Como "caramelos envenenados" calificó el sector más rancio de la derecha venezolana, empezando por el arzobispo de Coro, Roberto Lückert, los contenidos de la reforma constitucional que más pueden interesar al electorado, en su desesperado intento porque la gente perciba en el proyecto una amenaza para la tranquilidad colectiva, el progreso del país y el desarrollo individual.
No hay mejor argumento frente a una segura derrota –otra más– que descalificar de antemano una propuesta que apenas se comienza a discutir y que le da soporte en la Carta Magna a los más emblemáticos proyectos del Ejecutivo. Los verdaderos caramelos envenenados son los que reciben domingo a domingo muchos feligreses que van a misa a orar y se encuentran con un sermón anticomunista que nada tiene que ver con nuestra realidad ni mucho menos con las cotidianidades de los fieles que acuden a las iglesias.
Caramelos envenenados son los que les lanzan muchos profesores a sus alumnos en colegios privados y universidades, con un discurso antirrevolucionario permanente, que pretende atemorizar, intimidar y acallar a la masa estudiantil que hace vida dentro de una estructura académica clasista, racista y derechista.
No digo yo caramelos, sino verdaderos misiles emponzoñados salen diariamente de la pantalla del "huésped alienante", que dirige todos sus esfuerzos comunicacionales a la tenebrosa tarea de taladrarle el cerebro a una audiencia enajenada, idiotizada, incapaz de discernir ni de encontrar sus propias respuestas.
Bombones de cianuro suelta permanentemente en todos los espacios donde le es posible –en sus casas, en Internet, en restaurantes, parques, cines; menos en los barrios– el ejército de fascistas que integra buena parte de la clase media y que se considera humillada porque la "chusma" la desalojó del poder. Por elemental respeto al Presidente no voy a mencionar aquí los "dulcitos" que le lanzan a él.
¿De qué caramelos envenenados estarán hablando esos que partieron en dos a un país, dividido por el odio y la intolerancia que han sembrado? En estos años hemos visto y escuchado un montón de disparates. Pero el cinismo de esta reacción es supino. Se pasaron.
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