Nos están golpeando donde más vulnerables somos: producción y distribución, especialmente de alimentos y medicinas. Nosotros ponemos la corrupción, lo que complementa la guerra económica exógena. El impacto es formidable porque sacude la estructura social entera, minuciosamente, molécula a molécula. Con eso ocupan todo el ancho de banda de nuestra vida mental, pues no pensamos en otra cosa que en alimentos y medicinas. ¿Soluciones? Los bonos y las cajas CLAP no están mal porque impiden la desintegración inmediata, pero no son la solución perdurable a pesar del peligro de que en Venezuela lo provisional se queda. No es fácil montar un aparato productivo y distributivo completo pero hay que hacerlo aceleradamente, revolucionariamente, porque el empresariado decidió en lugar de producir y distribuir destruir el país para apoderarse de sus cenizas porque así son de brillantes los parásitos. ¿Hay empresarios productivos? Sería bueno saberlo.
Siria aguanta porque tiene autonomía en producción y distribución de alimentos y medicinas.
El Imperio no ofrece soluciones sino salidas: las del Medio Oriente, es decir, para enfrentar la penuria de medicinas arrasar Catia y Maracaibo, ponle. Para despejar el misterio de los lubricantes desmoronar la Biblioteca Nacional. Para enfrentar los atascos del transporte demoler autopistas, puentes, puertos, trenes. Incluyendo el frágil Puente sobre el Lago. Volar la Represa del Guri para atender la crisis eléctrica. Esa es la aportación civilizatoria que la OTAN ofrece a la humanidad. Así está haciendo en Irak, Afganistán, Libia, Siria, como está haciendo Israel en Gaza. Y si no es la OTAN son el FMI y el Banco Mundial, esas armas de destrucción masiva, que mira como tienen a la Argentina.
Pero estamos en el deber de encontrar soluciones al actual atolladero en que nos han puesto. De peores hemos salido, pero las soluciones que necesitamos no son épicas sino una combinación de trabajo y más trabajo, con honestidad. Hay mucho pillo aquí cerquita. Ahí va uno. Guy Kawasaki dijo que entre una decisión buena y una mala la peor alternativa es ninguna decisión. Porque una mala decisión se puede rectificar. En este momento de la historia no podemos darnos el lujo de morir. No lo merecen nuestros nietos.