Las fuerzas armadas de cualquier país, en cualquier momento histórico han estado formadas y alimentadas, en su inmensa mayoría, por el pueblo llano, el pueblo humilde, al que no se le hace otra exigencia que exponer su vida, lo que es un honor cuando la ofrece para obtener o conservar la soberanía o la independencia de un país. Por el contrario, es una afrenta cuando se utiliza para oprimir; defender intereses de grupo; imponer la voluntad del más fuerte para subyugar pueblos; saquear (tipo Irak o como se ha desenvuelto la historia de los países predominantes).
La barbarie que parece, en lo que va de historia, una acción natural del ser humano para satisfacer sus ambiciones de poder, siempre se ha ejercido a través de las fuerzas armadas, por lo que desde el principio ha sido la primera institución técnicamente organizada y perfeccionada por el hombre.
Por supuesto que hay excepciones y entre éstas podemos incluir a la fuerza armada venezolana. Desde el inicio de la República ha sido un instrumento de justicia. El pueblo que la ha conformado ha entregado su vida para lograr la libertad y la dignidad y llevarlas a otras naciones, por lo que nunca ha pisado territorio extranjero para agredir, sino para liberar, lo que constituye el más grande orgullo del que se puede ufanar un país. Además, internamente, sembró la semilla de la democracia a través de dos de los más esclarecidos venezolanos de estos tiempos: el general Eleazar López Contreras y el general Isaías Medina Angarita.
Hoy, la Fuerza Armada Bolivariana es, de brazo con el pueblo, sostén principal de una política de transformación que hará que Venezuela marche a tono con el progreso y sus riquezas lleguen hasta los desposeídos de siempre, así lo duden los huérfanos del 12 de abril de 2002, uno de los acontecimientos más vergonzoso y despreciable que ha podido presenciar nación alguna.
Esa fuerza armada está hoy fortalecida con su nueva estructura propuesta para modificar la Constitución vigente al agregarle un quinto componente: la Milicia Popular Bolivariana, sangre purificada, tonificante, que funde más al pueblo con sus cuerpos militares.
Abogado
