De la Victoria perfecta a la Derrota Perfecta...¡Duele, pero es así!

¿Como hicieron y que movió a más de 7,7 millones de almas venezolanas, mayoritariamente humildes, para ponerse de acuerdo el 6D entre las 8 de la mañana y las 7 de la noche (11 horas) y emitir, a razón de 700.000 votos por hora (11.666 sufragios por minuto), esa apabullante opinión electoral contra un gobierno que ha puesto a los pobres en el centro de su política gubernamental?...Como dice el “vejuco” moderador del programa “quien quiere ser millonario”: Esta es la pregunta…

Si la oposición venezolana , por un lado, casi no hizo campaña y no mostró sus candidatos aspirantes como lo hizo la revolución, y por otra parte, si ese torrente de gente que voto por la MUD no es militante disciplinado de partidos, ni hace el famoso 1x10, ni se asamblea, ni marcha, ni va a mítines, ni se conocen, ni se llaman, ni se saludan en la calle, ni tienen salas situacionales, ni tienen líder espiritual, ni los convocan a poliedros, ni tienen otros coñazos de vainas estimulantes y organizacionales con las que sí cuenta el chavismo, ¿Cómo es que esa gente un buen domingo de elecciones se comporta frente a un parabán electoral como un partido perfecto y ejecuta una misión patibular casi perfecta e inflige a alguien, en tan pocas horas, una derrota también casi perfecta, que ha desgarrado la historia política venezolana?

El 6 de diciembre de 1998, hacen 17 años, pasó un suceso muy parecido al actual. El pueblo humilde y de la clase media, adeco, copeyano, izquierdista y una parte del abstencionista no le paró bola a los desesperados esfuerzos disuasorios del jurásico parque del punto fijismo y ese día, también domingo y frente a los mortales parabanes, arruinó las navidades de una clase política agotada ante la historia, eligiendo al Comandante Chávez que postulaba una era de regeneración social y humana para las grandes y sufridas mayorías venezolanas.

Aquella clarinada popular se produjo en forma contundente y resonante después de 40 años y esta, la del momento actual, ha ocurrido no sé si por ahora o en forma irreversible al transcurrir tan solo 17 años después. Una gran parte del pueblo venezolano ha disminuido los tiempos de espera para la política. ¡Estamos metidos en pinga e’ peo compañeros y compañeras!... ¿O no?

Yo no creo que cuando los pueblos aciertan, en política, es por mérito exclusivo de la sabiduría y tino de ellos. Esa afirmación constituye siempre un ritual masajeador que hace el vencedor sobre el ego popular; pero tampoco pienso que cuando el pueblo se equivoca es por culpa absoluta de él. Si el cura Madariaga no le hubiese hecho la señal negativa a la muchedumbre el 19 de abril de 1810, en aquel referendo express contra Vicente Emparan, no se sabe que habría ocurrido.

La independencia Venezolana no fue un hecho espontaneo del pueblo, hubo que imponérsela y, si se revisa la historia objetivamente, ha ocurrido así con todas las revoluciones, desde la francesa hasta las de tiempos más modernos. Son las élites de pensamiento avanzado los managers de cualquier revolución.

Una revolución se presenta y llega por el sufrimiento y la calamidad social pero, ojo, también hace sus maletas y se despide a la llanera por las mismitas razones por las que apareció. Entonces, por ley de mato pollero, los guías y conductores de un proceso revolucionario, si quieren prolongarlo, deben vigilar permanentemente que no se repitan las condiciones críticas que dieron origen a la revolución, porque se puede atravesar en ese momento de inflexión un domingo electoral y otra vez la masa popular, en un paraban como los que implementa Tibisay, puede tomar nuevamente la decisión de trasferir el poder a otro actor bueno, malo o mejor (eso lo ve el pueblo después).

Una revolución no puede vivir eternamente de sus “haberes” como tan poco los parejas pueden mantenerse con el recuerdo de sus primeros besos o con las manifestaciones iniciales de amor (de hace añacatales) cuando iniciaron su relación. Si eso fuera así no existieran los divorcios ni los rompimientos. Es una vaina sencillita. Cada día la sociedad votante y no votante amanece con nuevas expectativas y demandas en la dirección de su progreso, bienestar y anhelan, siempre con derecho, un futuro promisorio; y las parejas también. Hay que hacer un esfuerzo mental para no entender que eso es así, a juro y porque si. Lo demás es paja loca ilusoria para ponerse de espaldas a la lógica existencial humana que siempre es, por ello, histórica. La hegemonía de una corriente política en el poder no está asegurada nunca para la eternidad, tampoco es cierto que se construye basada estrictamente en lo ideológico o en peroratas doctrinarias.

La hegemonía democrática es un obsequio de la sociedad gobernada para quienes la gobiernan de pinga, es un premio a quien armoniza y satisface éticamente los diversos intereses de los diferentes sectores sociales. Por ejemplo, el socialismo será hegemónico si es capaz de proporcionar en forma sostenida y sustentable, a todos los hombres y mujeres de una sociedad, una existencia permanentemente humana y gratificante. Si hay receso en estas condiciones de bienestar y plenitud vivencial individual o colectiva entonces la hegemonía también se toma su descanso o desaparece papito. Ese es el caso dramático de la Revolución Bolivariana en este preciso momento.

Si nuestro querido gobierno no saca inmediatamente, y aquí sí me gusta el famoso “como sea”, la hegemonía inflacionaria y la dictadura de la calamidad de la intimidad de los hogares venezolanos está condenado a perder para siempre la hegemonía política y este catastrófico suceso, en democracia, siempre ocurre un buen domingo, como el 6D, en el patíbulo de los parabanes electorales. Pero, ojo, este funesto destino no se evita ni con complejos, ni con capocherías, ni con programitas ni con rabietas, ni con bravuconerías, ni con asambleítas, ni con cambio de gabineticos, ni con provocaciones, ni con micros de televisión, ni con pataleos, ni con lloriqueos y otras inservibles pendejuras. Para prevenir esta soberana vaina se requiere coraje de estado, carácter de estado, mucha ciencia económica, mucha ciencia social y coraje chavista…y otra cosita: olvidarnos de esas guevonadas de victorias perfectas, esas infantiles premisas crean un mundo irreal que conduce a engaños perfectos y a derrotas perfectas. La política revolucionaria necesita aterrizar en el aeropuerto moderno y global del siglo XXI.

mision7deoctubre2012@gmail.com


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