Si bien estoy convencido que el espíritu de la reforma se orienta hacia fines realmente necesarios para la siguiente fase que nos tocará enfrentar, tampoco puedo dejar de desconocer la presencia de algunos mosquitos que podrían estar dándonos una incómoda e innecesaria comezón.
El requerimiento principal de este momento histórico precisa la urgencia y la voluntad de no contradecir nuestros propios pasos y atractivos. Lo que está en juego es demasiado vital para perderlo a razón de sostener inapropiadas e infantiles formas de buscar la unidad y el consenso.
Hemos llegado donde estamos precisamente a razón de no contradecir nuestro propio discurso. Sin duda el pueblo ha reconocido en nosotros la falta del bojote que tanto caracterizó y estigmatizó a los que insisten en recobrar las prácticas del pasado. Igualmente para nada ha costado detectar actitudes realmente intolerables en algunos ex-compañeros que han decidido saltar lo que ya ustedes saben, pero suponer que con ellos también se ha ido la corrupción es realmente ridículo y peligroso. Buena cantidad de los que aun nos llaman camaradas han logrado mimetizar sus verdaderos intereses matándose a codazos y a empujones en el primaveral PSUV.
Si bien estoy consciente que una nueva amenaza reaccionaria se haya en proceso, tampoco desconozco que no es la primera y tampoco será la última. Mientras el Imperio tenga aliento, jamás se debe de esperar la adecuada tranquilidad y confort para poder deslastrarnos de todos quienes, desde nuestras propias filas, hoy en día contaminan todo esfuerzo por construir una nueva sociedad. Precisamente los que ahora fueron obligados a saltar la talanquera lo hubiesen hecho mucho antes si revolucionariamente aceptáramos y comportáramos que tenemos problemas, que se nos está minando por dentro.
Nada más conveniente para nuestros enemigos de afuera y, sobre todo, para nuestros enemigos “aun amigos”, el que abandonemos la inherente responsabilidad crítica de nuestra naturaleza revolucionaria. El que renunciamos a nuestra incuestionable responsabilidad por construir también esta nuestra revolución, aportando matices y, por que no, diferentes puntos de vistas de cómo abordar el camino. Qué es eso que solo Bush es lo que es cuando refiere su célebre “están con nosotros o están en contra nosotros”. Aceptando las evidentes distancias, flaco favor estaríamos brindando sí abandonásemos la principal herramienta de nuestro pundonor, la crítica constructiva es la ineludible forma de contraloría de una conciencia revolucionaria. La actual madurez de nuestro pueblo es tan realmente contestataria como el hecho cierto que requiere cotidianamente de transparentes y probos ejemplos para continuar prestos para la lucha. Como se le puede pretender que comprenda nuestra decidida e intolerable lucha contra la corrupción cuando en vez de adelantar, indefectiblemente, retrocedemos al suprimir, en la reforma, lo más significativo y revelador de nuestro espíritu en el artículo 141: “La Administración Pública está al servicio de los ciudadanos y ciudadanas y se fundamenta en los principios de honestidad, participación, celeridad, eficacia, eficiencia, transparencia, rendición de cuentas y responsabilidad en el ejercicio de la función pública, con sometimiento pleno a la ley y al derecho”.
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