Yo no soy chavista. Soy revolucionario. Lo soy porque soy pobre, porque vivo en un barrio y entiendo como guerra el estado de dominación al que se nos somete. Entiendo a Chávez como un hombre bueno, de clase media, que no tiene comprensión cabal de la situación real a la que están sometidos los pobres de este país.
Solamente como una guerra puede entenderse que en mi comunidad haya cupo para tres mil niños y jóvenes en las escuelas y falten más de 18.000 cupos, pero que además, quienes tienen cupos sean educados-as para fracasar o para volverse déspotas. Solamente como guerra puede entenderse el hecho de que nuestras mujeres y hombres deban abandonar a sus hijos desde las cinco a.m. hasta las nueve p.m. o más, para recibir a cambio solo mendrugos del gran capital que producen. Como guerra debe entenderse la banda de policías que suministran armas a nuestros jóvenes en tanto cobran para permitir el libre tráfico de drogas. Sólo como guerra contra nosotros debe entenderse el bombardeo de basura televisiva diario, restregándonos en la cara nuestra condición de espurios, negros, marginales, monos, chusma, desdentados... Como guerra y solo como guerra debe entenderse el rápido proceso de infiltración, inmovilización y corrupción que las elites ricas han logrado en las misiones supuestamente "nuestras" y las corazas de leyes rubias que colocan a cada una de nuestras denuncias ante los atropellos que sufrimos a diario. Como guerra ha de entenderse que para entrar a Caracas necesitemos todos los días más de horas de cola automotriz y otro tanto para salir de ella y llegar a nuestros hogares. Como guerra ha de entenderse que todavía en mi comunidad no haya sido entregado el primer título de tierra urbana (promesa pública de Chávez hecha por primera vez en mi propia comunidad). Como guerra debe entenderse que más de siete mil familias de mi comunidad (donde hay unas diez mil familias) tengan que vivir en cuchitriles alquilados a precio de sangre, o que deban vivir arrimados con amigos o familiares, debido a que es prácticamente imposible comprar una casa ahora. Como guerra debe entenderse que en mi comunidad haya tres veces más licorerías que escuelas. Como guerra y únicamente como guerra puede entenderse que mientras Caracas recibe agua potable a diario, nosotros la recibimos cada treinta días más o menos. Como guerra debe entenderse el veneno musical del reguetón grosero sobre nuestros niños y jóvenes (cuestión sobre la que ningún burgués se pronuncia... incluidos los pseudomoralistas fariséicos curas y monjas, y también los maestros y maestras). Como guerra deben entenderse los tres muertos semanales promedio, por armas de fuego, que acontecen en mi comunidad, así como el sinfín de atracos, violaciones y demás expresiones de violencia que nos llenan de miedo y nos obligan a andar solos, apurados e indignamente con la frente baja, sin ver hacia los lados. Como guerra deben entenderse nuestras altísimas tasas, de más del doble de la media nacional, de adolescentes embarazadas, de abortos provocados, y de jóvenes con problemas de alcoholismo y drogas (más del cincuenta por ciento de nuestros jóvenes varones). Como guerra debe entenderse que nuestra densidad poblacional sea superior a cinco mil habitantes por kilómetro cuadrado, en una comunidad donde no existe un solo edificio hecho bajo patrones de ingeniería, sino ranchos vueltos viviendas multifamiliares por albañiles populares. Como guerra debe entenderse que un colegio de curas al que van niños de mi comunidad, prohiba a dichos niños mezclarse con sus vecinos, pues nosotros -los vecinos- somos gente baja e inculta; se trata de un colegio pagado con dinero de subsidios hechos por el Estado, es decir, con dinero nuestro, pero que además tiene la desverguenza de cobrar a quienes allí estudian, y se paga con dinero o con trabajo. Como guerra debe entenderse la maldita burocracia de blancos interpuesta a todo aquel ser humano de mi comunidad que quiera hacer un negocio propio de manera honesta y con el sudor de su frente. Como guerra y solo como guerra deben entenderse los parásitos del PSUV, de A.D. de COPEI, de PPT, de PJ y demás partidos, que mientras el pueblo se desangra, se exhiben sentados con sus franelas rojas, verdes, amarillas, en una oficina de calle principal, sin hacer absolutamente nada, pero cobrando sueldos que salen de la explotación y la expoliación a nuestro pueblo. Como guerra debe entenderse que los buhoneros consigan leche Mercal y vendan carísima, o que los queseros la consigan y nos la vendan vuelta queso carísima, pero que en las bodegas Mercal nunca haya leche. Como una bofetada a los pobres y como un escupitajo en la cara que invita a la guerra, debe entenderse que el carro "popular" valga más de veinte millones de bolívares viejos o 20.000 bolívares fuertes, cuando el salario anual de un trabajador de mi comunidad es de 7.200 bolívares fuertes.
He mencionado apenas algunas de las razones que tengo, y que tiene mi gente, para odiar a los burgueses y a sus operadores políticos, razones para irnos a una revolución sangrienta, pues total, igual nos matan los burgueses ya no el cuerpo en forma directa, pues necesitan nuestros cuerpos para que les trabajemos, pero sí nuestras almas, nuestras voluntades, nuestra conciencia, nuestro sentido de dignidad y de humanidad, nuestro instinto de libertad.
Yo dudo mucho que Chávez entienda estas razones, esta situación, que es nuestra cotidianidad. Es la cotidianidad a la que se nos obliga de manera ultraviolenta, por ser pobres. Violentamente se nos explota, se nos roba y se nos acalla mediante publicidad, mediante indiferencia, caso omiso o hasta represión directa. No estoy hablando de hace 10 años, cuando las cosas también eran así; hablo de ahora, cuando muy poco ha cambiado y lo que ha intentado cambiar rápidamente ha sido controlado por la burguesía para sus propios intereses.
Mucha alaraca, muchas consignas y gritos, pero la verdad es que en este país sigue sin haber pan, tierra y dignidad para los pobres, sigue sin haber patria para los indios y los negros; en cambio, cada vez hay más pan, más tierra y más poder para los burgueses blancos y sus acólitos.
"Usted me perdona Don, yo no sé filosofar (...) yo me voy con los muchachos, carajo, a hacer la Revolución".
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