Es mil veces mejor el "caudillismo" de Chávez que la falsa democracia del gran capital

¡Triunfó el SI en Venezuela! Es un significativo apoyo al liderazgo de Hugo Rafael Chávez Frías. Se aprobó modificar la Constitución para garantizar la "postulación indefinida" a cargos ejecutivos de elección popular. El pueblo venezolano autorizó a su presidente para seguir al frente de la revolución bolivariana. Las mayorías populares valoran las iniciativas sociales y los cambios institucionales que se han impulsado durante los 10 años que lleva de gobierno.

No es un apoyo absoluto (54,36 frente al 45,64%, con una abstención por debajo del 33%). El triunfo no oculta los problemas estructurales de la sociedad venezolana que afectan el avance de la revolución. Son situaciones acumuladas por todos los países latinoamericanos que no van a ser solucionadas en pocos años. El mismo presidente Chávez identificó esos problemas en su discurso de celebración: la inseguridad, la corrupción, el burocratismo, la debilidad productiva, la dependencia de los ingresos de la renta petrolera, y otros.

Nadie pretende ocultar tampoco, las debilidades y dificultades que tiene un proceso tan complejo. No es fácil derrotar al gran capital internacional. Nos enfrentamos al imperio norteamericano coaligado con los capitalistas monopólicos nacionales. Neutralizar y ganar a sectores de clases medias que han sido alienadas por la cultura occidental (individualismo y consumismo) es un proceso relativamente lento. Las políticas neoliberales debilitaron – casi que borraron – nuestro aparato productivo. Redujeron al mínimo a los sectores sociales productivos (clase obrera industrial, pequeños y medianos productores urbanos y rurales, científicos y técnicos, etc.). Nos quedó la "carga" de una clase trabajadora estatal con mentalidad de burócratas privilegiados, que - en una primera etapa de la revolución – deben ser tratados con una mezcla de paciencia y autoridad. Y lo más grave, el neoliberalismo depredador nos dejó de herencia una población pauperizada, desempleada, viviendo del rebusque, en los límites de la subsistencia y la mendicidad.

Durante tres (3) décadas de apertura, ajuste neoliberal y privatizaciones el imperio postró las escasas y débiles fuerzas productivas humanas y materiales que los pueblos indoamericanos habían construido durante siglo y medio de capitalismo dependiente. "Rehacer" esos sectores productivos, seguramente con nuevas dinámicas, es fundamental y necesario para avanzar en la reconstrucción social, económica, política y cultural de nuestras sociedades. En ese proceso renacerán los verdaderos sujetos sociales y políticos de la transformación de largo plazo. La debilidad político-organizativa que se observa en los movimientos sociales venezolanos, y en la mayoría de los procesos latinoamericanos de base - con contadas excepciones -, explica la dependencia (y necesidad) del liderazgo de Chávez, la tendencia marcada al "parlamentarismo estatista", y otra serie de limitaciones que enfrentamos en esta etapa histórica.

Los gobiernos comprometidos con la revolución y con la construcción de prácticas democrático-populares son indispensables para crear las condiciones efectivas para el resurgir de las fuerzas sociales transformadoras. Podemos y debemos ser gobierno para facilitar y ayudar a construir verdadero poder popular. Por ello la importancia de tener claro para qué queremos ser gobierno. Los "movimientos sociales sobrevivientes" de anteriores etapas, que resistieron la ofensiva neoliberal acudiendo a su resistencia histórica - que son básicamente comunidades indígenas y campesinas -, para contribuir con este proceso de cambio, deben construir también una mirada estratégica. Estos movimientos no podrán jugar su papel de avanzada, si no saben combinar su ejercicio dinamizador al interior de los gobiernos progresistas con su acción cotidiana, concreta, "desde abajo", de transformación revolucionaria de la sociedad. He allí el arte que requiere el momento. [1]

Por ello es muy importante tener claro que en plena guerra contra el gran capital es iluso prometerle al pueblo (¿o a la tribuna pequeñoburguesa idealista?) una democracia "perfecta". ¿De qué les ha servido a los pobres de la tierra tener un "Estado democrático" lleno de formas aparentes, adornado con "alternancias", división de poderes y toda esa gran cantidad de formalidades que para lo único que sirven es para ocultar la esencia del carácter antidemocrático del Estado capitalista? ¿Acaso el imperio norteamericano no ha apoyado en nombre de la "democracia y la libertad" a los peores regímenes dictatoriales como los de Batista, Somoza, Pinochet, Etroessner, Noriega, el Sha de Irán, Suharto, y demás asesinos a su servicio como Uribe? ¿Podremos ser tan ilusos?

Los poderosos dueños de los emporios empresariales del mundo industrializado se han podido dar esos lujos "democrático-constitucionales" en sus propios países porque utilizan los recursos que extraen de las colonias del mundo entero para apaciguar las contradicciones internas en sus sociedades. Las elites capitalistas del mundo industrial – por ahora (¿hasta cuando?) – tienen el poder económico para comprar las conciencias de los trabajadores, e incluso, les dan a sus representantes políticos alguna participación en sus bloques hegemónicos de poder. La crisis económica, como la que hoy viven, desnuda y pone en evidencia la debilidad y falsedad de ese modelo. Por ello es que les preocupa que un "dictador tropical" como Chávez los enfrente, subvierta ese "control" y desnude con su acción las falencias de su falsa democracia.

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Sorprende que en Colombia, un importante sector de los dirigentes del Polo Democrático Alternativo se alinee con las críticas liberal-burguesas que se hacen desde la oposición venezolana, asombrándose del "caudillismo" de Chávez y mostrando preocupación porque el líder bolivariano se "eternice" en el poder. Aterra que nuestros dirigentes se identifiquen con las posiciones supuestamente "democráticas" y con el discurso de la doble moral de la burguesía norteamericana y europea. No es buena señal que el PDA se una al coro del "respeto a las tradiciones democráticas" que pregonan las elites oligárquicas latinoamericanas que hoy se encuentran arrinconadas por los pueblos.

Pareciera que la posición asumida por estos dirigentes esté influida por las urgencias inmediatas frente a la posible reelección de Uribe. En Colombia los demócratas deberíamos apoyar la postulación indefinida, así se corra el riesgo de que Uribe se "eternice". El problema no es formal-legal (constitucional). El verdadero problema es ganarnos la voluntad popular para derrotar a Uribe y para avanzar en un verdadero proceso de cambio. La democracia no está tanto en la "alternancia", ese es un problema de forma. Lo realmente esencial es determinar si un proyecto, un gobierno, un Estado, está al servicio del capital y subordinado al imperio o, sin por el contrario, está al servicio del pueblo y de la transformación revolucionaria de nuestra sociedad.

¿Nos olvidamos del carácter del Estado para darle prioridad a las formas del régimen político? Buen tema para el Congreso del PDA.


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[1] Requerimos de "pensamiento y acción cuántica". Con visión estratégica y sentido común-práctico, multiforme y flexible, vectorial y en "onda", acciones autónomas pero complementarias, de "arriba" y "desde abajo", político-social, partido-masas, con centralismo y con democracia, vertical en la decisión-ejecución-control y transversal en la elaboración-revisión-evaluación-, moderna sin soltar lo ancestral, espiritual-humanista, creativa y fiestera con la seriedad del arte, etc., etc.


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