Este martes, 10, andaba por Guacara, ciudad industrial carabobeña y venezolana, siempre maltratada por todos los gobiernos, en cuyos gigantescos barrios la pobreza crece sin misericordia. Esta ciudad la conocí por allá en 1993, cuando observé con asombro, que por sus calles llena de huecos y aguas sucias, se desplazaban unos vehículos (carros para campos de Golf) (¿¿¿???) que utilizaba la policía del Municipio para sus actividades. Poco tiempo después los vi arrumados en un terreno donde funcionaba la comandancia de policía de ese entonces.
Eran los tiempos del segmento cuarto-republicano conocido como el Punto-fijísmo, nefasto periodo donde pasó de todo y sobre el cual hemos escrito numerosas veces. Ese cosmos político del pasado con sus abundantes agujeros negros, tampoco debe ser utilizado para ocultar los agujeros negros del actual ejercicio gubernamental. Aquel pasado ominoso, a partir de 1999, con el Presidente Chávez, se intentó superar, pero, el fallecimiento del comandante y el ulterior desarrollo de la política venezolana nos condujeron a una realidad cuyos resultados están a la vista. Este martes 10 de setiembre de 2019, al llegar a mi casa, después de algunas diligencias y vivencias en Guacara, me senté a escribir, no para analizar nada, sino a pegar un GRITO.
Y, es el grito de un ciudadano, común, que conversa, ve, siente, que algo lee y se informa, que igualmente como los demás, anda de asombro en asombro con los precios cuando intenta comprar algún alimento, y no hablemos de otros bienes entre ellas los fármacos. Caminé por varias calles de una ciudad venida a menos, de empresas cerradas, y donde el comercio minorista pareciera que bajaron sus santa marías y se instalaron en las aceras y calles, inundando todo con la buhonería, y donde las personas que se desplazan parecen más bien sombras humanas en reversa, cuyos rostros y vestimentas evidencian la pobreza. Ojos que seguramente ven más los tonos grises que colores. Claro, este grito no es el GRITO famoso del pintor noruego Edvard Munch, (1) pero en el fondo es un grito compartido en el “dolor y la tristeza”, por algo ocurrió el grito en Oslo y por algo se realizan las conversaciones y negociaciones políticas venezolanas en dicha ciudad nórdica.
Pero este GRITO, en este momento, lo hago por mí, y por las Maestras, y Maestros, y pido disculpas, pues no intento representar a nadie, solo solidarizarme. Yo, tuve Maestras, a las que con sus particularidades quise, y recuerdo en mi vejez con afecto y gratitud, a ellas donde estén las sigo respetando y queriendo.
Cuando esperaba frente a una panadería a un vecino que me acompañaba, se me acercó una joven, muy amable, me saludó con mucho cariño, andaba con su compañero que le ayudaba con una pequeña cava, cargada de “Tetas” helados caseros que vendía en las adyacencias del hospital. La reconocí, aunque está bastante delgada, había sido una pasante en una institución que hacía algún tiempo dirigí, esa pasantía le permitía ayudarse en sus estudios de educadora, graduándose de licenciada en educación, siendo en la actualidad Maestra de Segundo Grado. Esta joven profesional, presenta problemas en la cervical y tiene reposo médico, en el ínterin elabora y sale a vender helados para poder medio resolver la compra de los medicamentos, pero no le alcanza para resolver el hambre. Su amigo que la ayuda a cargar la cava y a veces a vender, es un joven médico, egresado de las misiones, cursa un postgrado.
Como dramática curiosidad, un pan campesino en esa panadería cuesta 18.000 bolívares y un helado 1.500, esta joven tendría que vender 12 “Tetas” para comprar un pan. Le di la cola y hablamos largamente en el trayecto Guacara-San Joaquín, y esa conversación me regresó a 44 años en el pasado, (1975) cuando por razones de trabajo, viajaba con frecuencia entre Cumaná y Carúpano.
Saliendo de la Primogénita en pleno medio día, me solía encontrar unas maestras, que bajo unos árboles de Almendrón O de Uva de Playa, trataban de protegerse de aquellos rayos solares perpendiculares, mientras conseguían un transporte. Yo era una cola segura y entre tres y cinco maestras llevaba hasta el Muelle de Cariaco, población pesquera donde estaba la escuela. En esas conversaciones en ese largo trayecto, ellas me hablaban de sus habilidades caseras (reposteras, costureras) para ayudarse ante el mísero salario que devengaban, como docentes.
Llegando a la población, nos encontrábamos por la carretera bajo ese catire furioso, a los niños que de las localidades vecinas iban a su escuela.
Simón Rodríguez y otros extraordinarios venezolanos, lo dijeron muchas veces, que la construcción de una República, solo era posible con la formación de republicanos. ¿Qué ha pasado en la historia venezolana con la Educación? Se supone que el Sistema educativo de cualquier nación atiende a sus fines e intereses filosóficos y estratégicos. ¿En Venezuela eso es así? ¿Cuantos ministros de Educación ha habido en el periodo bolivariano y que resultados hay de esas gestiones? ¿Hay desapego con la Patria, y de ser así, por qué ha ocurrido? ¿Es la Educación y formación en general de los venezolanos, la real y concreta palanca que nos libere del atraso y subdesarrollo? Ahora, es lógico y obvio que creamos que eso es así, hay además bastante información y teoría sobre ello. !!Entonces!! ¿Porque viajamos a contravía, tanto en el pasado como en el presente?
Hace rato, un viejo Maestro de Cumaná, sobre estos temas, con mucha propiedad, viene pegando un reiterado GRITO, pero la sordera de los gobernantes es tan grande, como profunda es la Fosa de Cariaco.
LA REVOLUCIÓN ES CULTURAL
Munch, Edvard /diario 1891
“Iba por la calle con dos amigos cuando el sol se puso. De repente, el cielo se tornó rojo sangre y percibí un estremecimiento de tristeza. Un dolor desgarrador en el pecho (…) lenguas de fuego como sangre cubrían el fiordo negro y azulado y la ciudad. Mis amigos siguieron andando y yo me quedé allí temblando de miedo y oí que un grito interminable atravesaba la naturaleza”