El Imperio entró en fase de locura.
Nicolas Maduro, 2013
La oposición nos está infundiendo una repulsión sin límites. Eso explica por qué se le impone la fracción más energúmena, que en cualquier otra época, u hoy mismo en otro país, sería policialmente barrida en unas horas. Proceden entonces a llamar dictadura al gobierno que tolera esa ὕβρις, hibris, ‘desmesura’, ‘soberbia’, que para los griegos era la condición de la tragedia. Imponen lo repugnante, lo repulsivo, lo revulsivo, profanan lo sagrado, es decir, lo esencial: la vida, el alimento, la niñez, la maternidad…
No sé quién dijo que «no hay nada, por inocente que sea, contra lo que el hombre no atente». Lo estamos comprobando hogaño en Venezuela. Levantan barricadas con ataúdes desenterrados, esconden los alimentos, los destruyen, atacan hospitales materno-infantiles, restallan látigos en plena calle, agreden a tiros escuelas con infantes dentro, queman bibliotecas, defecan en público, lanzan frascos con heces, asesinan a sus jóvenes a quemarropa, saquean, incendian, juegan con fuego… Pero donde toda esta perversidad llega a su sublime clímax es cuando alegan que todo eso lo perpetra una alucinación que llaman colectivos, porque el delirio es que se trata de una juventud inocente y soñadora masacrada por esbirros de un gobierno forajido, en resonancia óptima con el totalitarismo mediático mundial.
Lo más alucinante es que estas bandas de mercenarios evidentemente bien entrenadas y pertrechadas cometen sus fechorías en nuestras narices y luego alegan que son los colectivos del rrrÉgimen —será, digo yo, tratando de derrocarse a sí mismo. Imposible cualquier argumento lógico porque han enloquecido a su gente. Andrés Eloy Blanco decía que el loco renuncia a la palabra que su boca pronuncia. Por eso se contradicen en una sola emisión de voz, como cuando exigen elecciones con la consigna esquizofrénica de «¡libertad sí, elecciones no!».
La cosa empezó hace unos años cuando colgaban muñecos de los puentes simulando ahorcamientos y poblaban las ciudades de calaveras de cartón. Ahora usan una simbología cinematográfica medieval, con escudos de caballeros cruzados. La urgente sicoterapia se la están aplicando a ese otro país guardias y policías de un estoicismo prodigioso.