Cuando se trata
de dar dinero a los bancos, nadie protesta. No se alude al “despilfarro”,
a la “improvisación”, a “endeudar a las futuras generaciones”
ni a lo que cada familia tiene que aportar para reflotar a las grandes
corporaciones bancarias, a las que el dinero público continúa acudiendo
a mansalva. Con ese dinero público, la banca sigue repartiendo fabulosos
beneficios a sus accionistas. Pero de esto no se habla: ni a la derecha,
ni a la socialdemocracia, ni la izquierda parlamentaria se les ocurre
romper el tabú. En cambio, todo son alarmas (o presumir de mantener
la “protección social”) cuando se trata de la comparativamente
ridícula cantidad que se destina a parchear los efectos más demoledores
del paro.
Los 15 mayores
bancos del mundo (entre ellos el Banco Santander y el BBVA)
han recuperado en once meses la capitalización bursátil que tenían
antes de la quiebra de Lehman Brothers, según reconocía días
atrás el diario El País. El valor de esos quince grandes bancos
mundiales se estima ahora en 1,568 billones de dólares, prácticamente
lo mismo que hace un año. Sólo en EEUU, el total de las ayudas y garantías
concedidas a los bancos y empresas industriales suma 23,7 billones de
dólares, ocho veces el presupuesto federal.
Las ayudas
públicas han sido el principal motor de esa alza, y HSBC, el
banco de mayor tamaño, ha duplicado su valor en apenas seis meses.
Lo cierto es que la banca vuelve a obtener beneficios millonarios, a
pagar bonos escandalosos a sus directivos y a repartir dividendos menos
de un año después del estallido financiero.
En el Estado
español, a pesar del secretismo decretado por el gobierno “socialista”
sobre las ayudas a la banca, los préstamos del Estado a tres años
a bajísimo interés a las corporaciones financieras se estiman en unos
280.000 millones de euros, alcanzando las ayudas totales una cantidad
aproximada de 340.000 millones. Son estas ayudas las que han llevado
el déficit público en torno al 10% del PIB (más de 50.000 millones
de euros), estimándose que alcance el 12% al finalizar el año. Por
contra, las microayudas a los parados sin prestaciones solo supondrán
1.300 millones de euros (el 0,38% de lo que se da a los bancos).
El Santander,
por ejemplo, ha recuperado los niveles previos a la crisis y casi ha
multiplicado por tres su capitalización desde los mínimos de marzo,
logrando unos beneficios de 4.500 millones de euros en la primera mitad
del año. Banco Santander es el tercero del mundo que más beneficios
obtiene, y el BBVA es el quinto del mundo y el tercero de Europa,
con unos beneficios en los seis primeros meses de 2009 de 2.799 millones
de euros.
Es evidente
que ese dinero público no ha repercutido en reactivación económica
alguna, ya que las ayudas no se han condicionado a que se preste más
a la pequeña y mediana empresa, ni a los sectores productivos, ni a
los consumidores. Y que los 15.000 millones de euros que Zapatero dice
que va a recaudar incrementando los impuestos (los indirectos,, que
se cargan en al consumidor, además del 80% del IRPF que aportamos los
asalariados) no van destinados a una “ayuda social” que es la décima
parte de esa cantidad.
Los bancos
españoles que, según datos del propio Banco de España, acumulaban
“activos tóxicos” inmobiliarios por valor de 20.353 millones de
euros a finales de junio (y subiendo a medida que se agudiza la crisis
y se incrementan las dificultades para pagar las hipotecas), han destinado
casi el 100% del dinero público (que reciben al 1%) a comprar deuda
pública. Una deuda pública cuya emisión se ha disparado (+251% de
letras y +344% de medio/largo plazo), y que paga intereses en torno
a una media del 4%. Sin despeinarse, y con un mero asiento contable,
obtienen un beneficio neto del 3% ¡prestando al Estado el dinero que
el Estado les presta a ellos! No es extraño que mantengan su volumen
de beneficios.
De hecho, lo
que hace el PSOE (y todos los gobiernos de los países capitalistas)
es transferir salarios a las rentas del capital financiero. La única
“ayuda social” que se mantiene y se incrementa es la de los trabajadores
a los propietarios de los bancos. En esto todo el espectro político
burgués está de acuerdo. La única discusión es si se debe apretar
aún más el dogal -despido (más) libre, menor gasto social, etc.)
o no. La presión del FMI, de la OCDE, y del Banco Central Europeo,
para volver a ajustarse a un déficit presupuestario no superior al
3% del PIB, no busca otra cosa que la recuperación de los beneficios
y la productividad en perjuicio de los salarios y el gasto social. Y
a esa presión responde la política del gobierno Zapatero.
Frente a esa
presión capitalista, las trabajadores y trabajadoras debemos responder
con una presión mayor, con movilizaciones en la calle, exigiendo la
nacionalización de la banca. De forma que, al ponerla en manos
públicas, su funcionamiento y sus objetivos dejen de ser el mantener
fabulosos beneficios a costa del Estado. Y, bien al contrario, sus ingentes
fondos se utilicen para financiar préstamos a bajo interés a las inversiones
públicas generadoras de empleo, a la economía productiva y al consumo.
Para ello, no nos cansaremos de insistir en la necesidad y en la urgencia
de una amplia Plataforma contra la Crisis y el Paro.
*Miembro del Comité Central del Partido Revolucionario de los Comunistas de Canarias (PRCC)