Regulación y desregulación financiera

Las instituciones financieras tienen como función primordial aceptar depósitos del público, mientras que los organismos oficiales, como la Superintendencia de Bancos –Sudeban- en Venezuela, regulan la actividad financiera de las entidades bancarias, con el propósito fundamental de promover la efectiva y eficiente acumulación de capital y asignación de recursos, mientras se mantiene la seguridad y solidez de esas instituciones y de sus clientes. Esos objetivos los logra Sudeban supervisando las diferentes restricciones legales a la exposición a riesgos, las prácticas contables y de presentación de informes y las operaciones de las instituciones financieras. De esa manera se garantiza que ocurran al mínimo las bancarrotas y que los efectos económicos sistémicos de las mismas sean limitados.

¿Qué se busca con la regulación financiera? Sea propicio rememorar la Ley de Regulación Financiera Glass-Steagall de 1933. Ese instrumento introdujo en EE.UU la prohibición legal de combinación entre bancos comerciales, por una parte, y bancos de inversión y otros servicios financieros por otra, porque esas reglas, por demás estrictas, tuvieron su origen en la respuesta del gobierno norteamericano a la Depresión, y reflejaban la experiencia aprendida de los graves peligros que suponía para los consumidores y el sistema financiero en su conjunto, permitir que gigantescas instituciones financieras combinasen la banca comercial con otras operaciones financieras, lo cual es usual hoy día en Venezuela. Viéndolo desde otra perspectiva, el propósito de tal regulación es la búsqueda de un equilibrio entre los intereses del accionista y los del deudor/depositante. Cuando se carece de una regulación apropiada, las instituciones financieras tienden a asumir posiciones excesivamente riesgosas, porque, al aumentar el riesgo, aumenta el potencial de retorno de las inversiones de los accionistas. He allí el origen de las excesivas ganancias de los banqueros en Venezuela. ¡Ojo, Trino Alcides Díaz!. Los depositantes y otros titulares de deudas, por otra parte, tienden a oponerse a estrategias de este tipo porque el aumento del riesgo implicaría mayores vulnerabilidades en la seguridad de sus depósitos o deuda; por supuesto que nos referimos a los depositantes avisados y avezados. Al mismo tiempo, no es rentable o siquiera razonable esperar que los depositantes se informen sobre la posición de los accionistas y el perfil de riesgo de la institución financiera. La necesidad de supervisión para salvaguardar los intereses de los depositantes y del público en general significa que de lo que se trata es de compensar la asimetría entre el riesgo y el escaso intercambio de información que existe entre depositantes y accionistas.

¿Qué era lo que hacía la Ley Glass-Steagall? La respuesta es que protegía a los depositantes al impedir que el sistema bancario corriera demasiados riesgos; para ello definía la estructura del sector, al imponer que los bancos comerciales no podían mantener banca de inversión o filiales de seguros (ni filiales en actividades comerciales no financieras). Un especialista en la materia, el Profesor Robert Weissman, afirma que, no obstante, a medida que los bancos avizoraban los acrecentados beneficios de las actividades con mayores riesgos, comenzaron a romper, en la década de 1970, los muros reguladores que se levantaban entre la banca comercial y otros servicios financieros, y a partir de la década de 1980, y en respuesta al insistente martilleo de peticiones, los reguladores comenzaron a debilitar la estricta prohibición de la titularidad mixta.

Sin embargo, pese a los afanosos esfuerzos de Wall Street a lo largo de los años 1990, la Ley Regulatoria Glass-Steagall siguió en vigor debido a las discrepancias entre los organismos intrasectoriales e intrarreguladores de EE.UU.

Ahora bien, ¿por qué traemos a colación la Desregulación Financiera? Fue en 1999 cuando el presidente Bill Clinton firmó la derogatoria de la Ley Glass-Steagall de 1933. La Ley Glass-Steagall, entre otras leyes regulatorias del sector- tuvo cincuenta años de relativa tranquilidad-. Pero a mediados de los ochenta, el arrollador avance de la globalización hizo que, tanto la Inglaterra de Margaret Thatcher, como Estados Unidos bajo el gobierno de Ronald Reagan, comenzaran la desregulación financiera, lo que se conoció como el llamado big bang. Fue así como los nuevos directores de la Reserva Federal estadounidense comenzaron a darle una nueva interpretación a la Ley Glass-Steagall.

Así llegó el año 1990 y con él Alan Greenspan, jefe de la Reserva Federal (gran arquitecto de la crisis general del sistema capitalista), que venía de J.P. Morgan, quien permitió que esta corporación se convirtiera en el primer banco que, nuevamente, pudiese emitir papeles financieros, como en efecto sucedió. En 1996, el mismo Greenspan emitió un dispositivo que permitía que empresas subsidiarias de los bancos pudieran participar en negocios de inversión hasta en un veinticinco por ciento.

La guinda de la torta llegó en 1998, cuando, justo antes de que se derogara la Ley Glass-Steagall, se produjese la fusión entre una compañía de seguros (Travelers), uno de los más grandes bancos de inversión (Salomon Smith Barney) y el principal banco “normal” (Citibank). El lobby de las numerosas fusionadas, a partir de entonces, fue tan grande que, un año después, el Congreso derogó la Ley Glass-Steagall, la que fue firmada por el presidente Bill Clinton.

Lo demás ya es historia conocida, al menos para los familiarizados con los entretelones del mundillo financiero internacional a través de las notas de prensa, cuando se dio la gran noticia de que WorldCom (2002) cayó en bancarrota, empresa donde el grupo Cisneros perdió mucho dinero. Pero las más grandes quiebras se han dado en estos dos años de inicio de la depresión, 2008 - 2009.


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César Prieto Oberto

Profesor. Economista. Miembro de Número de la Academia de Ciencias Económicas del Estado Zulia. Candidato a Dr. en Ciencia Política.

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