Maldita sean Guaidó, Leopoldo López, Julio Borges y su pandilla

Una maldición es una expresión o conjunto de palabras que se invoca o se desea el mal hacia una persona. Si la maldición se hace firme a la persona pueden ocurrirle sucesivas desgracias, todo le saldrá mal porque le ha caído la maldición. No se asusten por el epígrafe de este artículo, quien lo lea pensará que soy un ser diabólico o un blasfemo. Craso error, simplemente estoy utilizando el mismo recurso que aparece en La Biblia, que es la palabra de Dios.

Jeremías 48:10: Maldito el que hace la obra del Señor con engaño; maldito el que extrae la espada de su sangre.

Génesis 3:17: Entonces dijo a Adán. Por cuanto has escuchado la voz de tu mujer y has comido del árbol del cual ordené, diciendo “No comerás de él” maldita será la tierra por tu causa, con trabajo comerás de ella todos los días de tu vida.

Génesis 3:14: Dijo entonces Yahveh-Dios a la serpiente: Por haber hecho esto maldita serás entre todas las bestias y entre todos los animales del campo; sobre tu vientre te arrastrarás y polvo comerás todos los días de tu vida.

Los tres versículos anteriores son un ejemplo, de varios, que utilizó Dios para desearle mal a quienes se descarrilan del camino indicado por el todopoderoso. Si Dios, un ser perfecto, utilizó el recurso de la maldición para condenar al sufrimiento a los hombres y las mujeres por la pendejera de comer una manzana, yo, un mortal imperfecto, también lo utilizaré para ensañarme contra unos grandes carajos.

Ciertamente no creo que la maldición sea condenatoria de algo, simplemente la utilizaré para descargar mi iracundia contra unos personajes quienes fueron extraídos de los pantanos más nauseabundos de política venezolana. Soy un ateo recalcitrante y no creo que porque yo maldiga a un canalla, dicha condenación se va cumplir al pie de la letra. Tampoco le voy a desear la muerte a ninguna persona, dado que esta es la solución de los problemas. A los aludidos en el título el título del artículo les voy a desear una larga vida, porque los caminos de la existencia están tamizados de sufrimientos.

Son muchas las razones por la que debo maldecir a un grupo de malparíos y quizás, de manera egoísta, lo haré por todos los males que me han causado, que de seguro no son diferentes a los padecimientos de mis compatriotas. Maldigo a Guaidó, López, Borges y su pandilla de truhanes por:

La entrega que están haciendo de los recursos naturales del país a las corporaciones extranjeras.

La muerte de mis familiares que no pudieron ser asistido por, en algunos casos, lo elevado de los precios de la medicinas y en otro, por la desaparición en el mercado de tales medicamentos producto de las sanciones económicas.

Por la reducción de mi salario como docente universitario jubilado, el cual quedó mermado a la suma de cuarenta dólares quincenales. Cifra que me impide vivir como le corresponde a una persona de la tercera edad.

La dificultad de trasladarme de un sitio a otro de la ciudad, dado que mi auto se me dañó y por los costos de los repuesto, consecuencia de las sanciones, no he podido repararlo. A lo anterior debo agregarle la avaricia de los choferes de las camionetas que cada vez que les da la gana aumentan el pasaje, así mismo, por la zona donde vivo el servicio de metrobús fue suspendido porque las unidades están deterioradas. Debo añadir el peligro a que me expongo si por casualidad me tardo en un diligencia, tengo la certeza que después de la seis de la tarde no hay camionetas por esta zona.

La imposibilidad de disfrutar unas vacaciones, ni dentro ni fuera del país, dado que mi salario escasamente me sirve para mal cubrir mis necesidades más elementales. Mi sueldo mensual se corresponde al precio de un cartón de huevos. Actualmente esta es la vida de un docente universitario que pasó parte de su existencia dedicada a la educación. Esto se lo debo a esta cáfila de h.p. con el perdón de las meretrices.

La imposibilidad de disfrutar de la vida como podría hacerlo cualquier habitante de un país normal, como es la de frecuentar un cine, asistir a una obra de teatro o acudir a un restaurante con su esposa. Todo esto se me está negado, simplemente porque los bandidos de V.P decidieron joderles la vida a todos los venezolanos.

El impedimento de publicar libros. Desde los veintiochos años me dediqué a trabajar con editoriales para la publicación de libros de textos de Física y Matemática. Después de jubilado edité novelas, cuentos y ensayos, unos por mi cuenta y otros, a través de empresas. Gracias a las sanciones económicas y al encarecimiento de las divisas las editoriales y las librerías están cerrando. No he logrado publicar más libros, dado que todos los implementos que utiliza una editorial son importados.

Por la muerte de decenas de venezolanos en el exterior quienes abandonaron el país buscando una mejor vida en otros países, debido a la situación económica. Y todo esto, como consecuencia de las sanciones y del bloqueo financiero. Las mismas que Guaidó, López, Borges y la cáfila de bandidos solicitaron ante los gobiernos canallas.

Por el desmembramiento de miles de familias venezolanas cuyos hijos, hijas, esposos y hermanos salieron del país en la búsqueda de salarios dignos y lo único que encontraron fue explotación, racismo, violencia de género, xenofobia, entre tantos males.

Las angustias que sufren millones de venezolanos ante las amenazas de una invasión militar solicitada por esos h.p. con el perdón de la meretrices.

Los nexos de los nombrados en este artículo con los paramilitares (rastrojos) y narcotraficantes colombianos.

Las infortunadas alianzas de esos malvivientes, quienes conjuran con lo peor de la política internacional para rematar el país, a cambio de llegar al poder por cualquier vía y robarse una parte de nuestras riquezas.

Las empresas nacionales que están quebrando producto de las sanciones económicas, que según Guaidó, López, Borges y su pandilla, solamente afectarían al presidente MM y a los miembros de la directiva del PSUV.

Por las mentiras descaradas que divulgan en escenarios internacionales para justificar una acción armada contra el territorio venezolano.

Por todo lo anterior, por lo que no recuerdo y por lo que cada lector desee agregar maldigo a Guaidó, López, Borges y su caterva de malandros que lo acompañan en la pretendida entrega y destrucción de un país que tanto ha costado levantar. Tengo la certeza que, porque yo los maldiga sus actuaciones van a mejorar. Esos seres están dañados, no tienen posibilidad de recuperación y le dejo a los lectores que les deseen el peor mal, porque si se cumple quizás se habrá resarcido la deuda por el daño que le han causado al país. No sé quién lo escribió, lo leí en alguna parte y simplemente lo copiaré textualmente: “¡Escúchame hombre de corazón duro! ¡Escúchame, orgulloso, severo y cruel! ¡Habría podido salvarme y devolverme la dicha y virtud, pero no quiso! Usted es el destructor de mi alma, mi asesino. ¡Que caiga sobre usted la maldición de mi muerte y la de mi hijo que no nació!” Y también podemos escoger entre otra maldición: “Ojalá que se resbalen al fondo de una letrina, que sufran todos los males que jamás sufrió un humano: la sarna, el sabañón y el sarampión africano”. Hay maldiciones para escoger; en La Biblia hay bastante. Lee que algo queda.


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Enoc Sánchez


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