La interrogante de este artículo pareciera no tener sentido porque siendo Venezuela un país donde sus relaciones y modo de producción siguen siendo capitalista, lo más lógico es que predominaran sus agentes sostenedores denominados empresarios.
Las acciones llevadas a cabo por el gobierno nacional, presidido por Nicolás Maduro, contra establecimientos privados, sobre todos los vinculados al comercio, han puesto al desnudo una vez más las prácticas y subjetividades presentes en los hombres de negocios de Venezuela. Lo descubierto –la usura, la especulación y la ganancia fuera de toda lógica económica-- no es nuevo en nuestro país, por el contrario, ha sido una constante en el comportamiento de los agentes dueños del capital
Recordemos en ese sentido y como lo hemos hechos en otras reflexiones, que el gran economista y sociólogo alemán Max Weber, un auténtico defensor del capitalismo y quien hace propuesta precisamente para su mejor desarrollo, en el texto La ética protestante y el espíritu del capitalismo, estable una interesante discusión sobre la conformidad histórica de esta formación económico-social, la relación de esta forma de comportamiento económico con las distintas creencias religiosas, en particular con la católica y la calvinista, y el espíritu que encierra esta «individualidad histórica » desde el punto de vista cultural.
Según Weber el «Afán de lucro», la «inclinación» a enriquecerse monetariamente en el mayor grado posible, constituyen tendencias que se encuentran por igual en los camareros, los médicos, los cocheros, los artistas. El capitalismo no tiene nada que ver con la ambición. Por el contrario, el capitalista debería considerarse precisamente como el freno o, por lo menos, como la moderación racional de este impulso irracional lucrativo.
El capitalismo ciertamente se identifica con la aspiración a la ganancia lograda con el trabajo incesante y racional, la ganancia siempre renovada, la «rentabilidad ». Y no puede ser de otra manera, por cuanto el orden económico capitalista es como un cosmo extraordinario en el que el individuo nace y al que como tal le es dado como un edificio prácticamente irreformable, en el que ha de vivir, y al que impone las normas de su comportamiento económico.
El empresario que – según Weber – de modo permanente actúa contra estas normas, es eliminado indefectiblemente de la lucha económica; del mismo modo. Por tanto, el ethos característico del capitalismo moderno se basa en cálculo de capital, es decir, se integra en una serie planificada de prestaciones útiles reales o personales, como medio adquisitivo, de tal manera que al final, el valor de los bienes estimables en dinero, deberá exceder al «capital», es decir, al valor de estimación de los medios adquisitivos reales que se emplearon para la adquisición por cambio. Este tipo de capitalismo se basa en la organización racional del trabajo formalmente libre.
Sin embargo, también existen, según Max Weber, los capitalistas «especuladores» y «aventureros», que son aquellos que se dedican a especular con la guerra, la política y la administración; o que arriendan grandes fincas, cargos o impuestos; o que se dedican a subvencionar a los jefes de partidos con finalidades electorales. Estos empresarios siempre han sido irracionales o basan sus ganancias utilizando medios violentos o explotando a los súbditos.
Es éste último tipo de “empresario” el que se ha erigido en Venezuela imponiendo la máxima de “ganar y ganar” por encima de la ética, colocando el precio que mejor le parece, modificándole en la mayoría de las veces semanalmente, con tasas de ganancias que sobrepasan límites nunca visto en país alguno y que llegan, según la información oficial, a sobre pasar el 1000%, acompañado con la usura y la evasión de impuestos.
En Venezuela tenemos que producto del modelo rentista petrolero en Venezuela, la empresa privada, hasta ahora, no ha hecho otra cosa que ceder aquello que nunca tuvo a fin de obtener algo. Arriesga capital cuando el Estado le ofrece un conjunto considerable de gastos protectores, desmintiendo con ello la tesis de la “audacia, “eficiencia e “iniciativa de muchos empresarios venezolanos”, porque no parece muy cierto ni muy audaz un empresario que para invertir un bolívar tenga que cobijarse bajo la tutela y protección del Estado y además especulen y actué como sanguijuelas.
Una sola experiencia inconcebible en Venezuela. El Uruguay existen los créditos en los comercios que permite que cualquier comprador pueda adquirir un producto, por ejemplo, una nevera, lavadora, televisor, cocina, celular, etc., con cuotas de pagos hasta de 12 meses sin recargo alguno. Es una modalidad combinada ente la banca y los comerciantes.
Además, existen las jornadas especiales (son varias al año) en los centros comerciales donde se venden todos los productos allí existentes sin cobro del Impuesto al Valor Agregado (Por cierto, en Uruguay el IVA es del 22%), lo que hace que los bienes se puedan adquirir a precios accesibles y mucho más económicos para los consumidores.
Esas experiencias, de aplicarse en Venezuela, inmediatamente sería motivo para que Fedecámaras, Consecomercio y otras cámaras de “empresarios”, sus respectivos medios de comunicación y los “sesudos” economistas que le justifican sus prácticas delictivas, acusaran al gobierno de atentar contra la libertad de comercio y de estar estimulando la fuga de la inversión.
Aunque los absolutismos nunca son recomendables desde el punto de vista de una visión dialéctica y objetiva, hay realidades que son más contundentes que las palabras. En la República Bolivariana de Venezuela encontrar un empresario weberiano, que arriesgue capital y tenga ganancias razonables, sería un tarea ciclópea, casi se convertiría en una película de Ciencia Ficción.
Por eso, si algo hace falta en esta patria, donde el capitalismo sigue imponiendo las “reglas de juego”, aunque se levante la propuesta del socialismo del siglo XXI o socialismo bolivariano, son precisamente empresarios verdaderos y con ética y no conspiradores como el Presidente de Fedecámaras Jorge Roig, quien, ante las últimas acciones del gobierno, abiertamente dijo: “Tenemos una bomba de relojería que puede estallar en cualquier momento”.
* Sociólogo, doctor en Ciencias Sociales, profesor titular, ex-director de la Escuela Internacionales de la UCV y ex embajador en Polonia, Uruguay y Grecia
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