Partido Comunista, evacuó a
1,3 millones de personas, más del 10 por ciento de la
población del país, sin la pérdida de una sola vida; una
hazaña alentadora que pasó prácticamente inadvertida en la
prensa estadounidense.

En el Día Uno del desastre causado por huracán Katrina, ya
quedaba claro que centenares, sino miles, de vidas americanas
se habían perdido en Nueva Orleáns. Mucha gente se había
"negado" a evacuar, explicaron los reporteros de la prensa,
simplemente porque eran "tercos". No era sino hasta al Día
Tres que los comentaristas -relativamente pudientes-
comenzaron a darse cuenta que decenas de miles de personas no
habían podido huir, porque no tenían a donde ir, ni medios
para desplazarse. Con poco dinero en efectivo a la mano, y
carentes de vehículo propio, no les quedó más que permanecer
allí y confiar a la suerte. En fin de cuentas, el libre
mercado no funcionó tan bien para ellos.

Buena parte de esta gente era Afroamericana de bajo ingreso,
junto con un número menor de blancos pobres. Vale recordar
que la mayoría de ellos tenía un empleo antes de la visita
mortal de Katrina. Eso es lo que hace la mayoría de la gente
pobre en este país: trabaja, generalmente muy duro en empleos
muy mal pagados, a veces en más de un empleo a la vez. Son
pobres, no porque son perezosos, sino porque les cuesta
sobrevivir con salarios de miseria, a la vez que cargar con
altos precios, alquileres elevados e impuestos regresivos.

El libre mercado incidió también de otra forma. La agenda de
Bush es achicar los servicios estatales al mínimo y obligar a
la gente a recurrir al sector privado para atender sus
necesidades. Entonces, recortó $71.2 millones del presupuesto
del Cuerpo de Ingenieros de Nueva Orleáns, una reducción del
44 por ciento. Y tuvieron que archivarse los planes para
fortificar los diques de Nueva Orleáns y para mejorar el
sistema del bombeo para el drenaje de agua.

Bush sobrevoló el área y dijo que nadie habría podido prever
este desastre. Una mentira más que sale de sus labios. Toda
clase de gente había estado prediciendo un desastre para Nueva
Orleáns, señalando la necesidad de consolidar los diques y las
bombas, y fortificar las tierras costeñas.

En su campaña para aniquilar al sector público, los secuaces
reaccionarios de Bush también permitieron que los
constructores drenen áreas extensas de pantano. Una vez más
esa vieja mano invisible del libre mercado se encargaría de
cuidar las cosas. Los constructores, persiguiendo su propia
ganancia privada, aducirían que se trata de respuestas en
beneficio de todos.

Sin embargo, los pantanos servían como absorbente y barrera
naturales entre Nueva Orleáns y las tormentas que llegan desde
mar adentro. Desde hace ya algunos años, los pantanos han
estado desapareciendo a un ritmo espantoso de la costa del
golfo. Pero nada de esto les causó preocupación a los
reaccionarios en la Casa Blanca.

En cuanto a la operación de rescate, los defensores del libre
mercado suelen decir que la ayuda a los más desafortunados
entre nosotros se debe dejar en manos de la caridad privada.
Era una prédica preferida del presidente Ronald Reagan decir
que "la caridad privada lo puede resolver". Y de hecho
durante los primeros días, esa parecía ser la política para el
desastre causado por el huracán Katrina.

El gobierno federal se hizo humo, pero la Cruz Roja entró en
acción. Su mensaje: "No envíen alimentos ni mantas; envíen
dinero". Mientras tanto, Pat Robertson y la Christian
Broadcasting Network, -haciendo una breve pausa en su obra
divina de impulsar el nombramiento de John Roberts a la Corte
Suprema- hizo un llamado para donaciones y anunció la
"Operación Bendición", que consistía en un envío altamente
publicitado pero totalmente inadecuado de conservas y biblias.

Para el Día Tres, incluso los medios miopes comenzaron a darse
cuenta del enorme fracaso de de la operación de rescate. La
gente se estaba muriendo porque la ayuda no había llegado.
Las autoridades parecían más preocupadas en prevenir el saqueo
que en el rescate de la gente. Era la propiedad antes que la
gente, así como los defensores del libre mercado siempre lo
han querido.

No obstante, surgieron preguntas que el libre mercado no
parecía capaz de contestar: ¿Quién estaba a cargo de la
operación del rescate? ¿Por qué tan pocos helicópteros y a
penas un puñado de guardacostas? ¿Por qué los helicópteros
demoraron cinco horas en sacar a seis personas de un hospital?
¿Cuándo se pondría en plena acción la operación de rescate?
¿Dónde estaban los feds (policía federal)? ¿Los troopers del
estado? ¿La Guardia Nacional? ¿Dónde estaban los autobúses y
los camiones? ¿Las carpas e higiénicos portables? ¿Las
provisiones médicas y el agua?

¿Dónde estaba la Seguridad Interior? ¿Qué ha hecho la
Seguridad Interior con los $33,8 mil millones asignados a ella
en el año fiscal 2005? Incluso el propio noticiero de la
tarde de ABC-TV (del 1 de septiembre 2005) citó a funcionarios
locales que dijeron que "la respuesta del gobierno federal ha
sido una vergüenza nacional".

En un momento de ironía sabrosa (y quizás pícara), llegaron
ofertas de ayuda exterior por parte de Francia, Alemania y
varias otras naciones. Rusia ofreció enviar dos aviones
cargados alimentos y de otros materiales para las víctimas.
Como era previsible, todas estas ofertas fueron velozmente
rechazadas por la Casa Blanca. América, la Hermosa y
Poderosa, América el Salvador Supremo y Líder Mundial, América el
Proveedor de la Prosperidad Global no podía aceptar la ayuda
exterior de otros. Eso sería una inversión de roles
humillante e insultante. ¿Será que los franceses buscaban
otro puñete en la nariz?

Es más, aceptar la ayuda exterior hubiese significado admitir
la verdad: que los bushistas reaccionarios no tenían ni el
deseo ni la decencia de proteger a los ciudadanos comunes,
cuando menos a aquellos en situación de necesidad extrema.
Quien sabe si la gente comenzaría a pensar que George W. Bush
realmente no era más que un agente a tiempo completo de la
América corporativa.


- Michael Parenti es autor de: "Superpatriotism (City
Lights)" y "The Assassination of Julius Caesar" (New Press),
entre otros libros. En el otoñó lanzará "The Culture
Struggle" (Seven Stories Press). www.michaelparenti.org.
Fuente: ZNet (http://www.zmag.org). Traducción del inglés:
ALAI.


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