Más, en el blog El Discurso del Oeste
De un compa mucho menor que yo en edad, pero seguramente más avezado en eso de soñar sociedades posibles, aprendí una fórmula que explica muchas cosas sin mucho esfuerzo. Es una fórmula discursiva, sí, pero trae consigo una carga rotunda de verdad y de definiciones: no se puede discutir y ni siquiera dialogar con el antichavismo o con la derecha, porque ellos tienen su sueño y nosotros el nuestro. Usted y yo, lector de esta acera, nos entendemos cuando hablamos de Imperios, genocidas y explotadores; uno les habla de eso mismo a los de aquel lado y enseguida preguntan, más irónicos que intrigados: “¿Cuál imperio? ¿Cuál genocidio? ¿Qué explotadores? ¿Tú le vas a creer a Chávez”. Para ellos la Historia comenzó en 1998 ó 1992, tal vez en 1989. Antes de eso no existían o eran muy jóvenes, o estaban demasiado entretenidos en disfrutar los privilegios que les agenció el Estado burgués como para andar preocupándose de indios y negros en el poder.
Han pasado unos pocos años desde que comenzó esta etapa del proceso, llamada Gobierno Bolivariano, y ahora comienzan a aflorar entre nosotros contradicciones maravillosas, otras incómodas y otras definitivamente peligrosas. Todas ellas eran inevitables y aquí están. Todas ellas hablan de nuestra energía como raza y como conglomerado político: sin discusión, desacuerdos y coñazos no hay avance posible. Mil personas que están de acuerdo en todo y no levantan la voz no forman vanguardia sino rebaño. Alguien tiene que poner la nota discordante, por amor a Cristo. Ni siquiera entre fanáticos del beisbol se da el caso de caraquistas que adoran por igual a los mismos peloteros y al manager. Siempre alguien desentona; siempre un grupo grande se une a esa discordancia, y es sano que así sea.
***
Las contradicciones del primer tipo citado (las maravillosas) lo son porque suelen confrontar a individuos y a grupos consigo mismos, y con otros dentro del mismo proyecto, en este caso el chavismo. Se me ocurre traer al recuerdo los jaleos entre alcaldes o diputados del mismo bando o facción, la trepidante tirantez entre grupos de camaradas en el 23 de Enero, las ardientes discusiones y desacuerdos en escenarios actuales y cruciales como la conformación del PSUV y las propuestas presidenciales de Reforma.
Las contradicciones incómodas son las que mantienen a ciertos sujetos dentro del proyecto, cuando lo más natural es que se produzca la separación. Como en los matrimonios sin amor, estar juntos es artificial pero nadie da el paso definitivo. Las discusiones no se dan aquí para construir ni para destruir, sino para deteriorar hasta el infinito la coexistencia. A nadie le gusta aceptar que fracasó en su matrimonio. A ningún bicho que ha vivido del chavismo y que se ha hecho odiar por la oposición le gusta aceptar que “esta relación no nos lleva a ninguna parte, vamos a tomarnos un tiempo”.
Las contradicciones peligrosas son las mismas incómodas pero llevadas a límites insoportables de convivencia forzada: ¿qué hacen en el Gobierno Bolivariano y en un proyecto socialista sujetos de derecha? ¿Por qué dicen de la boca para afuera “Patria, Socialismo o Muerte”, cuando en los adentros lo que relampaguea es la necesidad de seguir enriqueciéndose y construyendo parcelas de dominio y control?
Las contradicciones imposibles de superar son aquellas que degeneraron en conmoción, como las que llevaron al mutis a sujetos tipo Alvarenga, Pablo Medina, Guaicaipuro Lameda. Estos ejemplares vivieron contradicciones fuertes acá dentro, sus frágiles convicciones no soportaron la prueba y tuvieron que largarse.
***
Establecidos esos tres tipos de contradicción, toca hablar de las propias: las maravillosas contradicciones en las cuales muchos estamos aprendiendo a nadar, y en las cuales hemos aprendido a identificar a unos cuantos seudorradicales que no entienden nada de raíces porque jamás profundizarán en nada (y las raíces suelen anclar profundo). Desde hace un tiempito para acá ha cobrado fuerza dentro del chavismo el infaltable ejército de sujetos según los cuales discutir es malo, decir que Chávez se equivoca es inconveniente y todo lo que se ponga boina roja es sagrado. La fórmula para sobrevivir y vegetar en este grupo es hasta fácil: tú ves “Aló, Presidente” el domingo, aplaudes todo cuanto Chávez diga allí y ya, perteneces a ese ejército.
De nada sirve que uno recuerde que entre las muchas huellas de los errores del comandante y de las cúpulas que lo acompañan están ciertas firmas estampadas en las páginas finales de la Constitución del 99: allí aparecen firmando “ilustres revolucionarios” marca Alfredo Peña, Ángela Zago, el propio Medina, papá Miquilena, muchos otros.
De nada vale que uno les revele lo que está de cajón: que la oposición no quiere votar la Reforma por separado, simplemente quiere rechazarla toda. De nada sirve repetir hasta el infinito que uno sí quiere discutirla por separado, ya que no se trata de una propuesta sino de muchas, y que la diferencia entre nuestra proposición y la del escualidismo es la misma de la naturaleza de nuestros sueños: ellos quieren una Constitución de 1961 o una gringa, yo quiero una de 1999 pero blindada y mejorada.
Ellos quieren sacar a Chávez vivo o muerto de Miraflores mañana mismo; yo quiero que Chávez siga liderando el maldito proyecto bolivariano hasta el año 2130, nosotros veremos qué forma le damos en la calle. Pero me doy una licencia: advertirles a mis compatriotas chavistas “automatizados y en bloque” que en el año 2131 probablemente habrá otro Presidente; que es posible que éste no haya nacido todavía (¿qué tal si a los venezolanos del futuro les da por elegir al tataranieto de Gerardo Blyde o bicho nazi peor?), y que no parece muy conveniente darle un cheque en blanco a alguien que heredará de Chávez un control inmenso sobre regiones, recursos e instituciones. Hace un tiempo escribí acá en Aporrea un artículo cuyo título me generó muchos pescozones: Chávez morirá. ¿Será que lo leemos otra vez?
Está aquí:
http://www.aporrea.org/ideologia/a23130.html
¿O es que el proyecto bolivariano se acaba con Chávez y con nuestra generación?