Barbarie sin sentido. Afroestadounidenses muriendo. Latinos muriendo. Unos y otros mueren por igual. No es una selección sin igual del coronavirus. Es algo más como pobres entumecidos que la miseria los arropaba viviendo en Nueva York. Y la noticia tomada voló por dron: distrayendo con su miseria las fosas comunes en una isla que pertenece a Nueva York que, convertida ahora está en cementerio donde, reposarán cadáveres que enlutan una nación de grima.
Las estadísticas no mienten. Desigualdad generalzada y el virus la afloró. Acaso la rica enseñanza de un destino o, de una causa-efecto, que parece ser comunes por años.
Injusticias que han sido ignoradas desde muchos años atrás por el poder. Mientras a Trump le preocupa más la alanza de cooperación contra el virus de Xi con Maduro, por la que no está contento que no lo deja dormir, despierta varias veces entre la noche. Algo se le escapa y el virus crece en los Estados Unidos con más infectados y cada día más muertos.
¿Afroestadounidenses y latinos: disparados por una segregación indisciplinada por un coronavirus que dicen que viene de China que, hasta la Organización Mundial de la Salud (OMS) habrá de ser castigada por conciliar mejoras de atención con China que con los Estados Unidos.
Trump no está feliz: se le nota. Hay una amarga rabia en él que siempre se desquita en contra de Maduro como si fuera la pesadilla del poder de su bastarda existencia.
Y es que Maduro lo desanima, no le da ánimos como antes lo hacía Guaidó. Trump sufre y está consciente de que pierde mucho tiempo por no hacer nada. Todo se le escapa que hasta su país es el campeón actualmente del coronaviros: al sobrepasar a Italia en muertes y en contagiados y, eso es como si tuviera un virus infernal dentro de sí que se lo come vivo.
Es posible que el alma de Trump esté contagiada de sufrimientos por meter la pata muy seguido, aunque todavía no ha perdido el apetito político de permanecer en el poder con un coronavirus que le está infiriendo mucho estrago a su país, pero hay una particularidad que quizás lo anima a no darse tan prontamente por vencido y por más infame que parezca: los que se están muriendo allá son los pobres y entre ellos: muchos negros y latinos que tampoco es para tanto -dirá.
Y más temprano que tarde: Nueva York seguirá atrayendo turistas que en nada les interesarán: el drama que la empuja a no dejar de ser progresista con ese submundo que la ilumina por dentro con tantas cosas por ver que, morir en Nueva York pudiera ser una esperanza de mejor vida que hasta Trump lo sabrá que de ahí su poca preocupación por su población de la que muy bien sabe que está plagada de negros y latinos que por ella mueren, a lo mejor conscientes del sueño americano que a muchos reconfortará haberlo intentado.
Mientras, la enfermedad del virus diezma a muchas comunidades afroestadounidenses y latinas que son minoría en Nueva York, el presidente Trump vive su calvario de padecimientos que lo mantienen en una desolación de sufrimiento en cuarentena. Pero además está molesto. Sumamente molesto: le preocupa Xi y le preocupa Maduro e indirectamente tanto China como Venezuela le da como un esguince de poca voluntad de sueños. Pero como todo no está perdido: seguirá siendo el jefe del imperio sin calmantes.