Reforma en Revolución

La reforma constitucional expuesta por Hugo Chávez -lejos de sólo contemplar la posibilidad de que haya una reelección continua o inmediata del Presidente de la República Bolivariana de Venezuela- le otorga al concepto y al ejercicio de la democracia una connotación mucho más profunda y popular, al instituir un modelo democrático revolucionario, consustanciado con las más sentidas necesidades, expectativas y potencialidades de los secularmente excluidos sectores populares mayoritarios. Tal modelo supera con creces, por supuesto, el viejo y contradictorio sistema representativo en el cual se limitaba a tal extremo la participación popular que la democracia resultaba una ficción apenas superable y era necesario el estallido de una rebelión organizada o espontánea del pueblo para mantener la ilusión de la soberanía nacional. Nunca como hasta ahora se le abren infinitas posibilidades al pueblo venezolano para ejercer una democracia directa, siendo protagonista de primera línea de su propia historia republicana, cosa que aún colma de odios y envidias a los últimos representantes del antiguo régimen, desconociendo éstos adrede la realidad que ellos mismos crearon a lo largo de cuarenta años ininterrumpidos de hegemonía política.

Esta reforma constitucional no es una sorpresa, ni aún para los grupos oposicionistas. Ella viene a afincar los pequeños y grandes logros del proceso revolucionario bolivariano, con un pueblo mayoritariamente volcado a hacer la revolución socialista, aun cuando persista o se haga evidente la cultura alienada y alienante fomentada por el régimen instituido por el Pacto de Punto Fijo, en alianza con el imperialismo gringo y sectores conservadores. Sin embargo, las fuerzas populares se han expresado de manera contundente en contra de una posible vuelta al pasado, como ya lo demostraran al vencer, Constitución en mano y sin una vanguardia revolucionaria que la guiara en aquellos momentos de incertidumbre, a los grupos oligárquicos y reaccionarios que propiciaron el golpe de Estado del 11 de abril de 2002, lo mismo que el paro patronal y el sabotaje a la industria petrolera nacional. Esta creciente identificación popular con el proceso bolivariano es, sin duda alguna, su pilar principal, dada la escasa o nula convicción y conducta revolucionaria exhibida por la nueva clase política surgida a la sombra de Chávez. Esta realidad -revelada en algunos casos por el mismo líder de la revolución bolivariana- hace prever que los elementos a incluir en el texto constitucional referentes al poder popular y al poder comunal crearán situaciones de choque entre ésta y el pueblo organizado y consciente. Ésta sería la característica más resaltante en la Patria chica de Bolívar, una vez que entre en vigencia la nueva Constitución bolivariana, esta vez asentando las bases jurídicas para la construcción del socialismo en el siglo XXI, de un modo realmente novedoso y preñado de potencialidades.

Por ello mismo, la reforma constitucional establece de antemano un hito muy importante en cuanto a la redefinición, espacios y alcances de la democracia, trascendiendo el clásico marco electoral. Ello le abre campo para que se exprese el poder constituyente del pueblo, de una manera inclusiva, vinculante y creativa. Como quiera que sea, esto hará del socialismo en el siglo XXI una referencia insoslayable, sin que ello signifique la imposición de un dogma inamovible y, menos, institucionalizado, sin permitir que se concrete y se desarrolle ampliamente la práctica democrática desde abajo, con participación directa y permanente del pueblo. Sin embargo, hay que prevenir la posibilidad de que la mediocridad organizada trate de echar al suelo tal perspectiva, puesto que su incidencia en todos los ámbitos (social, económico, militar, político, cultural y religioso) se hará sentir, teniendo sus repercusiones, a su vez, a nivel de nuestra América y, más allá, a nivel mundial. En la medida que esta perspectiva tienda a consolidarse, el propósito -digamos- fundacional y regenerativo insertado en la reforma constitucional se habrá cumplido, superándose la actual transición del proceso bolivariano y afianzándose, definitivamente, la revolución socialista que ella contempla.-


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Homar Garcés


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