Partimos de este principio, la cultura y el arte han de verse y concebirse como eje transversal de la sociedad. Afrontamos una nueva etapa del proceso de transformación revolucionaria que debe generar un Estado nuevo en lo político, en consonancia con la historia de lucha social, la reverberación económica, la reproducción cultural-simbólica y la geoestrategia. Desde la Convocatoria estratégica del Presidente Maduro, se percibe la irrupción de los intereses hegemónicos en lo económico, mediático, cultural, ideológico e internacional. En ese nuevo tablero, se mueven de nuevo las piezas del Miquelenismo. En el espacio de la cultura y la creación, tenemos que erradicar varios errores ante peligros: no hemos repatriado la Piedra Kueca, reducido y convertido la gestión en un simple dato estadístico cultural y no hemos logrado identificar el comportamiento de las élites en el aparato administrativo que ha traído la lentitud en los programas transversales que atañen al Plan de la Patria. Cierto, es urgente la elaboración de nuevas políticas, planificación y gestión, pero es una "necesidad imperiosa" (Marx) romper con el auto-bloqueo; la burocracia; transitar de lo pre-revolucionario a la revolución permanente; retomar el "Golpe de Timón"; posicionar las comunas y el poder popular. Luego de la Constituyente la institucionalidad cultural tendrán que adaptarse a las directrices del nuevo Estado Comunal. Estuvimos como Asesores de la anterior Constituyente de 1999, estábamos resignados a ver campantes los factores del miquelenismo que aún sobreviven. La Constituyente Popular deberá "pulverizar" los gazapos del articulado, el freno, la elitización, proclamar el acceso a la cultura, erradicar la producción de objetos culturales para el consumo publicitario, alinear la producción editorial hoy nula contra el neocolonialismo en el conocimiento, fomentar contribuciones parafiscales de PDVSA con criterios Unesco, combatir el anti-intelectualismo obsoleto. "Comuna o nada" dijo Chávez.