No existe clase media más que en el imaginario político burgués

La "clase media" según Nicmer Evans y Roberto López Sánchez, ambos de Marea Socialista, ha vuelto a ser de estirpe webberiana. Es una propiedad especial de la "clase media" venezolana, que la diferencia de su especie social. Para hacer ese retroceso cognitivo los citados analistas han tenido que pasarle por alto a la definitoria superación que Marx hace en su crítica al problema de las clases según Webber. En la teoría marxista, las clases no se definen por su posición en grados lineales de poder, prestigio o riqueza, sino por su función estructural en las relaciones de producción.

La llamada "clase media", cosa que no comprenden los socialistas anti marxistas, no existe más que como pantalla política ideada por la sociología burguesa para hacer desaparecer toda identificación social con respecto a la posesión del capital. De esa forma lo que se identifica como pequeña burguesía viene a ser sustituído por la indefinición de "clase media". La pequeña burguesía propietaria, arendataria o asalariada se define en su relación con el capital, no con el trabajo. Aquella parte, cuya fuente económica está en las arcas del estado (administración y servicios públicos), se identifica con el carácter de clase del estado burgués, como sigue siendo el venezolano.

Cunado Marx define la lucha de clases como catalizadora de los procesos de desarrollo de la sociedad, identifica en ello un carácter revolucionario, que en nada tiene que ver como la atrevida afirmación de que las llamadas "clases medias" son clases revolucionarias. Todo lo contrario. En Marx, y ello lo confirma el materialismo historio-concreto, la pequeña burguesía desarrolla una conciencia de clase que la hace reaccionaria. Su aspiración – como se autoidentifica N. Evans – es prosperar económicamente. Salir del estatus de obrero o trabajador poco remunerado, pasar a la franja de "aristocracia obrera", y escalar en la pirámide económica "con esfuerzo propio y trabajo honesto". Ello hace de esa "clase media" una aliada potencial de la burguesía propiamente habida. La aspiración es alcanzar ese estatus, abandonar la posición de pequeña burguesía para alcanzar el estado de posesión de clase burguesa.

En sociedades profundamente oligarquizadas como la venezolana, la pequeña burguesía es pateada por la burguesía. La lucha por la posesión del capital es objetiva e inmisericorde. No es casualidad que el 10% de la población (activa económicamente) acapare más del 50% de las rentas y las riquezas patrimonailes. En América Latina la llamada "clase media" es un grupo social en extinción, dada la polarización de la riqueza y la pobreza. Esa exclusión a que es sometida la pequeña burguesía en su lucha por un estatus superior en la pirámide socioeconómica, la hace "rebelde" contra el poder burgués. Una revolución como la bolivariana le ofreció la oportunidad de liberarse de ese aplastamiento de la burguesía. Se suma no a la revolución social socialista, sino al proceso de cambio que le implique la superación del estatus de pequeña y mediana burguesía.

Después de 15 años de una abarcadora e inclusiva revolucion social como la bolivariana, donde la redistribución de la renta en pos de saldar la deuda social que acumula el pueblo por los despojos de la burguesía, el "chavismo revolucionario" ha estado a un pelo de perder las últimas elecciones presidenciales ¿Qué sucede desde el ámbito de la sociología y la sicología social? ¿Dónde está la conciencia de clase revolucionaria de esa "clase media" supuestamente revolucionaria? El ideal de progreso social asociado al poder de la clase trabajadora no constituye estimulante en la conciencia de clase de la pequeña burguesía. La pequeña burguesía es por definición y origen de clase un contrario a la clase obrera-trabajadora, a pesar de que ella misma, con su aspiración a "clase media y media alta" en mucho permanece atada al capital como fuerza de trabajo explotada. Desde su perspectiva de clase, la pequeña burguesía ve su suerte aliada a los dueños del capital privado, no a las fuerzas políticas de la revolución social.

Ni N. Evans ni Roberto López parecen entender el proceso de lucha de clases que se da en Venezuela. Y no es extraño, puesto que navegan en indefiniciones cognitivas de lesa ignorancia ideológica, política y socioeconómica. Atacar a Mario Silva de ultraizquierdismo es manifestar alergia por posicionamientos radicales ante la feroz lucha de clases que tiene lugar en Venezuela, desencadenada por la revolución socialista bolivariana. El hecho importante es que en Venezuela, a diferencia de Cuba, está planteada una lucha de clases que impide el estancamiento burgués de la revolución social. De ahí que en Venezuela la revolución socialista sea el reto objetivado, no consumado, sino en proceso, asumido por una fuerza política en plena conciencia de ello. No existen dudas que sólo la radicalización política y socieconómica de la revolución puede poner sobre los rieles del socialismo el proceso bolivariano. Eso es todo lo que teme la burguesía nacional e internacional aliada a la misma en la guerra sin cuartel contra Venezuela.

En esa radicalización la clase trabajadora y las masas populares preteridas social y económicamente por el frenético orden burgués con vida en Venezuela constituyen la arcilla, la materia viva con que se puede avanzar en el desarrollo de las nuevas relaciones de poder. La pequeña burguesía, la que aspira a dicho estutus no es aquí clase revolucionaria. En la configuración de las fuerzas políticas en Venezuela hay una ralidad ya objetivada: el poder político del PSUV, del partido revolucionario, y las fuerzas revolucionarias aliadas. Ahí está el catalizador de la lucha social y política. La pequeña y mediana burguesía se balancea entre el ser o no ser. En la medida que el carácter socialista de la revolución cristalice como rumbo y objetivo, esas clases se irán posesionando como oposición al nuevo orden, es la clásica resistencia del material a la ductibilidad.

La revolución socialista venezolana, para ser lo inclusiva que ha de ser, no necesita hacer una reverencia especial a la pequeña y mediana burguesía, sino centrarse en lo que Marx definió como esencial: la democracia. "Aquellos que luchan por el socialismo, basta con que luchen por la democracia y ese camino se abrirá" – recordaba impertubable Marx. No era distinto el saber político, la experiancia y el planteamiento revolucionario de Rosa Luxemburgo. No se diferenciaba en esencia Lenin de dicha apreciación política. El capitalismo permanece como la antinomia de la democracia. El contenido revolucionario, es decir, progresista, de la democracia plantea la liberación del trabajo de la dictadura del capital. La liberación de la sociedad del orden capitalista pasa por ello. El rumbo de la revolución en dirección al poder comunal sociopolítico y económico-productivo es sin dudas el acertado. Nadie, sin embargo, debe llamarse a engaño. La revolución socialista, para serlo, estará ante el reto de la socialización del capital en todas sus formas, y muy especialmente el capital financiero. En esa lucha no ha de esperarse un camino de rosas, donde supuestas "clases medias" se harán abanderadas de la revolución. No. Son las masas populares las únicas que pueden apoyar la radicalización de la revolución que irá al despojo de la burguesía y su intronizada oligarquía. La pequeña y mediana burguesía no siendo objetivo directo de despojo por el poder revolucionario, en su desarraigo social, podrá sumarse a los procesos de socialización del capital y de democratización de la sociedad y el estado.



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Roberto Cobas Avivar

Economista, activista político y social

 rcavivar@gmail.com

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