Durante días se especuló sobre si el Presidente Maduro iba o no a la 73º Asamblea de la Organización de las Naciones Unidas, ONU; que si tenía miedo, que si lo iban a agarrar preso al pisar suelo norteamericano. La infame mediática derechista nacional e internacional dejó correr la especie, el trasfondo era que al imperialismo no le interesaba ni convenía que la voz de Venezuela, en boca de su Presidente, tronara –como al final ocurrió– en aquellas asamblea de gobiernos y pueblos.
Maduro no soltaba prenda, no tocaba el tema en sus alocuciones públicas y dejaban correr todas las especulaciones de la derecha en el sentido que no iba a ir, que tenía miedo, a la aviesa campaña cuyo objetivo final era amedrentar al Presidente, impedir su presencia.
¿Quiénes estaban detrás de aquellas especies?
Quien más si no los gobiernos de Argentina, Colombia, Chile, Perú, México, Paraguay y, por supuesto, la CIA yanqui que elaboró en sus laboratorios de guerra sucia la mediática contra Maduro y su potencial viaje a New York. Por ejemplo decían: "Que hable Arreaza, pero no es lo mismo, ese es un pico de oro, pero Presidente es Presidente", y "Maduro está chorreado, no va a viajar porque lo dejan preso al bajarse del avión". Esa era la campaña. Si existe alguna duda al respecto baste escuchar lo que dijo el mariquito cagatintas y agente de la CIA de Jayme Baile, quien lo expuso abiertamente por su programa mayamero de TV.
Y cuando nadie lo esperaba Nicolás, menos los que estaban montados en eso, sacó el As que tenía escondido debajo de la manga y anunció, ya montado en el avión, que se dirigía a New York, a la Asamblea de la ONU a llevar la verdad de Venezuela. El Gobierno había sopesado y evaluado seguramente los pro y los contra, incluso la posibilidad insólita de ser apresado al llegar, por lo menos retenerlo hasta que pasara la Asamblea General.
¿Qué hubiese hecho Chávez ante una circunstancia similar?
Lo que hizo Nicolás. Con la valentía y la decisión de un líder, de un Jefe de Estado, montarse en el avión y llevar en su portafolio las armas más poderosas que tiene Venezuela, las armas de la verdad.
En un santiamén se derrumbaba la sórdida campaña de los imperialistas y sus gobiernos lacayos, satélites que cada vez están más descompuestos, y la campañita quedó en el fondo del basurero, junto a otras ya podridas y descompuestas campañas anti venezolanas.
II
Y Nicolás llegó a New York, al imponente edificio sede de la ONU, y su inesperada llegada levantó una oleada de expectativas, sorpresas e incredulidad –la aviesa campaña había tocado a muchos en los Estados Unidos– y recordaba aquellas épocas en que allí había estado el Primer Ministro soviético Nikita Jrushchov dándole zapatazos al podio y enfrentando al presidente Kennedy; el Comandante Fidel Castro tronando y denunciando las agresiones norteamericanas a Cuba, en la cara del presidente genocida Richard Nixon, o el propio Hugo Chávez denunciando a George W. Busch. Chávez en su peculiar estilo, satírico, irónico, bromista, cuando le tocó intervenir –hace unos 10 años– hizo memorable aquella frase: "Aquí, en esta tribuna huele a azufre", para indicar, con acertada razón que Bush era el mismísimo diablo.
¿Qué irá a decir el presidente venezolano? era la pregunta generalizada. El propio presidente yanqui, Trump, en sus decires y desdecires, en su lenguaje permanentemente contradictorio y catastrófico, asomó la posibilidad ante los periodistas, que podía hablar con el presidente venezolano, después cambió, o lo hicieron cambiar, de parecer, y negó tal posibilidad, sobre todo después que tuvo calarse el chaparrón que le lanzó el Presidente Evo Morales a una pequeña distancia suya, sentados en la misma fila con apenas dos metros uno del otro, en plena ONU. Evo lo abofeteó, le dijo de todo menos bonito, ante su infame política de agresión permanente contra Cuba, Nicaragua, Bolivia y Venezuela y los pueblos del mundo. El gran Jefe Indio le dio una verdadera lección de política al analfabeto presidente norteamericano.
Le tocó hablar a Nicolás Maduro y vimos allí al estadista, al diplomático, al político con cuya astucia no contaban las oligarquías cipayas de Latinoamérica y el gobierno imperialista mismo. Hay que decirlo, la expectativa de los gobiernos y las delegaciones en el recinto internacional, era total. Y habló Maduro como un Jefe de Estado, un político maduro, fogueado, que viene de tener la escuela con el mejor de los maestros, Hugo Chávez. En 50 minutos dijo mucho en un apretado y sintetizado discurso –sin papeles o previamente copiado– que resumió las políticas exteriores de Venezuela. Centró el discurso en poner de relieve las diferencias históricas entre Venezuela y los Estados Unidos.
Venezuela, un país secularmente luchador por la libertad, la democracia, la justicia, la independencia y la soberanía, tal y como lo estableció el Libertador Simón Bolívar en sus luchas antimperialistas del siglo XIX. Los Estados Unidos, un país que nace con ansias imperiales y expansionistas, heredadas de sus antiguos colonizadores, los reyes ingleses, que ya en plena lucha venezolana y americana contra el dominio español, apoyó y armó a los colonialistas españoles y pretendió invadirnos. País que levanta, sin haberse desarrollado aún como nación propiamente imperialista, –eso ocurrirá a comienzos del siglo XX–, la geopolítica de comerse las naciones consideradas como frutas maduras –Cuba, Puerto Rico, La Florida, México, Centro América– con la doctrina Monroe, ‘América para los americanos’… del Norte.
Donald Trump sin máscaras, sin recato, sin velo alguno revivió formalmente ante el mundo la nefasta política expansionista del imperio de los Estados Unidos y en particular con América Latina y el Caribe, al que rebautizó como su ‘Patio Trasero’. Precisamente eso fue lo que atacó Maduro en su discurso y dejó claro que era una contradicción de carácter histórico y, de manera concomitante, volvía a actualizarse porque en los Estados Unidos gobernaba los más atrasado, retrógrado y reaccionario del pensamiento político mundial, un verdadero peligro a nivel mundial como es evidente, cuando menos en los últimos presidente gringos: Busch, Obama y Trump.
Maduro dejó claramente defendida la dignidad y la valentía de nuestro pueblo y nuestra intención de no doblegarnos ante poder alguno. Se acompañó en su extenso y preciso discurso del ideario que en su tiempo y en la lucha contra el imperio español enarboló el Libertador Bolívar, programa que igualmente levantó el Comandante Hugo Chávez y es bandera y programa político principal de la Revolución Bolivariana. El Presidente Maduro fue duro, muy duro contra los gobiernos cipayos y satélites del gobierno norteamericano que hoy conspiran contra Venezuela y algunos, incluso, tienen las manos metidas en el reciente acto terrorista del frustrado magnicidio y genocidio del 4 de agosto. Señalando, además, que en el caso del gobierno colombiano de Santos, y que se extiende al gobierno de Duque, estuvo comprometido hasta el fondo en la preparación del atentado, la preparación de los terroristas, el aporte de los drones, el C4 y fondo económicos. El Presidente en su discurso visibilizó el frustrado magnicidio/genocidio que fue prácticamente silenciado por la mediática internacional y señaló a los responsables directos del bárbaro hecho: los gobiernos de los Estados Unidos y Colombia.
En buena medida el discurso se centró en desenmascarar al gobierno norteamericano y poner al desnudo el injerencismo de su gobierno, la permanente subversión y denunció que todas las fases del magnicidio fueron preparados en territorio norteamericano y trasladadas a su ejecución a Colombia. Recuérdese que Santos, ya casi ido, dijo que al gobierno de Maduro le quedaban pocos días en el poder. Esa es una de las evidencias de su participación y autorización para la preparación y ejecución del atentado.
Desmontó la patraña de la "crisis humanitaria" y las mentiras de las infladas cifras empleadas por la mediática internacional y por los gobiernos cipayos. Desmonta, igualmente, el bautizado "éxodo masivo" y sus falsos positivos, el hambre, la represión. Fue particularmente duro con el bloqueo económico norteamericano, con la pretensión de despojarnos del uso de monedas como el dólar y la presión a la banca e instituciones internacionales que retienen el dinero venezolano y le niegan la adquisición de alimentos y medicinas. Criticó a la Unión Europea por seguir contra Venezuela las políticas yanquis.
El Presidente Maduro dijo algo, que repetiría con posterioridad tanto en los Estados Unidos y aquí en Venezuela al llegar, se refirió a la posibilidad de conversar con el presidente norteamericano de tú a tú, sin agenda, en base al respeto a la soberanía venezolana. Incluso le dio a un eventual encuentro con Trump una valoración tal que repitió que si ambos presidentes hablaban "muchas cosas se iban a solucionar entre los dos países".
Interpreto esas afirmaciones del Presidente como un gesto político y diplomático de un jefe de Estado a otro, pero no es que no se pueda dar, por supuesto. ¿No se reunió Trump con el líder Kim Jong Un, después que amenazó con pulverizar a Corea del Norte y van a volver a reunirse? Ahora, supongo que ese hecho pudo ser considerado por Maduro, ¿pero son similares las dos situaciones? La República Democrática del Corea es un país con un importante y significativo poder nuclear, que, además, derrotó a los Estados Unidos en la Guerra de Corea en 1953. Es decir, Trump cedió por el temor real de un ataque nuclear coreano. Venezuela es un país no con un poder nuclear que nos permita defendernos, pero sí con un poder petrolero y minero, riqueza super abundantes a las que tienen en la mira las naciones imperiales y corporaciones transnacionales para ponerles la mano.
El presidente yanqui no nos ve en el mismo nivel de Corea, evidentemente nos subestima, pero además arma toda una estrategia y una geo estrategia, –siguiendo la política de Obama de considerarnos una amenaza a sus intereses–, como sistema, para derrocar a Maduro y a la Revolución. Creo que Trump podría aceptar reunirse con nuestro Presidente si lo ve que da concesiones a sus aliados de la derecha interna y externa, o si logra asestarle un golpe, no necesariamente derrocarlo, en sus intentos subversivos y eso lo debilita. Pero Trump y el sistema del Estado norteamericano sabe que la nuestra es una Revolución armada, que Maduro no es Gadaffi y no se va a desarmar, que es mucho más fuerte que lo que ellos habían creído. En suma, lo planteado por Nicolás es una jugada de alta política como lo fue su sorpresivo viaje a la ONU cuando se creía que no iría. Sus resultados son a largo plazo.
Todas esas políticas están imbricadas a la geopolítica mundial, a los apoyos reales que tiene Venezuela en el mundo, a los 120 países que conforman el bloque de los No Alineados, al apoyo ruso expresado por el canciller Labrov y otros líderes; y el detalle no menos importantes, la larga cola de presidentes, primeros ministros, delegaciones de muchas naciones y diplomáticos que querían felicitar a Nicolás Maduro, tomarse una fotografía con él, expresarle su solidaridad. Eso rompió el rígido protocolo de la ONU y evidenció que nuestro país tiene más apoyo de los que piensan sus enemigos y adversario.
Nicolás demostró un gran valor, es un líder con las botas bien puestas. Se metió en un nido de alacranes como son los Estados Unidos, como dijo el Gobernador del Estado Vargas, General García Carneiro, y salió indemne. Derrumbó mentiras, falsos positivos, denunció a los presidentes traidores a sus pueblos y les desbarató sus siniestros planes.
Pero no terminó allí el trabajo del Presidente, después vino el baño de pueblo norteamericano, la reunión con miles de líderes sociales, sindicales, de izquierda, religiosos norteamericanos quienes le expresaron su respaldo a la Revolución Venezolana y a su líder Nicolás Maduro. Los contactos con presidentes de muchas naciones, incluso con el Secretario General de la ONU con quien trató temas fundamentales, imagino que tocó el problema del Esequibo y de reactivar las conversaciones con el presidente de Guyana en base a los Acuerdos de Ginebra.
Maduro mostró un acertado manejo de lo mediático. Fue coherente y a pesar de las denuncias no utilizó un lenguaje panfletario o irrespetuoso. Fue no sólo diplomático sino actuó como un estadista. Como dijo la camarada periodista Luisana Colomine, al referirse al viaje: "El presidente Nicolás Maduro se graduó también de "gran comunicador" en su reciente discurso ante la 73º Asamblea de la Organización de las Naciones Unidas, al coronar allí de manera exitosa (aunque se diga lo contrario), una serie de hechos comunicacionales que le han configurado la imagen pública ajustada a los liderazgos carismáticos, esos que despiertan una mezcla de amor-odio".