Sin estado ni derecho

O pasas agachado y desapercibido, o tienes que enfrentarte a lo establecido y dejar de ser un sujeto sujetado.

Están lo que pueden actuar con abogado, con palanca y con moneda, se trata de hacer o perecer en el intento.

 

Una sociedad sin estado ni derecho es una utopía que algunos han defendido como una forma de organización humana más libre y justa. Sin embargo, la historia y la antropología nos muestran que la ausencia de un poder centralizado y de unas normas jurídicas que regulen las relaciones sociales conlleva graves problemas y riesgos para la convivencia pacífica. Sin estado ni derecho, no hay garantía de que se respeten los derechos humanos, la igualdad, la seguridad o la democracia. Por el contrario, se favorece el caos, la violencia, la arbitrariedad y la opresión de los más fuertes sobre los más débiles. Por eso, muchos autores han defendido que el estado de derecho es una condición necesaria para la libertad y la dignidad de las personas. El estado de derecho implica que todos los ciudadanos y las autoridades están sometidos a la ley, que esta se elabora mediante procedimientos democráticos y que existe un control judicial independiente que vela por su cumplimiento. El estado de derecho también implica que la ley es clara, previsible, razonable y proporcional, y que se respeta el principio de legalidad, es decir, que nadie puede ser sancionado por una conducta que no esté previamente tipificada como delito o falta. El estado de derecho es, pues, un instrumento para proteger los derechos y libertades de todos los ciudadanos frente a posibles abusos o arbitrariedades del poder político o de otros agentes sociales.

Quienes nos hemos dedicado durante años en tratar de buscar entender y saber qué es lo que nos mantiene en el mundo de cosas que hay y son como lo hemos creído, diferente a otros importantes aportes de quienes piensan distinto, formados desde las epistemes más sólidas, pero que no nos quitan lo bailado en la experiencia de la existencia sin límites, ni imposiciones ni decretos de Estado. Preferimos darle mayor importancia a la noción del significado de nación, lo que se establece antes que cualquier institución donde se imponen condiciones por favoritismos de distinta índole; puesto que nos remitimos a los principios y valores inculcados entre todos y todas, desde un hogar común, una sociedad, la cultura y la civilización, sin cerrarnos a férreas voluntades que no se enfocan al bien de las personas. Hemos avanzado a pasos sostenidos por derroteros de mejoramiento humano, de enaltecer a la especie, desde la honestidad, la mística, el espíritu y el cuerpo. Desde la humildad como carácter primordial en contacto con la propia naturaleza y el don de la existencia, cuya importancia se remite el estar presentes, conscientes del aquí y ahora en la empresa de las inmensas capacidades que se pueden desarrollar, con las cuales el aporte al prójimo será fundamental. Cada grano de arena cuenta en la playa donde nos bañamos, y no teniendo dueño, es de uso general. Por lo menos es lo que debería ser entre los hombres y mujeres de buena voluntad, es lo mínimo que se esperaría por parte de individualidades racionales, desde la lógica supina.

Acaso no medramos todos los seres vivos de, en y con la naturaleza, de la cual tomamos para vivir, para construir, para relacionarnos con el ambiente, y si además le agregamos e a esto que vamos tomando de ella con lo cual creamos, desde la creencia, hasta lo que hacemos con lo que somos. Importante es que la preservemos para las generaciones futuras, es decir del mañana, que no es más que la realización del presente. Es lo que vamos forjando a golpe de bajo pruebas extremas, bajo el incesante bombardeo de las adversidades y contradicciones, las cuales toca esgrimir y son los alicientes, arrojados como estamos sobre el mundo que nos rodea, ese universo de posibilidades donde se decide, y no son entonces los que están arriba y ocupan cargos y ejercen roles que otros deciden a través del ejercicio por un tiempo determinado para que demuestren de qué están hecho. Por cierto, en la mayoría de los casos se eligen no siempre a los más aptos, puesto que son producto de las circunstancias, ya que no tienen las capacidades necesarias para hacer lo mejor, sino que son lo menos malo, por eso cuesta salir del atolladero en que estamos inmersos. Son las élites las que ponen y quitan presidentes, gobernadores, alcaldes y concejales. Pero nos manipulan y hacen creer que somos nosotros a través de los votos los que inclinamos la balanza hacia nuestro favor y no ha sido así.

Se ha dicho que el principal actor de los cambios son las masas dirigidas por un líder, pues resulta que ese protagonista tiene sus visiones y es pueblo, pero requiere de una estructura de poder para poder gobernar un Estado, conducir los negocios públicos de una nación hacia derroteros que pretenden favorecer a las mayorías, pragmatismo que calza en el programa, pero no en la realidad, ya que con antelación los grupos y sectores ya se han cuadrado desde sus intereses particulares, se pertenece a una clase y se actúa en consecuencia. Entonces, dónde quedan los derechos, las garantías, la justicia, la libertad, la paz, la convivencia, la democracia. Las cárceles, los cementerios, están llenos de muertos y de presos que por ir a contra corriente de la existencia y de lo que importa para quienes dirigen a las mayorías, el Estado, la Iglesia católica apostólica y romana, y los propietarios dueños de los medios y los modos, que las instituciones avalan, como lo hace la cristiandad al pasar con su ideología a formar parte del entramado de corrupción e intereses estancos, cuando separados dentro del cristianismo, se reparten la tierra, el agua y el aire, y desde los medios y los recursos aplican la ley del más fuerte, la del embudo, estableciendo la pirámide como su símbolo o do y control desde la modernidad, para dominar a las masas en un juego perverso donde las reglas las imponen ellos y se deben obedecer a juro y porque sí. Cualquiera que reclame con razón será sometido por rebelde y contestario. El objetivo siempre es el mismo, la dominación de los muchos por los pocos, incluso de la entera especie humana por un 1% de la población mundial, donde el 10% es dueña y el resto está a merced de los caprichos de ellos.

Desde que hay memoria y se ha refrendado a través de la historia y su historiografía, no queda nada oculto bajo el sol Invictus, dicho sin pelos en la lengua. Rechazar lo que hace el Estado a favor de individualidades y en contra de colectivos organizados, dice mucho de cómo están las cosas al día de hoy, preocupante cuando los rebullones anuncian en torbellino que la cosa está encaratada. Calificar de delitos lo que no lo es y hacer pasar por malo lo que es bueno y viceversa es lo que estamos presenciando al final de los tiempos de lo que está por morir y en consecuencia debe nacer, si es que sea posible antes de la hecatombe que anuncia y amenaza con el fin de la propia especie humana. Será que hay alguien que se beneficiará de todo esto, quienes son, de donde vienen, dónde están. Alguien lo sabe, estamos conscientes de lo que está aconteciendo en la sociedad global de cara al 2030 para de la sociedad global. Porque es lo que hay y la ausencia del supuesto del derecho, privando la del hecho, y con razón lo lógico y civilizado sería por sensatez, que el óbice se colocara en lo obvio y en Venezuela por lo menos en el mundo ponderado, se respetara el debido proceso y la tolerancia se manifestara en equilibrio y concordia, para vivir en armonía.

Muy bien dicho, es bueno y sensato aclararlo, pero sabemos que la realidad es otra cosa, pero siendo todo, en ella nos hallamos inmersos, flotando, sumergidos o nadando a contracorriente, cuando no, dejándonos arrastrar por lo material, priorizado frente a lo espiritual. La verdad es que más allá de las apariencias, las oportunidades las pintan calva y sin peluca. Y ya que nos dirigimos en dirección al futuro, pero mirando hacia el pasado, es decir dándole la espalda al porvenir, de este modo se pretende concebir el presente, preparando, organizando, disponiendo, combinando, lo que se expone en tanto y en cuanto nos encontramos contenidos en el capullo como la pupa. Acaso no somos quienes le otorgamos el poder y consentimos en la posibilidad de hacer y renovar toda metamorfosis, esa caprichosa naturaleza en la que medramos todos los seres vivos, pero somos espíritu, tierra viviente, creamos porque creemos y transformamos desde el azar, con desenfreno por la finitud otorgada, en esa simbiosis que compite por la existencia darwiniana del más apto, que se traduce en el más fuerte, para alcanzar el estadio en la supervivencia de la especie, simples avatares de la materia puesta en evidencia como cosificación, deshumanizando la esencia del ser de la persona, del yo soy, renovándose mientras perdura e interviene en el mundo, en el universo, en el cosmos.

Todo fluye porque todo vibra y se transforma, pero cada cabeza es un mundo que gira, rota y se traslada a conciencia o por simple conceptualización de presupuestos y sentidos, ciegos, sordos, mudos, insensibles, desconociéndose frente a los elementos que lo integran. En esa balumba de entretejidos pasado, presente y futuro que se manifiestan a la vez como todo lo que llena la nada y el vacío; lo que se oculta de aquél que mira el reflejo de quien está detrás del espejo. Es el sutil velo que se descubre cuando se dan los primeros pasos hacia el darse cuenta, el despertar, el saber que nada transcurre sin que lo quieras y dispongas declinar tu consentimiento, surgiendo de la loca de la casa, cuanto es tangible de lo abstracto hecho carne, sin censuras ni alienaciones. Es ese guion como ensayo con sus pautas, sus esquemas y concreciones, la inteligencia, del que no sabe y aprende, del que no atisba a ver más allá por los obstáculos frente a sus referentes. Acaso no es lo que crees lo que creas de tu propia realidad.

Somos los sujetos del verbo predicado en los niveles, planos y dimensiones deconstruidas luego que el tiempo, espacio y materia fueran, de lo que individual y masivamente hemos amasado desde el asombro, la duda, el desafío y la porfía, desde el pensamiento formal del logos, la gran explosión y primordial om, que todo lo envuelve en una aparente verdad revelada o develada, que para lo que sirve da igual en lo concreto o la ilusión, puesto que no ocurre sino lo que queremos mientras más pensemos en darle respuestas a cuanto nos empeñamos en resolver para contentar a propios y extraños, sin la capacidad ni la voluntad de elevar la conciencia y alcanzar en el tránsito del sendero particular, propio, íntimo, absoluto, para disolver más allá de los estancos que nos separan al entrar en la matrix.

Pero partimos de la matriz, fuente primordial con profundas raíces sobre las que se eleva cada vez más el espíritu que nos anima, de nada serviría recorrer esta experiencia cuando apenas si no damos cuenta de que estamos, luego somos lo que es en este instante que transcurre presente. Lo que se presenta no es lo que se prevé que ocurra, a menos que estemos conscientes con plenitud de conciencia; y es que hay fuerzas, fenómenos, leyes, cosmos, universos, una entera cultura imbricada por las sociedades, la historia con sus narrativas, sus cuentos y sus cuentas en el pensamiento que se va amoldando a las circunstancias, para mantenernos ubicados en cada paradigma sin cesar en la existencia que se extiende en la espiral de la vida, del libre albedrío que no es libre, puesto que está sujetado a los presupuestos epistémicos, axiológicos, metódicos, lógicos, racionales, en las ideas tejidas de la trama del pensar que sea así y no asá. Promesas hueras, esperanza inútil, flor de desconsuelo, esclavos de lo que decimos, otorgándole poder a quien lo ejerce y se alimenta de mí, de ti, de nosotros y nosotras, de todos y todas, sometidos por los pocos que dominan a los muchos que lo consienten por su ignorancia tantas veces planteada, en Occidente hace poco más de 2500 años, en Oriente hace eones, eras, abismos de tiempos que se pierden en los intersticios de lo que no hay, sino de cuanto se funda y pasa a constituirse, a erigirse, a edificarse, hasta alcanzar el no va más, el cierre del ciclo, la renovación, del Génesis al Apocalipsis bíblicos, comentado para los creyentes abrahámicos, frente a los que no creen que creen en otras manifestaciones, que al final de cuentas es el mismo tema del mitema y mistificación como salvavidas y bálsamo de paz en aquello que yace porque está antes de ser idea, pensamiento, concreción, fundamento, hacedor, de las criaturas paridas sin pecado concebidas.

La democracia no existe son los sistemas de partidos los que la ejercen dependiendo de su rankin, peso y poder dentro de la sociedad establecida de antemano donde se actúa para mantener retenida la libertad para actuar. Se trata de las superestructuras que buscan y se empeñan en la autoconservación del poder y se sirven de los más débiles y a su costa perdurar si es posible eternamente y hasta crear sus clones. Hoy se emplean máquinas que, por sofisticadas, no superan al cleroteión, aquel dispositivo mecánico que usaron en la Antigua Grecia para asignar cargos públicos de forma aleatoria entre los ciudadanos. Una sencilla máquina hecha de madera con ranuras y tubos, por donde pasaban bolas de bronce con los nombres de los candidatos. Tal artilugio garantizaba la igualdad e imparcialidad en el sistema democrático griego. Fue desarrollado por allá el siglo IV a.n.e. en las polis o ciudades-estado. Ejemplos de ellas fueron Atenas, Esparta, Corinto y Tebas, cada polis tuvo su propia forma de gobierno, cultura, religión y economía, pero compartían el idioma, las costumbres y los juegos olímpicos.

Hoy en Occidente desde las revoluciones desde inicios del siglo XX la realidad no muestra mayor avance en lo cuanto al significado del bienestar para el proletariado, los obreros y campesinos condenados por el capitalismo a vivir sometidos por el mundo de una cultura del consumismo, y las doctrinas y filosofías positivistas, que han cambiado el rol del hombre en la historia, la política y la ideología. Hemos atravesados por circunstancias especiales, pero sin balizar las conquistas más allá de las contradicciones y dogmatismos por corrientes mal digeridas entre indios, blancos y negros. No somos capaces de deslastrarnos de los restos del autoritarismo de los dictadores que se ponen y quitan los uniformes a discreción y conveniencia de renovadas oligarquías, caudillismos, burguesías y el funcionariado maula, rémoras de un Estado hipertrofiado, pesado, engorroso en su accionar, donde cada quien hace lo que cree a partir de las líneas que todos acatan, pero nadie cumple, si acaso en cuanto corresponde a los beneficios que le otorga tales cargos. Sus posturas altivas y gestiones que dejan mucho que desear. Se insiste en mantener un burocratismo cuya práctica es de capitalismo para arriba, hacia las altas esferas del poder, donde el reparto es equitativo entre los convidados a prácticas discrecionales. Falta mucha solvencia moral, y ética personal sin tachaduras que empañen el servicio al cual están llamados por la patria. Las acusaciones vienen y van, los insultos y epítetos entre caimanes del mismo pozo al cual le queda poca agua, dejando al descubierto sus cachos y bojotes, atragantados de peces y panes, no penes, por si acaso. La voracidad que hemos observado se ha ensañado contra el país por los gobernantes y los opositores, sustrayendo del mismo saco el erario público, esquilmando a la nación y a los ciudadanos, a quienes se les arrebatan sus sueldos y salarios, sus prestaciones, pensiones y jubilaciones. En suma, al pueblo, al soberano, se le ha conculcado su participación y protagonismo, además de la democracia, la burguesa, que favorece a los pocos que cada vez tienen más, gracias al Estado que los beneficia con remesas permanentes, de manera que no embochinchen al país, manteniéndose el viejo orden incólume, mientras el nuevo apenas si se asoma a la luz. No ocultamos el hecho de que en lo interno el tercer actor se erija frente a la hegemonía de un madurismo que controla desde el poder, desnaturalizando el proyecto originario que nos dimos todos a partir de 1999 de un proceso de cambios en revolución chavista. Nuestra práctica política y social hoy, golpeada por una grave recesión económica en yunta con los interese de una élite global, que trasciende el marco de discursos menguados. El capítulo que se abrió en 1989, que disolvió los dos bloques y apalancó el proyecto mundo neocapitalista, está en pleno desarrollo. Solo el Socialismo del Siglo XXI puede ser la alternativa antes del 2050.



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Franco Orlando


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