Los resultados electorales municipales de Venezuela han sido más unos resultados de política del país que de política municipal. El resultado inmediato es que el gobierno paró el golpe y su descomposición. Apenas hace dos meses el gobierno estaba contra las cuerdas, incapaz de reaccionar. La oposición clamaba por hacer de las municipales un “plebiscito” contra Maduro. Pero el resultado del domingo 8 de diciembre demostró que el proceso revolucionario sigue vivo. Sin el entusiasmo de otros momentos, pero con consciencia de que se estaba jugando algo importante: el pueblo chavista fue a votar. Menos que en otras, pero más que en las anteriores municipales.
Los partidarios del proceso revolucionario, el PSUV+ aliados, consiguieron 5.111.336 votos, el 49,24%. La MUD de Capriles y sus aliados consiguieron, por su parte, 4.435.097 votos, el 42,72%. La domingo noche los chavistas cantaban en la calle: “Caprichito, caprichito, aquí tienes tu plebiscito”. Aun así el gobierno continuó sin rescatar algunas de las “joyas de la corona”, como Distrito Metropolitano de Caracas, Maracaibo y además perdió Valencia: segunda ciudad poblada y sede de la industria automotriz.
El efecto político del resultado está claro: la revolución ganó las elecciones. El chavismo tiene el 80% de las alcaldías. La oposición burguesa quedó de nuevo derrotada. Pero esos resultados, muy derivados de las últimas medidas de noviembre del gobierno, no permiten pensar en una estabilidad sino que son solamente un respiro. Los problemas están a la vuelta de la esquina y hay que aprovechar la victoria electoral para atacar a fondo en el próximo año las causas y permitir un paso adelante en la revolución.
Las medidas de Maduro
Las medidas que tomó el gobierno de Maduro a primeros de noviembre fueron de carácter electoralista. El gobierno estaba debilitado por la burguesía pero, sobre todo, debilitado por la parálisis y el desencanto popular. Tal estado era provocado por la mezcla de corrupción, de ineptitud. Por el abismo entre las declaraciones “revolucionarias” y la realidad cotidiana de bajada del salario. Por las colas y falta de productos. Por una casta gobernante que se hace pasar por “roja” pero vive como burguesa. Y una prueba de ese desencanto ha sido la pérdida de la ciudad de Barinas, la tierra de Chávez, donde gobiernan sus familiares.
La burguesía no tenía ni tiene más programa que arrebatar el poder para hacerse por completo con la renta petrolera. Una renta que cree que le pertenece por derecho divino. Pero la burguesía no tiene más ayuda que los propios errores del gobierno. Durante la campaña amenazó con convertir en “plebiscito” las municipales gracias a las colas, al desabastecimiento de los alimentos y artículos de primera necesidad.
Maduro estaba contra las cuerdas, entre la ineptitud y robo de sus propios partidarios, y la acentuación del desgobierno, las colas y el malestar por la propia burguesía. Por ello las medidas adoptadas por el gobierno para bajar los precios de artículos del hogar a un menor precio que el que estaban marcando los comerciantes fueron bien acogidas, como parte de la lucha contra la especulación. Y sí fue una lucha contra la especulación y abuso...pero sólo en parte. En efecto muchos artículos, como televisores de plasma, neveras, lavadoras, bajaron un 30, 40, 50% y más. Se formaron colas enormes. Algunas duraron día y noche, haciendo turnos. La gente se agolpaba y se metía en la cola “a ver lo que hay”, con miedo a que terminaran las existencias. Sólo que...las semanas anteriores los comerciantes ya los habían subido el 300, 500 o incluso alguno el 1000% respecto al precio al que lo habían comprado con los dólares suministrados por el gobierno para la importación. Al final, de conjunto, ha sido un buen negocio pues, aunque no fuera al precio inicial especulativo que pretendían, les permitió a las grandes cadenas vaciar los almacenes en poquísimo tiempo.
Así pues ha habido una sensación de lucha contra los especuladores, más que una lucha real y consecuente contra ellos. Y no ha sido consecuente pues en verdad esta bajada de los precios decretada por el gobierno no ha sido al nivel que debió haber sido. Sólo en algunos comercios y algunos productos el gobierno, a través del INDEPAVIS, organismo de defensa del consumidor, ha llegado a imponer sanciones y a bajar el precio realmente. La falta de movilización organizada del pueblo no puede ser sustituida por las puras instituciones del estado.
Las medidas empezaron por los electrodomésticos. Después se ha trasladado a la ropa y el calzado. Y también, de nuevo, aparecieron las colas, aunque no tan grandes como los electrodomésticos.
Sin embargo el jueves día 5 de diciembre, día final de la campaña electoral, la cola del supermercado Makri en mi barrio del 23 de Enero, era más larga que nunca. Era la primera vez que ví que esa cola subía incluso una escalera del paso de peatones de la Avenida Sucre, frente al Metro. La gente decía que en el camión había llegado harina-pan, azúcar y leche. Pero una mujer advertía que sólo llegaría para la cuarta parte de gente que estaba haciendo cola... ¿Qué pasa pues? ¿Por qué la lucha contra la especulación no llega a los artículos esenciales para la gente trabajadora? ¿Por qué no llega a la comida, a la carne, a la harina-pan, la leche, azúcar, café..?
Los acuerdos para una importación “no especulativa” no sirven
El gobierno Maduro trata de distinguir la burguesía “buena”, de la “mala”. Con la primera se puede llegar a acuerdos para aumentar la productividad, la producción nacional, unos precios justos, etc. Con la segunda sólo cabe responder a la “guerra económica” para controlarla, pues intenta sabotear, provocar un golpe de estado, especular, etc.
Las elecciones han despejado el camino para que el gobierno adopte soluciones de fondo.
Recientemente el empresario Mendoza, dueño de la principal cadena de alimentación, fabricante de la primera marca de harina-pan y de la cerveza Polar, ha anunciado que va hacer una millonaria inversión para producir más cerveza. Sería una señal de que existe una línea de diálogo o entendimiento con el gobierno, incluso de negociación. Veremos si eso se traduce en reducir el desabastecimiento que sufre la población de harina-pan. Pero, junto a ello, el gobierno acepta de nuevo de un patrón del sector automotriz, Peugeot, la importación de vehículos. Y también con LG, o Samsung para importaciones. De nuevo, ¿qué pasa aquí? ¿Cuál es la línea de verdad del gobierno?
Tomando el sector automotriz como referencia de uno de los grandes empleadores, directos e indirectos y, en principio, generadores de bienes que la gente venezolana no puede llegar a conseguir por su escasez y altos precios, lo que está pasando ilustra bastante los problemas de la economía del país. Los grandes grupos empresariales de las automotrices, empezando por los de Estados Unidos, son de los que más dinero han recibido en dólares para poder importar coches y componentes. En particular destaca General Motors, el primer receptor de dólares del gobierno. Pero ¿por qué se dan dólares para importar vehículos o partes, a un sector que sólo utiliza el 28% de su capacidad productiva? ¿No sería más útil para el empleo, para la producción del país, y hasta para el control de los precios, exigir que se aumente la producción en las fábricas de Venezuela? Aún más sabiendo, como han denunciado reiteradas veces los sindicatos de la Federación Automotrices, que jamás las multinacionales han llegado a gastar todos los dólares que el gobierno les ha dado para esas supuestas importaciones.
¿Por qué se sigue haciendo caso omiso a quienes saben de verdad la realidad de esas empresas y en cambio se sigue optando por beneficiar los negocios no-productivos, rentistas, de esas grandes corporaciones? Seguramente una parte de esa explicación es la que dicen los compañeros que trabajan en Chrysler y otras fábricas: “les estamos resolviendo la crisis que tiene Estados Unidos”. Pero, además, seguramente, porque hay también quienes, dentro del gobierno o de las instancias administrativas y políticas del Partido del gobierno, también sacan “tajada” de ese negocio de la importación.
Esa es la “corrupción” que nunca acaba de salir, la que impregna cada uno de los eslabones de la producción y, sobre todo, de la importación. De vez en cuando salen algunos pocos casos de corrupción menores, ligados más a las cosas locales, a la venta de cabillas (hierro para la construcción) o concesiones indebidas. Pero lo que no sale como el problema más grueso, el que se lleva seguramente una buena parte de la renta petrolera y que sería interesante calcular, es el % que reciben toda esa casta de “intermediarios”, sin los cuales no pueden “concretarse” o “resolverse” los negocios, pues están en lugares clave de la administración. Son los que “mueven los papeles”, los que, vía despachos y vía relaciones personales, colocan delante de otros a los “afortunados”. Aquí hay un término que ilustra bien la corrupción: son “las empresas de maletín”.
En el fondo de los problemas de la Venezuela de hoy, destaca la débil producción nacional, que sigue bajando. Hay débil productividad aquejada no sólo por las trabas administrativas y burocráticas, sino también por la falta de atención a las infraestructuras, al sistema de transportes, a la educación e innovación en la agricultura e industria. Los apagones (más allá de las dudas de quien los provoca), los derrumbes de puentes por tormentas, la falta de agua y electricidad en muchos lugares, los atascos, o el pésimo, atrasado e insalubre sistema de recogida de basuras, por poner sólo unos ejemplos, muestran que no está la atención del gobierno volcada hacia adelante, hacia un desarrollo de las fuerzas productivas, hacia un nuevo tipo de producción más eficaz y respetuosa con la naturaleza. Y, seguramente, la agricultura debería ser uno de los primeros aspectos a desarrollarse y facilitar la producción nacional y su entorno humano.
La revolución amenazada y la “transición al socialismo”
Aunque estas elecciones alejan el peligro inmediato de un golpe o de una victoria electoral de la burguesía, la situación sigue crítica. El gobierno tomó prestado de la izquierda revolucionaria buena parte del discurso para mostrar que estaba dispuesto a apoyarse en las masas, para mostrar que iba a atacar a la burguesía. Pero las medidas se quedaron en el impulso al consumo y la satisfacción de algunas necesidades inmediatas para las Navidades.
Sin embargo el giro adoptado por el gobierno le ha servido para recuperar oxígeno. Y una de las cosas que más me llamó la atención es que empezó o volvió otra vez, sobre el tema de la “transición al socialismo” del que Chávez ya había hablado. Es decir Maduro intenta dar también un cierto discurso teórico a esas medidas, para mostrar que el norte, es la construcción de otro sistema más “obrerista”, por utilizar las palabras que escuché de un cargo municipal de Valencia. Y quiere decir que hay que pasar todavía por acuerdos con la burguesía antes de llegar al socialismo. Sin duda puede haber acuerdos. Pero ¿qué acuerdos, para qué, a cambio de qué?
El sentido económico de las medidas no garantiza por ahora la recuperación del control contra la burguesía. Ni tampoco en el terreno de la producción nacional, siguen prevaleciendo cada vez más las importaciones. Hasta el punto que una “mejor comercialización de productos extranjeros”, el gobierno puede intentar presentarlos como acuerdos que “aumentarían la producción nacional”.
El problema, en mi opinión y por lo que he visto, es que el “tránsito al socialismo” sólo lo puede liderar la clase social verdaderamente interesada en instaurar ese sistema. Y esa clase es, y sigue siendo la clase obrera. No por una especial moral, ni formación técnica, ni teórica. Sino porque, sencillamente, es la clase más interesada en defender los derechos colectivos. Es la clase más preparada y más capaz para el esfuerzo productivo.
Por ello, hablar de revolución “bolivariana”, es manifestar que aún estamos en la etapa en que esa revolución está dirigida por una clase social que no es la trabajadora. Ciertamente no podría calificar a Maduro de burgués. Maduro procede de la clase trabajadora, del Metro de Caracas. Sin embargo hoy Maduro ya no vive como un trabajador, ni como el antiguo presidente de Uruguay, Múgica, sino lo más parecido a un burgués. Chávez también surgió de familia campesina, y él mismo fue trabajador en su adolescencia, hasta que entró como militar. Pero todo el cuerpo del gobierno, de la administración del estado -que jamás ha cambiado de manos salvo en sus altas instancias-, de sus jueces, de los diferentes escalones y administraciones, es en su conjunto una burocracia al servicio de la burguesía. De quienes imitan e intentan vivir como burgueses. El estado venezolano es pues burgués. Básicamente esta institución ha mantenido los privilegios, las diferencias sociales, de ingresos, de renta, de uso y disfrute de las riquezas nacionales, de la burguesía. Y la renta de la burguesía ha ido aumentando su proporción respecto a la renta trabajadora durante los catorce años de revolución. Es decir: la misma tendencia como en el resto del mundo capitalista.
Los chavistas, que jamás habían ejercido el poder, usaron el poder establecido, añadiéndole a la burocracia que ya había, otra formada por los cuadros militares y algunos civiles. Pero la misma burocracia del estado anterior era la que mantenía el lazo, vínculo, maneras de hacer corruptas, con la burguesía. Y ahí se abrió la puerta para los nuevos ocupantes de los espacios de la administración para seguir haciendo esos mismos negocios, pero para conseguir privilegios y beneficios propios.
Por ello creo que no se puede hablar de “tránsito al socialismo” sin hablar de desmontar ese estado burgués, sin sustituir la burocracia al servicio de la clase dominante por la clase trabajadora y el pueblo organizado. Y lo que se ha hecho, en mi visión, no es eso, sino desvirtuar los nuevos organismos que surgieron del proceso, tales como los consejos comunales, consejos obreros, sindicatos bolivarianos que se hicieron dependientes del poder emanado desde la cúpula del gobierno. Dependientes en lo económico y en lo político, pero diría que jamás han sido organismos plenamente independientes y tan sólo responsables ante las masas, ante la gente reunida en asambleas, como lo fueran, por ejemplo, los soviets en la revolución rusa.
Estamos pues ante un entramado en la base social, congelado en su desarrollo, pero surgido por la fuerza de una movilización revolucionaria, de una disposición revolucionaria de las masas que no termina de saltarse las trabas de la legalidad burguesa, retomar la calle y que no logra constituirse en poder popular autónomo y decisorio. Esto le da un carácter al nuevo régimen: ni burgués completamente, ni tampoco obrero, en la medida que no hay un poder organizado de la clase obrera. Ni siquiera hay, o apenas los hay, verdaderos sindicatos independientes del poder. Y, en ese terreno de nadie, o de todos, quien tiene las de ganar es la clase que más experiencia de gobierno tiene y que, sobre todo, tiene capacidad económica para corromper a los funcionarios: la burguesía.
Pero esa situación no ha sido jamás estable, ni inamovible. Al revés, a lo largo de 14 años seguramente los vínculos de los aspirantes a burgueses con los propios burgueses, se han fortalecido, se han perfeccionado y, por ello, el grado y sensación de impunidad. En medio de esta situación fue que murió Chávez, siendo éste seguramente ya consciente de que su propio equipo y jefes estaban, en su mayoría, pasados al lado del orden burgués. Sólo así se explica el discurso llamado “Golpe de Timón”, que en realidad es un ataque al burocratismo. Porque seguramente veía ya el posible final de esa revolución bolivariana si el robo, la corrupción y las maneras prepotentes de gobernar, consolidaban una élite que, más tarde o temprano, se aliaría contrarrevolucionariamente con la “auténtica” burguesía y contra el pueblo. Pero si el mismo Chávez no hizo, o no pudo hacer, nada por esa hipertrofia y degeneración burocrática de la revolución, aún más difícil es que lo vaya a hacer Maduro.
El problema, en mi opinión, siempre ha estado en que la clase trabajadora ha quedado relegada a un segundo plano. Por desconfianza en el papel histórico, por ambiciones propias, por falta de lazos, Chávez, los militares en el poder y la gran mayoría de asesores, técnicos, familiares, siempre han creído que ellos debían sustituir el poder emanado desde abajo. El fenómeno Chávez, un personaje histórico irrepetible, se convirtió en casi un régimen para las masas. Pero detrás de Chávez ha habido siempre una burocracia, él mismo era parte, aunque cabalgando el pueblo y atendiendo en parte sus inquietudes. Ellos siempre sustituyeron las decisiones y la gestión que podría haberse hecho de otra manera, de una nueva manera, a través de decisiones democráticas, transparentes, basadas en los intereses colectivos y no personales, no por los intermediarios que “saben”, y que son puestos a dedo. Esta es la razón por la que, con todos los grandes discursos teóricos a favor de la “toma de fábricas” y del “control obrero”, ambos se han encontrado en la realidad con todos los obstáculos.
La organización de la clase trabajadora, clave de a dónde irá el proceso
Si el gobierno Maduro toma el resultado victorioso electoral para profundizar las medidas hacia un control más estricto de la burguesía, exigiéndole que produzca los bienes que necesita el país, impidiendo sus prácticas mafiosas con el uso de los dólares, controlando su uso desde el estado y su banca pública, e invirtiendo la renta petrolera en el trabajo, en crear riqueza, y en beneficio de la gente trabajadora, la revolución se afianzará.
Sin embargo lo más probable es que el gobierno y la burocracia del principal partido, PSUV, tome ese resultado como una “prueba” de lo bien que lo han hecho, enterrando la digitalización de los candidatos, la pésima gestión municipal y lo más descarado: el coqueteo deliberado con los sectores de la burguesía que están llevando a cabo. Y, como parte de esa continuidad económica y de gestión lamentable que por lo visto no pretenden modificar ni rectificar, lógicamente, el gobierno se verá obligado a recortar el gasto social, a bajar los salarios, a hacer caso omiso de las protestas económicas obreras, como el convenio cuya negociación se está alargando en SIDOR en medio de paros: “No se puede repartir tanto dinero. Alguna clase ha de ceder”.
Eso puede significar que la crisis de desconfianza, de desmotivación, se eleve e introduzca dentro de las filas del propio PSUV y que lo que hoy es sólo crítica a la burocracia, se convierta en reorganización política de corrientes. Los próximos meses mostrarán claramente cuál es el camino que elige el gobierno.
Pero, tanto si Maduro cede a la presión de la gente trabajadora y campesina y adopta medidas en su favor, como si se atreve a enfrentar huelgas, a condenar a sectores obreros o campesinos por atreverse a defender sus derechos y salarios, lo que está claro es que TODO depende de que la clase trabajadora se organice mucho mejor de lo que está. Es decir, de que deje ya de confiar y ceder la dirección del proceso a una burocracia que ha estado en medio de la burguesía y el pueblo, y se prepare y atreva a tomar las riendas económicas y políticas en sus manos.
Si la clase trabajadora no organiza sindicatos verdaderamente independientes de los despachos de los ministros, que vayan a luchar con quienes están al mando de las empresas y del propio gobierno si se opone a las reivindicaciones, a la defensa del salario, no habrá carbón para la caldera revolucionaria.
Y las organizaciones y corrientes políticas del proceso revolucionario, chavistas o no chavistas, sólo se conseguirán unir en la práctica común de reforzar ese papel independiente de la clase trabajadora. Frente a la idea de “reunificar el chavismo” que propone Maduro, que significa tratar de mantener unidas las diferentes capas de la burocracia, los que roban a los que viven de su trabajo, lo más sano y urgente es la unidad de aquellos que quieren organizar los próximos pasos, las próximas medidas, a partir de instaurar mayores controles a todos, burgueses y burócratas, empezando por el control obrero. Es decir, empezar esa “transición al socialismo” sin dar tiempo a que se reorganice la burguesía.
América Latina ha recibido con esta victoria electoral, que hace unos meses y antes de las medidas nos vaticinaba una derrota, nuevos bríos de luchas que empalman con el desarrollo de amplias movilizaciones, como las recientes en Brasil y Argentina. Para América especialmente, pero también para toda la clase obrera internacional, lo que pase en la Venezuela del Pueblo Bolivariano y Revolucionario en los próximos meses será clave. Aprenderemos toda la vanguardia que luchamos por el socialismo. En nombre de ella deseo el mayor éxito y organización a la vanguardia revolucionaria socialista venezolana.