Ese enroque entre Pedro Carreño e Isaías Rodríguez es un chisme que no reviste importancia, pero Pedro Carreño debe saber que representa todo lo malo del sistema resumido en un hombre sin carácter; nada personal. Aclarado este punto del título de este escrito, hablemos de la traición del capitalismo.

"No nos llamemos a engaño: la formación socioeconómica que todavía prevalece en Venezuela es de carácter capitalista y rentista. Ciertamente, el socialismo apenas ha comenzado a implantar su propio dinamismo entre nosotros. Este es un programa precisamente para afianzarlo y profundizarlo; direccionado hacia una radical supresión de la lógica del capital que debe irse cumpliendo paso a paso, pero sin aminorar el ritmo de avance hacia el socialismo."

Este párrafo pertenece a la presentación del Plan de la Patria, donde se explica su acción política. Esta comienza con radicalizar la democracia protagónica y participativa, dentro de un "programa de transición al socialismo"; acelerar las formas de gobierno popular, cambiar el sistema democrático burgués al tiempo que se sigue el Plan en su conjunto. Pero ahora brincamos de alegría porque podemos seguir manipulando a la población de elección en elección, mientras los clap, las ubche, y demás clubes de amigos trabajan para conseguir que la gente vote, vote y vote, sin mucha conciencia de lo que hace; esa es la idea, pero no necesariamente el resultado.

Por otra parte al Plan de la Patria lo fundamenta una radical supresión de la lógica del capital ¡Qué cosa la de los intelectuales reformistas! ¿Cuántas vueltas para convertir ideas claras en un enredo y en una mamarrachada de democracia participativa (que no es ni participativa ni democracia burguesa)? Con una torsión de formas, conceptos y pedantería, de repente un plan de acción hacia el socialismo fue convertido en un proyecto reformista capitalista, en una Ley de estímulo y protección a las inversiones privadas, en un Decreto Ley de Zonas Económicas Especiales que no es otra cosa que un gran Parque Industrial capitalista y una zona de libre mercado.

Fueron (y son) muy útiles los intelectuales reformistas para disfrazar la verdadera voluntad de Chávez después de su muerte. Los otros felones son lo políticos. La historia nos cuenta que en su desesperación, los reformistas, con su resentimiento y sus ideas confusas terminaron asesinando a Rosa Luxemburgo y a todo aquel que se les opuso, por sus planes de pactar con la burguesía capitalista. En nuestro caso la traición a la clase obrera y a los desposeídos no es distinta a la traición al pueblo chavista. En todos los casos ha habido intelectuales acomodaticios y un grupo de políticos desesperados por ver los cambios sociales que promete el libre mercado del capitalismo, pero, por si las cosas no salen bien, se mantienen prevenidos para dar un segundo paso, el cual consiste en fundir sus intereses con los intereses del fascismo y así ambos reciben bendiciones de los grandes capitalistas oligarcas, la razón oculta de Ser, de sus tensas y miserables vidas.

El proyecto de Chávez es el socialismo, la independencia y soberanía del pueblo desposeído, ("expropiado"), no de una Patria de papel con representantes oficiales y dueños oficiales. Patria es socialismo, "patria socialista" decía Hugo Chávez, porque la independencia es la independencia del capitalismo; de una patria donde todos nos identificamos como una sola sociedad del yugo de unos cuantos propietarios, representados en el Imperio y representados en la burguesía y la oligarquía, propia o de cualquier otro país en el mundo; para Chávez (y para nosotros) no puede ser la misma patria la de Lorenza Mendoza que la de un campesino humilde de los Andes, pero para los pueblos esclavizados patria es América, o, patria es humanidad.

Confundir sus ideas, disociándolas del socialismo es traición. No hay más traidor que un reformista astuto, que habla de independencia, de nacionalismo y capitalismo a la vez, que hace "pactos sociales" para que nunca dejen los oligarcas o capitalistas de expropiar a la población indefensa, de esclavizarla.

Ya no vale la pena tratar de convencer a quien quiere creer en una revolución sin sacrificios y dentro de una aparente democracia y una apariencia de paz hechas a la medida de la burguesía. Y no lo vamos hacer, el tiempo se encargará de desilusionarlos. Pero sí le decimos que Chávez fue una promesa de revolución socialista verdadera, no fue un engaño. Que lo mataron para disminuir el ritmo de la revolución hasta detenerla y restaurar por completo al capitalismo y abandonar poco a poco todo lo alcanzado a favor de ellos.

Detener el entusiasmo por los cambios sociales y los cambios económicos no ha sido fácil. Creemos que no hay otra razón de fondo para explicar los últimos resultados electorales, a saber: la esperanza de que este gobierno alocado y disociado rectifique y haga justicia social pero sobre todo justicia económica.

Pero en los salones de palacio se gobierna a otro país. Todavía se confía en el engaño, en la apariencia del gato que le vendieron como liebre, en las cajas del Clap, en el Carnet de la Patria, en el teléfono 800-salud, los cuadrantes de paz, como una inteligente distracción y ganar tiempo a fin de abrir la puerta trasera (o delantera) al capitalismo y toda su inquina.

Pactar con los capitalistas, después de tanto esfuerzo por deshacerse de él, es traición. Decir que Chávez quiso que así fuera es una calumnia, él nunca le hubiera entregado a ningún "bachaquero perfumado" el control de la economía; todo lo contrario, empresario (pequeño, mediano o grande) que no se sometiera a los planes de servir a la sociedad sería confiscado. Hay una diferencia en esperar por la acción de la mano invisible del mercado, a doblarla con fuerza a que trabaje para toda la sociedad y no para sus propios intereses mezquinos. Por eso el Señor Pedro Carreño se equivoca, capitalismo es traición; el gobierno se debería poner preso y condenar él mismo.