Sin temor y sin miedo expresamos en este escrito de hoy, que en los escenarios de la política y el Estado existen dos formas de lucha: una con la Constitución, otra con la violencia. La primera es propia de los hombres y mujeres racionales, de políticos con sentido de soberanía y de presidentes con visión de Estado. La segunda, simplemente es de las bestias, que patean el diálogo y donde el debate se vuelve estiércol.
A propósito que ayer domingo fue el Día de las Madres, esas luchas de la que hablamos acá, se vienen dando hoy en nuestra querida y amada madre patria. Por una parte, un sector que quiere la paz y por la otra, un sector que terca y obstinadamente quiere la violencia, la guerra, el caos y la muerte. Para nada importan los clamores del pueblo que pide paz, de los trabajadores que quieren asistir a sus labores diarias de trabajo, de los estudiantes que quieren ir a sus escuelas, colegios, liceos y universidades; a las familias que quieren vivir en la tranquilidad y la convivencia del hogar. Eso no importa. Dicen los violentos y los terroristas, auspiciados y financiados por partidos de la Derecha, que lo que realmente importa es la muerte que van sembrando tras cada jornada de incendio y de saqueo que van dejando sus acciones "heroicas", que más que eso, son en realidad cobardías de una clase dirigente hipócrita que utiliza a los jóvenes venezolanos como carne de cañón, para luego ellos lograr sus negros y sucios objetivos, traducidos en la conquista del poder. Esa es una verdad.
La otra verdad, es el lenguaje del diálogo político, del llamado permanente para construir la paz a través de un procesos constituyente. Precisamente, la constituyente como mecanismo es el lugar donde el debate se hace diálogo, donde los desencuentros se miran a través del reconocimiento y donde se sueltan las amarras para navegar tranquilos por las mismas aguas de la Constitución, de las leyes y del Estado. Como dirían, el tiempo es el padre de la verdad y la razón nos dice que este es el tiempo de la verdad y que llegó la hora para decidir si estamos con Dios o estamos con el diablo, si estamos con la paz o la guerra, si estamos con la Constitución o con el terrorismo, o si estamos con la revolución o a favor de la corriente contra-revolucionaria. No se aceptan los silencios sepulcrales, ni mucho menos el doble discurso, donde se ataca el gobierno por un lado y por el otro hay reserva y discreción ante los graves hechos criminales cometidos por la oposición, que quiere abrirse paso a sangre y fuego.
Aupando a líderes de la empresa terrorista y estos a mercenarios asesino, varios sectores del país han claudicado frente al falso discurso. Así vemos a altos jerarcas católicos, evangélicos y de algunas sectas, que propician la mala fe, desviando el verdadero papel que le corresponde a las religiones, que no es otro que propiciar la paz y el amor entre los seres humanos. Igualmente, otros sectores como los empresarios, comerciantes y los partidos políticos de la oposición conspiran desde sus trincheras minadas de usura, odio y especulación.
Con la Constituyente las venezolanas y venezolanos tenemos la oportunidad para crecer, para direccionar y consolidar nuestra esencia como patria. Ya basta de tanta hipocresía de algunos medios de comunicación, que en vez de ayudar a denunciar a los terroristas y asesinos de la oposición, los entrevistan como los verdaderos héroes de las epopeyas sangrientas. Nada de ambivalencia. Definamos esta situación de una vez por todas y no seguir por esta incertidumbre de Constituyente Vs. guerra.