Uno de mis peores escalofríos sobreviene cuando tengo una convicción firme. Me pregunto entonces si no estaré errando, incluso gravemente.
En esta derrota, que, con el perdón, así se llama, hay que examinar sin tapujos algunos de los peores errores que podríamos seguir cometiendo:
Culpar a los tres millones que no votaron SÍ pero que votaron por Chávez el 6 de diciembre de 2006, dejándonos llevar por la soberbia, que es el peor de los errores, porque conduce a casi todos los demás. ¿No seremos nosotros los equivocados?
No es aceptable, por ejemplo, que por un resuelve miserable de cuatro pícaros incontrolables sea imposible sacar un pasaporte sin corrupción. Y así mil ineficiencias que esos tres millones reclamaron no votando o votando NO.
No es tolerable que después de nueve años el Estado opere con los mismos procedimientos de la IV República. El que la mayoría de los empleados del Estado provenga de la IV República no es excusa, pues hay organismos como el Ministerio del Poder Popular para la Cultura que con muchos empleados de la IV han cumplido una labor notable. Nombro a ese ministerio porque estoy dentro de él y es por ello mismo el organismo que mejor conozco. Hay otros, las Misiones, PDVSA, Ávila TV, etc. Pero ¿son incriticables?
Porque ese es otro problema: el PSUV no ha sido creado aún pero ya tiene Tribunal Disciplinario y algo más grave: expulsa sin debido proceso y solo castiga el delito de opinión. ¿Los corruptos no merecen expulsión?
Cuando se recuperó Venezolana de Televisión el 14 de abril de 2002, Aristóbulo Istúriz dijo: “El otro también existe”. Porque es cierto que los que llamamos “disociados” son víctimas de los medios burgueses, pero preguntémonos cuánta responsabilidad tiene nuestra soberbia en su pánico, lo que celebramos con un autoindulgente “Chávez los tiene locos”.
Y, por último, no critico la política comunicacional porque no se puede juzgar lo que no existe. ¿No fue por eso que el “golpe lento” funcionó?
Contra todo pronóstico, Manuel Rosales lanzó una rama de olivo al respaldar dos puntos de la Reforma: la seguridad social para los trabajadores independientes y la jornada de seis horas. En este caso al menos la victoria no condujo a la prepotencia. ¿Una soberbia incorregible nos conducirá a la catástrofe?