La Revolución y sus riesgos inminentes. Giordani

Cualquier venezolano o venezolana, al margen de los asuntos trascendentes del mundo de hoy, pudiera creer (o positivamente ya cree, si también le interesa) que el único debate polarizado que hay en el mundo, es el nuestro aquí… quizá más entre políticos, que entre economistas. Pero no es así. Ese debate polarizado es en todo el mundo y quizás sobre todos los asuntos contemporáneos que la propia época convierte en significativos para la humanidad.

Si a los políticos tradicionales o politicastros, ni poco pudiera creérseles… a los economistas tradicionales, tampoco. Y a los no tradicionales, ¡vaya usted a saber!

Hay gente como Paul Polman, por ejemplo, que habla de la amenaza capitalista, al propio capitalismo: que “el capitalismo ha conducido a la economía mundial a una prosperidad sin precedentes. (¿?) Que sin embargo también demostró ser sustancialmente disfuncional. (O sea, ¿qué no funciona?). Que muchas veces fomenta la visión cortoplacista, que contribuye a disparidades enormes entre ricos y pobres y tolera el trato insensato que se le da al capital ambiental… Y que si no se pueden controlar estos costos, el respaldo al capitalismo quizá desaparezca -y con él, la mejor esperanza de la humanidad de alcanzar prosperidad y crecimiento económico-. Que por lo tanto es hora ya de considerar los nuevos modelos de capitalismo que están surgiendo en todo el mundo -específicamente el capitalismo consciente, (¿?) el capitalismo moral (¿?) y el capitalismo inclusivo (¿?) ”.
Pero, ¿puede ser el capitalismo consciente… moral… e inclusivo?

Y no otra cosa ha significado recientemente, Chistine Lagarde, aunque con explicables eufemismos, conforme se afirma que el FMI asesora a los países, en privado, no sea que sus advertencias públicas disparen la misma crisis que se busca evitar.

Y tal vez, no siendo lo siguiente, lo que más eufemístico resulte: que “la economía mundial se mantuvo suspendida, en 2013, entre los polos de la esperanza y la incertidumbre…”. Poético, ¿no?
(El FMI pareciera estar convertido, más bien, en un grupo literario).

Y me pregunto: ¿no está nuestra Revolución socialista, quizás en lo mismo?

Pero además dijo: “…de hecho sólo con una colaboración tal vez –entre el G-20, el FMI y otros actores (¿?)- podremos superar el persistente impacto de la crisis global” … “Los bancos centrales deben volver a políticas monetarias, más convencionales, sólo cuando se hayan sentado bases sólidas para un crecimiento robusto” (¿Políticas convencionales? ¿Y lo convencional no es lo que debe inspirar a los bancos centrales, pues?) ... “Europa también se encuentra en una encrucijada clave. La zona del euro finalmente muestra señales de recuperación, pero el crecimiento es desigual y desequilibrado” … “Un área de incertidumbre en Europa es la salud de sus bancos” … “Europa también necesita aumentar la demanda” … “Si bien los desafíos varían entre países y regiones, muchos problemas comunes deben ser atendidos en los próximos años. Demasiados países enfrentan un legado de alta deuda pública y privada, desequilibrios fiscales y en sus cuentas corrientes, y modelos de crecimiento incapaces de generar suficientes puestos de trabajo”… “No se trata de desafíos abstractos. Sólo si nos ocupamos de ellos, podremos garantizar la prosperidad futura en una época en que miles de millones de personas aspiran a más: encontrar empleo, salir de la pobreza y unirse algún día a la clase media mundial”. En fin.

Pero la gran pregunta sería, ¿es el capitalismo, precisamente, el encargado de dar respuesta válida a estos desafíos concretos?

Por lo menos, tomando en cuenta la opinión de Thomas Piketty, economista francés a quien apodan el nuevo Marx, autor del libro “El capital en el siglo XXI”, de 577 páginas (aunque haya confesado no haber leído “El capital”) y que se atreviera en el prólogo decir, además, que había desahuciado a la academia norteamericana, por la escisión que advertía con la realidad, en sus economistas… no.

Porque afirma, que las políticas económicas de los últimos treinta años (que se habían denunciado antes, a partir de la pura intuición), han hecho que el mundo se esté transformando en un lugar cada vez más desigual, lo que como ha dicho Paul Krugman, tiene en pánico a los conservadores… Según Piketty, el motivo de la crecida de la desigualdad se encuentra en el aumento de la tasa de rentabilidad del capital frente a la tasa de crecimiento económico. Lo que ha echado por la borda el aserto del liberalismo clásico (incluso, vuelto credo por los neo) de que bastaría para que sus beneficios, alcancen a toda la población -incluida la población más depauperada- el mero crecimiento económico. Y que por resultar ello falso, solo el 1% de la población mundial es la que se lucra sin contención, porque la historia de la distribución de la riqueza, siempre ha sido política, por lo que el fantasma de la creciente desigualdad, avanza en la oscura noche global…

Un panorama nada auspicioso.

Entonces, ¿el capitalismo es productivo, o es especulativo? ¿Qué es lo que está realmente en su naturaleza?
En tal sentido la revista Rolling Stones apandilló cinco características orgánicas del capitalismo contemporáneo, predichas por las teorías marxistas, hace siglo y medio. A saber:

1 La gran recesión, que obedece a lo que pudiera ser el medio ambiente anárquico del capitalismo, que, a diferencia del socialismo, en el que el Estado controla todas las etapas de producción y distribución, el libre mercado, que según el materialismo histórico con su sistema siempre propenso a crisis y depresiones por ser espontáneo y caótico, las provoca, por el uso de instrumentos financieros que Marx llamaba “capital ficticio”, como son las acciones y las permutas de incumplimiento crediticio.

2 La creación de falsas necesidades, que Marx decía que era una propensión congénita del capitalismo, orientada al aumento de la producción basada en mercancías de poca utilidad, pero de alto costo, convirtiendo al consumidor así en esclavo de antojos inhumanos, refinados, antinaturales, etcétera.

3 La globalización del capitalismo. Expansionista, por su incesante búsqueda de nuevos mercados, recursos naturales y mano de obra barata, que ya Marx había previsto en 1848.

4 Los monopolios, que en cuanto a la teoría de la auto regulación del mercado, alegaba Marx que el poder económico y financiero se concentraría en grandes corporaciones que absorberían o expulsarían a los pequeños productores independientes, tomando el control del mercado mundial.

5 Salarios bajos y ganancias formidables, porque de acuerdo con los análisis de Marx, los empresarios podían y pueden pagar salarios bajos, gracias al “ejército industrial de reserva”; vale decir, a la gran cantidad de desocupados permanentes, lo que era y es más factible aun en tiempo de recesión, cuando aumenta el número de desempleados y donde los que temen perder sus puestos, se conforman además a soportar duras condiciones de trabajo.

Pero, partir de lo semántico quizás me permita ser claro en la medida en que al menos deseo serlo. Aunque no lo alcance.

Así por ejemplo: riesgo significa eventualidad o cercanía de un daño, o aquello que depara o pudiera deparar algún acaso. En tal sentido, todo está a riesgo, incluso todo lo que haya sido víctima, previamente, de otro cualquiera.

Y si todo está a riesgo, la Revolución por supuesto que lo está… No veo porque tenga que constituir una excepción. No sería una razón, entonces para alarmarse, sino para calmarse. Porque las razones que la ponen a riesgo, no solo provienen de fuera de ella, sino (y quizás sean las más efectivas) de adentro.
Las que provienen de adentro pudieran asimilarse a lo que en el cuerpo humano sería una enfermedad auto inmune; vale decir, que el propio sistema defensivo ataca lo que en esencia debe defender, o bien por confusión, o por desarreglos conceptuales.

Como vimos arriba, que también ocurre en el capitalismo.

Ahora, ¿cómo lo ataca? Pues de diversas maneras. En primer término siendo irresponsables. Pero siendo irresponsables todos a quienes nos duela su destino y su pérdida de prestigio, porque no mostremos responsabilidad, apadrinando decisiones significativas, sin el debido juicio, u omitiéndolas.

También siendo corruptos. Y esto a cualquier nivel. Y cada quien que se revise. Pero también que lo revisen. No faltaba más.

Los demás no serían riesgos, sino gajes del oficio político. Y más si es revolucionario. Esos están en la naturaleza del proceso. Y el objetivo es por supuesto neutralizarlos. No queda otra.

Por otra parte, el asunto de que el riesgo sea inminente, o no, genera dentro de los revolucionarios, un debate, una controversia, una discusión. ¿Acaso una contienda, una lucha, un combate? Pudiera ser. Todo es lo mismo, salvo la intención con que se definan sus ejecutorias. Su honestidad. ¡Muy importante!

En tal sentido cada quien también debe revisarse, aunque sus cuestionamientos pudieran resultar útiles por su inteligencia sustantiva. Y esos cuestionamientos, la Revolución debe sopesarlos, y agradecerlos, por constituir una respuesta al concepto constitucional de participación y protagonismo del pueblo. Inevitable.

Pero si los enemigos de la Revolución (basado en sus evidentes alientos patibularios) no han podido, ni en el campo político, ni en el social, les queda entonces el económico, que es donde se ven más desguarnecidos los flancos del proceso. Por la simple razón de que la economía que se maneja es la capitalista, si es que en Venezuela pudiera hablarse en realidad de capitalismo ortodoxo. Habría que ver.

Lo cierto es que en el campo económico hay aspectos que, aun ante los ojos de un neófito (como son justamente los míos) no dejan de resultar inquietantes. Y son los que devienen de las leyes económicas que, supuestamente, nacen del concepto de mercado. Digamos que de un concepto artesanal de mercado.

Mi principianta mirada, lo duda.

El mercado hoy en Venezuela representa el de una economía potencialmente fuerte, porque tiene una demanda fuerte debido al efecto ideológico de la acción de la Revolución, que se inclina, manifiestamente, por el bienestar de las grandes mayorías, pero incomprensiblemente, una oferta débil. Enclenque. (Mientras en EEUU y Europa no hay demanda, que incluso, por el exceso de oferta, los conduce a la deflación, aquí una gran demanda genera inflación, justamente, por la débil oferta). Es todo al revés. Y los enemigos foráneos de la Revolución, por supuesto, que allí se afincan, porque son fuertes y cuentan para ello con actores internos que actúan como verdaderos soldados en esa guerra. Entonces, la guerra es política, aunque se use como herramienta, la economía. Y así siempre será, que es lo peor del asunto.

Y no han hecho, “chillar” la economía, porque el ingreso y potencial petrolero del país, es un arma poderosa y defensiva para poder impedirlo. Pero no hay duda de que es un incordio para el alma nacional, cuando pudiera aparentemente no ser así.

¿Y por qué?

La razón pudiera ser, porque siendo capitalista, el régimen económico que maneja aun la Revolución, tendría entonces que aplicar ajustes a las variables macroeconómicas, para poder estabilizar los precios y potenciar la producción. Estabilizar los precios significaría, ni más ni menos, que disminuir drásticamente la inversión social (que el capitalismo denomina, gasto) para disminuir la demanda hasta nivelarla con la oferta de que se trate.
La pobreza entonces, repuntaría, que es lo que ocurre justamente en el mundo occidental capitalista, en crisis permanente.

Pero pudiera, paradójicamente aumentarse la producción, pero no para satisfacer la posible expansión de la demanda interna, que habríase contraído como efecto de los ajustes, sino para la exportación, por la pérdida de mercado interno, con la ayuda del capital foráneo entronizado en empresa, persiguiendo así los dólares si es que los precios del petróleo, se derrumbaran por la misma connivencia capitalista con Estados Unidos, y no se apropiaran de los dólares prestados que proveyere eventualmente el Fondo Monetario Internacional, al venir “generosamente” en auxilio de nuestra economía severamente capitalista; lo cual, incluso, no quedaría descartado.

Pero siendo así, aun quedaría la duda de si la producción aumentara, porque los productores pudieran continuar absteniéndose de producir, aduciendo la redituable políticamente inseguridad que les genera un gobierno revolucionario, por lo que dedicarían entonces, sus esfuerzos a conspirar...

Es decir, que todos los caminos conducirían a Roma… ¿No constituye esto una paradójica dicotomía?

Confieso que ante mi bisoña mirada, así luce.

Y como a mí no me gusta irme a los extremos, porque me encarcelo (y ojalá que se mantengan encarcelados los extremistas, y que no se escapen, porque pudieran matarse) entonces me corresponde irme a algo que por definición, resúltame práctico, (sobre todo en tiempos de presunta transición) como es lo que denomino, síntesis de las verdades…

En tal sentido puede decirse que la Revolución tiene entonces logros importantes e innegables en lo político, en lo social, pero no así en lo económico, no obstante que el producto interno bruto hubiera crecido, durante sus ejecutorias, en un porcentaje trascendente. De eso se ufanaba Chávez, y con razón. Pero la dinámica propia de la historia nos ha traído a vivir el proceso, sin Chávez físicamente, un líder sin lugar a dudas singular, por sus atributos sobresalientes para interpretar y moldear las coyunturas. Pero también, por los favores que hubieran podido prodigar, las articulaciones revolucionarias propicias, de cada momento.

Y cabría entonces aquí, otra pregunta, ¿resultó estratégico irse lanza en ristre en contra de las empresas privadas “capitalistas”, sin tener una visión clara de la empresa alternativa, socialista, que pudiera, con aquella, aunque fuera competir en lo de producir bienes de consumo, al menos para el pueblo marginado objeto de los desvelos de la revolución? Porque gran cantidad de alimentos, que consume el pueblo hoy, son importados. Y pudiera uno preguntarse, legítimamente por tanto, ¿ha fracasado la Revolución en su ensayo de hacer que el pueblo trabajador, produzca sus propios alimentos, teniendo a su favor todos los factores necesarios para ello?

¿Por qué no ha sido posible ello, en quince años? ¿Es que acaso no se ha dispuesto de recursos económicos, de resuelto apoyo del gobierno, de tecnología, de trabajadores dispuestos, de extrema necesidad nacional?

Porque pudiera afirmarse, y sin que resultara una simpleza, que si el capitalismo fracasó, con sus empresas capitalistas dentro la crisis general del capitalismo, pudiera también afirmarse, que las empresas socialistas alternativas, también lo han hecho al no aprovecharse de esa demanda agregada que generó la política social de la propia Revolución, en su beneficio.

¿Es que acaso significaría eso, algo o mucha “disfuncionalidad”, también en la empresa socialista?

Y sí resultara ser así, entonces, ¿no se presenta como imperativa una recapitulación, basados en la experiencia de que, al menos en Venezuela, no es fácil producir?

Si no, ¿cómo entonces debe entenderse eso? ¿Habremos de pasar el tiempo tratando de justificarnos, aunque pudieran existir algunas justificaciones procedentes? ¿O habría que recapitular, insisto?

¿Y sí fuere así, qué significaría entonces recapitular?

Porque leyendo la carta-despedida de Giordani, http://www.aporrea.org/ideologia/a190011.html  un camarada que respeto por su academicismo y por una cierta pureza que le observaba como pensador y tribuno (más que como político), y buscando pues la claridad que necesito, pude advertir, dentro del tejido de su documento, que expresa cosas no sé hasta qué punto desagradables y que resultan además tristemente contradictorias (incluso a mis ojos de neófito) y como un deseo desesperado para colmo de pretender salvar una responsabilidad y guardar un lugar en la historia, que a lo mejor, merecerá, pero de una manera, seguro, muy menguada.

Porque en su carta por fin me encuentro con la producción, al hablar de la creación de un aparato público que, “en lo productivo dominara sectores claves de la estructura productiva” pensando en el fortalecimiento del sector público “en su función de planificación y ejecución de la inversión productiva”.

¿Ese fortalecimiento del sector público en lo productivo (me permito preguntar) compensaba la tendencia al desabastecimiento que comenzaría a manifestarse como producto de la siempre previsible guerra económica?

¿Tenía el sector público capacidad de respuesta para producir, lo que “desproduce”, la siempre previsible guerra económica?

Pero ninguna reflexión sobre el particular. Las cosas… como si fueran sobre ruedas tal vez pensando en la capacidad importadora.

Pero sí aclara, que el “camino de desarmar y construir es arduo”. Y que la “construcción del socialismo, históricamente, siempre ha constituido un desafío notable”. Nada que me impresione. Y pregunto, ¿y si es un socialismo improductivo, no resulta más arduo construirlo?

Por eso es que Marx visualizó el socialismo en un país industrializado, como para que pudiera instaurarse, de una manera más relajada.

¿Por qué Venezuela entonces no avanza en su proceso de industrialización teniendo todas las posibilidades; entre ellas, una Faja del Orinoco repleta de mercancía con una demanda atroz?

Porque, ¿ni siquiera con un capitalismo de Estado, transitorio, para luego privatizar, como empresas socialistas, en manos de sus trabajadores? ¿O es que el socialismo del siglo XXI significa, también capitalismo de Estado, que es por lo que dice el capitalismo fracasado (y no sin cierta razón) por lo que el socialismo fracasó?

¡Porque capitalismo es capitalismo, si a ver vamos! Tanto explota un particular, a sus trabajadores, como un Estado burocratizado y desnaturalizado, pudiera hacerlo con los suyos. Y lo peor es que se ha visto…

Y a propósito, demás está decir que Giordani, con su menesterosa carta, no le pegó de zurda…

Y no habría tampoco que descartar que Maradona lo hubiese podido hacer mejor, con su milagrosa mano de Dios. Pero sobre todo, con su humildad…



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Raúl Betancourt López


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