El domingo próximo, 23 de noviembre del 2008, se realizarán las elecciones para gobernadores, alcaldes, a los poderes legislativos locales y concejales. La duodécima elección popular que se ha realizado ya sea para elegir Presidente, para aprobar la Constitución Bolivariana, para el Referéndum Revocatorio y las elecciones en mención que podríamos calificarlas como las “elecciones para la consolidación del proceso socialista del siglo XXI”. Son las elecciones que llevarán, efectivamente, el Poder al Pueblo, independientemente, ya sean los electos del sector pro-Revolución Bolivariana y/o de los sectores opositores a la Revolución Bolivariana que, permanentemente, se oponen a los cambios profundos que la Patria venezolana ha venido requiriendo desde la “decadencia” de la IV República. Clarificamos. Calificamos como “decadencia” a la etapa de la IV República cuando la dinámica de la “Dependencia” que se ejercía a través de la política “Puntofijista”, diseñada e impuesta por Rómulo Betancourt, alcanzó su expresión más elevada en la contradicción entre la “sumisión total” al Imperio y a las fuerzas neoconservadoras internacionales por parte de los partidos políticos venezolanos junto con los sectores sociales adeptos a las políticas, culturas y beneficios económicos norteamericanos y eurocéntricos, por una parte y, en contraposición, la manifestación popular social por la “dignidad” y la lucha por los Derechos Humanos que comenzó con la política de “Democracia en la calle”.
La Revolución Bolivariana ha pasado por diferentes momentos (etapas) revolucionarias. Las Revoluciones, todas, han pasado por diferentes momentos revolucionarios, unos a favor de las políticas sociales propuestas; en otras oportunidades, las fuerzas opositoras a los cambios con los que se buscan alcanzar los beneficios globales para las sociedades, han logrado ejercer ciertas influencias para paralizar, temporalmente, esos procesos de cambios revolucionarios. Cualquier análisis de los acontecimientos por los que han pasado revoluciones como la francesa, bolchevique, china, cubana y nuestra propia revolución bolivariana, permiten conocer los pasos dados, en la dialéctica de la revolución, “hacia adelante” y aquellos pasos obligados “hacia atrás”. Es por ello que para todo revolucionario es necesario evaluar, continuamente, los momentos revolucionarios de cada etapa de la Revolución; caso contrario, se podría caer en un “triunfalismo” y/o en un optimismo subjetivo que llevará bien a la derrota de un momento revolucionario o a un triunfo “pírrico” y condicionado. Esa claridad de análisis del revolucionario es lo que permitirá que la Revolución siga su marcha indetenible conduciendo los procesos sociales, históricamente, obligados.
Estamos inmersos en una “profunda crisis” del sistema capitalista. Esa realidad es objetiva. Ello no significa que el sistema capitalista vaya a ser desplazado por un sistema de relaciones sociales y económicas más justo, equitativo y adaptado a los tiempo reales de la Historia de la Humanidad como son las políticas ecológicas, culturales, socio-económicas y políticas de participación social en las cotidianas decisiones que afectan el día a día de cada comunidad, de cada “ser social”, de la Patria. Pero la crisis está presente y la Historia nos ha enseñado que cuando las crisis profundas de los sistemas están presentes y en plena evolución en negativo, las fuerzas sociales y políticas que son adversas a los cambios positivos a favor de la Humanidad, actúan en toda su capacidad para tratar de frenar y evitar que los cambios se produzcan. Cualquier estudioso de las transformaciones históricas conoce los acontecimientos que llevaron a los cambios de un sistema como el que imperaba en la Edad Media por una forma de vida influida por la Revolución Industrial inglesa. Como también es de su conocimiento como las crisis de la Rusia zarista, opresora y atrasada, no pudo evitar que “campesinos y obreros” conquistaran el poder político para llevar a cabo las transformaciones estructurales que esa sociedad rusa atrasada requería. Como conocemos, también, cuando la corrupción y las ambiciones personales de las derechas políticas y económicas chinas colaboraron, indirectamente, para que la Revolución socialista china conquistara el “ombligo del mundo”. Así es la Historia de la Humanidad y ninguna fuerza la frenará pero debemos estar conscientes que debemos, todos y todas, asumir nuestras propias responsabilidades para que esos cambios, con un “empujoncito”, se realicen. Cada momento, cada etapa, cada momento histórico son obligados y necesarios.
El próximo 23-N vamos todos a votar; cada ciudadano, independientemente de su pensamiento político-filosófico, salga a votar por los candidatos de su preferencia y, en última instancia, respetaremos los resultados. Pero ¿qué significan estas elecciones para los factores externos a la Revolución criolla Bolivariana en el plano continental y allende los mares?
Debemos aceptar, con profunda humildad, la responsabilidad que nos ha sido impuesta por la Historia a contribuir con los cambios estructurales socio-económicos necesarios para el progreso permanente de la Humanidad, en general, y en el continente americano, en particular. Debemos aceptar con objetividad y valentía que somos, los venezolanos, los responsables de darle a los movimientos sociales adscritos y simpatizantes a y de la Revolución Bolivariana, nuestro espíritu revolucionario y nuestro ejemplo solidario y revolucionario. Debemos aceptar que debemos ser solidarios con los líderes fundamentales de la Revolución Bolivariana, capítulo Venezuela. Debemos ser “cuadros”, firmes y militantes, con Hugo Rafael Chávez Frías, cada uno en su sitio, cada uno en su responsabilidad. Esa actitud es la que está siendo, permanentemente, monitoreada por los movimientos sociales, los consejos comunales, por los colectivos, por los líderes comunales y obreros, por los dirigentes campesinos, por los movimientos de los pueblos originarios, especialmente, actualmente, por los integrantes de La Minga y los “corteros de la caña”. Por último, debemos tener presentes, así mismo, que tanto el Imperio como las derechas internacionales están observándonos para conocer nuestras debilidades para, aprovechándose, “socavar” nuestro espíritu revolucionario.
La “democracia participativa” que la Revolución Bolivariana ha venido impulsando y, porque no decirlo, imponiéndolo a los contrarios al proceso revolucionario, es, sencillamente, superior a la “democracia representativa” que ejercíamos durante la 4ta República y superior a la “democracia chucuta” que se ejerce en los Estados Unidos de América que es, ella, inferior, a su vez, a la “democracia representativa” que gloriaba la 4ta República. Es decir que, así cuando nuestros “enemigos y oponentes ideológicos” del Imperio y adscritos al Imperio proclamen a los “cuatro vientos” que la democracia del Imperio es el ejemplo a seguir, al mismo tiempo, que, permanentemente, buscan imponerla, esa “democracia chucuta”, a los que nos han denominado como “países en vías de desarrollo”, debemos tener presente que la “democracia participativa” es la única y sola voz del pueblo que todos los dirigentes deben escuchar para conocer sus aspiraciones y sus necesidades para, como Ejecutivo, ejercer el Poder en completo beneficio de esas aspiraciones sociales de las comunidades, colectivos, organizaciones y consejos comunales y organizaciones sociales.
En el marco de esas realidades,
la participación, votación, vigilancia y respeto a vencedores y vencidos
es la “norma” a seguir para el próximo día 23-N que será el “momento
histórico” hacia la nueva etapa de la Revolución Bolivariana como
bien lo expresó Jesse Chacón en la plaza de Altamira.