RESUMEN: El impacto económico de la crisis ya es visible en toda la región. Las esperanzas en un desacople se han diluido, mientras los escudos monetarios y fiscales resultan insuficientes para frenar el efecto del terremoto financiero.
Es cierto que el apalancamiento de los bancos es menor, pero las expatriaciones de capital son más intensas. La sobreproducción golpea a la industria internacionalizada y el abaratamiento de las materias primas revierte el crecimiento. Además, los intentos de reactivación chocan con la existencia de recursos inferiores a las economías centrales.
La expectativa de beneficios geopolíticos ulteriores olvida que el impacto inicial del 30 fue demoledor y que la crisis de los 70 concluyó sofocando los ensayos de autonomía periférica. Este margen de independencia enfrenta actualmente un nivel superior de internacionalización de la economía y depende de acontecimientos políticos imprevisibles.
Existe una crisis de dominación estadounidense, pero ya se vislumbra una contraofensiva. El carácter acotado o perdurable de la declinación norteamericana no está definido, ya que la primera potencia preserva un liderazgo militar aceptado por sus competidores.
Las clases dominantes de la región actúan con estrategias propias, especialmente en el sur del continente y no se verifica el tipo de sujeción neocolonial que impera en África. Un eventual escenario multipolar presentaría rasgos opresivos y acentuaría la asociación de las elites locales con las potencias hegemónicas.
Brasil ya comanda esa opción a través de empresas multinacionales, que desatan conflictos con los países vecinos. Con el rearme, la ocupación de Haití y la geopolítica de UNASUR, Itamaraty busca ocupar el espacio abierto por la crisis estadounidense, sin chocar con el gigante del Norte.
Esta política subimperialista consolida la desaparición de la vieja burguesía nacional. Además, ilustra como los sectores dominantes invierten en el exterior el capital sobrante, generado por una acumulación interna restrictiva. Es también importante reconocer la existencia de formaciones semiperiféricas, para superar las simplificaciones del esquema de centro-periferia.
Los capitalistas de México, Brasil y Argentina reciben los socorros que deberían destinarse a los desamparados. Los gobiernos social-liberales y neo-desarrollistas convergen en un estatismo favorable a los poderosos y no coordinan sus programas anticrisis.
Es evidente que los pueblos sufrirán duros embates si no afianzan la resistencia al atropello que se avecina. Hay que prepararse para enfrentar el desempleo y la pobreza con medidas de expropiación de los banqueros, suspensión del pago de la deuda y nacionalización de los recursos naturales.
Las condiciones políticas para implementar este viraje están dadas en varios países. Aunque la derecha busca recuperar terreno ha perdido las principales batallas. Los gobiernos nacionalistas radicales podrían adoptar un programa contundente, reforzando la alianza con Cuba y revitalizando el ALBA. La lucha contra el neoliberalismo exige acciones contra el capitalismo, en una perspectiva socialista que supere la mera regulación del sistema actual.
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