Sorprende cómo nadie menciona el milagro más portentoso de Cristo: conservar 12 amigos a los 33 años.
Noam Chomsky declaró una vez que podíase contar con el estudiantado, pero por un tiempito nomás. Y ya. No pidas más.
¿Cuántas bellezas humanas no llegan a los 25 sin volverse una bazofia? Porque habitualmente no se trata de cambios de opinión, de matizar puntos de vista, sino de unos revolcones aparatosos y casi siempre caricaturescos y chocantes. Un día padecen pataletas contra el capitalismo y otro día, a menudo en horas, profesan el neoliberalismo más histérico y mire que el neoliberalismo es histeria pura. Pero esta gente que digo sobrepuja la histeria más energúmena, con temblequeras y todo.
Lo peor: aburren.
He visto el espectáculo en primera fila. Y nos repudian a quienes hemos permanecido fieles a las más entrañables ideas de juventud, como si fuésemos quienes traicionamos aquellas venturosas aspiraciones.
Toda aquella simpatía, lucidez, generosidad, gracejo y amor de golpe y porrazo se vuelven hostilidad, imbecilidad, egoísmo, rencor. Mírales la amargura que deforma su cara; molécula por molécula reniegan de todo lo que fueron, con tirria, con odio.
Consideran que todo lo bello que una vez profesaron son niñerías, inmadurez, desatinos de juventud. Que ser maduro, tener empleo, casarse, es ser amargo y abominable. Se vuelven peores que quienes fueron burguesía de toda la vida. Es más, fantasean que la burguesía es peor que lo que es y adoptan una acrimonia que no existe ni en Wall Street; se sienten en el deber de adoptar las posturas más asquerosas y deleznables, invitando invasiones contra su progenie misma, porque las bombas que lanza el Imperio no distinguen preferencias políticas ni religiosas ni ideológicas ni estéticas ni de gentilicio. Esas bombas matarían a su familia igual que a la mía, pero en su impaciencia por hacerse perdonar sus pecados de mocedad se sienten en la obligación de ser peores que Trump —y, ay, lo consiguen. Es triste, sí, y me siguen doliendo las amistades perdidas, pero también es repugnante.
Homero Simpson no fue siempre un mequetrefe, pero perdió sus méritos porque se le metió un lápiz por la nariz. ¿Será eso lo que les pasa? Es por una duda que tengo.