El aumento de la temperatura superficial promedio global registrado en el 2023 fue de 1,4°C sobre el promedio de la época preindustrial, correspondiente a la temperatura superficial promedio más alta en 120.000 años.
El 2024 tiende a destronar al 2023 como el año más caliente, por la confluencia de varios factores: el incremento en las emisiones de CO2 y otros gases de efecto invernadero, la incidencia de El Niño y la coincidencia con un máximo cíclico solar.
Venezuela ya perdió todos sus glaciares. Deberíamos reconocer este hecho como lo que es: una tragedia nacional.
Debería disparar las alarmas por la avalancha de efectos adicionales que se avecina sobre el país a corto plazo, por el mismo motivo, sobre una población inadvertida: sequías, inundaciones, aumento en el nivel del mar, incendios forestales, olas de calor, huracanes, pérdida de fuentes de agua y de fertilidad de los suelos, falta de alimentos, migraciones.
También debería servir para concertar una política nacional efectiva sobre el calentamiento global y sobre las medidas de adaptación de la población a sus inevitables impactos.
El Acuerdo de París establece el compromiso mundial de limitar el aumento de la temperatura promedio global a un máximo de 1,5°C para finales de siglo en relación con el promedio de la era pre-industrial (promedio 1880-1900).
La tendencia actual conduce hacia un escenario catastrófico a corto plazo: un aumento en la temperatura promedio mundial de 2°C para el 2050, en apenas 26 años, y de al menos 3°C para finales de siglo.
La temperatura superficial promedio global era de 13,6 grados a inicios del siglo 20. El promedio global anual del 2023 es de 15°C. Pero en el trópico, en estado de equilibrio, la temperatura promedio tiende a duplicar el promedio global, especialmente en las regiones más cercanas al ecuador y más bajas, cerca del nivel del mar.
En ciudades como Barinas, San Fernando o Acarigua el promedio anual es de aproximadamente 28°C. Un aumento de 3°C a escala global implica un aumento de 5°C a 6°C en el Llano venezolano, en la costa, en el Sur del Lago y en la mayor parte de Guayana. En combinación con los elevados niveles de humedad, se excederían con creces los límites de la resistencia humana.
No es tiempo de titubeos o indefiniciones. Está en juego nuestra propia sobrevivencia y la seguridad de nuestros hijos.
Es tiempo de actuar con determinación y coraje, no sólo en nuestro propio beneficio, sino especialmente en defensa de derechos fundamentales de nuestros descendientes más inmediatos.