Lo revolucionario de la enmienda

Fuera del debate, y hasta la polémica que pueda generar la propuesta de la enmienda constitucional, es una acción revolucionaria. No es poca cosa ofrecerle al conjunto de las personas que históricamente han formado una comunidad política la posibilidad de elegir la persona que conducirá su destino y administrará los recursos que posibilitarán su realización. En nuestras circunstancias, por la fuerza de la costumbre, pareciese que se tratase de una escogencia entre la codicia y las ambiciones de poder de individualidades o grupos, circunstancialmente dotados de energía para dominar, en su beneficio, una población y el territorio que habitan. Es decir, que los gobernados no tienen otra opción que escoger entre dos males, buscando cuál les hará el menor daño en el ejercicio del imperio sobre la comunidad y sus recursos. En este contexto, los gobernados, desde que abandonaron el comunitarismo de los agregados sociales primitivos, no han sido sino perdedores frente a las minorías que acumulan el poder.

Y esto a pesar de que en su conjunto poseen el potencial no solamente que resulta del hecho de ser una inmensa mayoría, sino el de contar, mediante la cooperación y la solidaridad, con cualidades que superan las detentadas por la minoría dominante.

De modo que, dentro de ese cuadro, la única explicación posible para aclarar la aceptación de la dominación de una poderosa mayoría por una escuálida minoría es la alienación de la primera.

Una situación que ocurre por el predominio de los comportamientos competitivos en las relaciones entre los componentes de cada agregado social. El modo de existir natural de las especies que forman la biosfera que caracteriza este planeta. Pero el hombre no está determinado como lo están las especies que comparten la vida en la Tierra, de modo que no está condenado a formar parte de un rebaño dominado por un padrote o un conglomerado donde el azar define la supervivencia de un individuo, o una especie, de acuerdo con la impredecible conducta del ambiente físico en el cual se desenvuelve. Él puede construirse, y construir el grupo al cual pertenece, de acuerdo con un proyecto y a la voluntad de realizarlo; para ello requiere satisfacer dos necesidades: una individual, la libertad de elegir, que demanda del reconocimiento de su semejanza por el colectivo; otra social, que exige la solidaridad de su comunidad.

En el caso que nos ocupa se le está planteando al venezolano común el ejercicio de la libertad para elegir entre mantenerse en un rebaño dominado por los más fuertes, una condición animal; ó, la posibilidad de asociarse en una comunidad que adelante un proyecto de vida que le satisfaga su necesidad de ser, la condición humana. Y para ello requiere un gobierno estable, que tenga la posibilidad de persistir, siempre que satisfaga las necesidades humanas del colectivo, no simplemente las primarias del rebaño. De modo que la comunidad, consciente de su potencial, siempre tendrá la posibilidad de cambiarlo, por métodos racionales, con el ejercicio de la libertad de elección individual y la solidaridad del grupo. Y el logro de ello sería una revolución.


alberto_muller2003@yahoo.com


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Alberto Müller Rojas


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