¿No hemos convertido los venezolano es una plaga ciudadana contra nosotros mismos? “Bachaqueros” comprando a 100 y vendiendo luego a 1000 al mismo vecino, mafias para adjudicar apartamentos de la misma Gran Misión Vivienda Venezuela (GMVV), roscas con repuestos para automotores, para medicamentos, dólares, teléfonos fabricados por el gobierno… Es cierto. A todo el mundo le consta que un empleado de la misma acción humanitaria y socialista del gobierno un mal día se le ocurre empezar a cobrar sobreprecios por algo que a él un carajo le costó. Esto por el lado ciudadano, de la reflexión moral y de conciencia que toca hacer.
Pero por el otro, por el gubernamental, hay la dolencia que indigna comentar. No hay autoridad, no hay ejercicio de ella cuando toca poner orden entre el inmoral desmán de una gente que merece la cárcel. Porque ocurre que la inmoralidad ciudadana, la del bachaquero, mafioso, etc., como virus se contagia y enferma a la más pintada organización del Estado, cuyos agentes se dejan corromper. Y no digo ni salvo a los funcionarios porque sabemos que desde ellos dimana también la acción putrefacta de enturbiar el deseado progreso de un país.
Entonces tenemos agentes policiales que cobran vacunas en el mercado de Quinta Crespo, en las calles de Caracas, llenándose el bolsillo con la “multa”, como le llaman ellos al pago que un informal tiene que hacerle para permitirle vender en su jurisdicción. ¿Es que la calle tiene dueño? ¿Por desventura un agente de la Policía de Caracas llamado José Rodríguez, por ejemplo, es propietario de un sector de Venezuela como para que se le ocurra cobrar por metro cuadrado cuando lo que debe hacer es poner orden? Si es poca la paga que el Estado les da, eso es punto de otra discusión, gremial, sindical, interno de su organización policial. El ciudadano sencillo que patea las calles no tiene porque ser el reducto final donde el mundo completo cobra sus cuentas.
Allí están los bachaqueros (versión agresiva de los otrora buhoneros) extendidos como quieren sobre las aceras de la esquina Pedrera, mejor conocida como Capitolio. Como una alfombra de bazar oriental atestados de baratijas, objetos robados, desechos procedentes de basuras rotas y regadas por las calles, ropas curtidas, zapatos, medias usadas, trastos de cocina y de taller, alimentos básicos, hasta ropa interior… ¿Es que nos hemos convertido en una nación buhoneril, negra como el petróleo que no fluye y se empoza?
En lo personal siempre me digo que un país no está bien si vas por sus calles y consigues a un indigente. Pues nada digamos: nuestras calles están atestadas: duermen, comen, venden, se bañan, fornican en las mismas calles. Háblase de indigentes, que no ya de vagabundos, fenómeno que parece un arte comparado con la presente plaga descrita en estas líneas (ojo, malinterprete con propiedad: los humanos, en guerra o en situación de descomposición, son también plagas desde el ángulo de una civilización convenida).
Con la reflexión se pide a la autoridad competente ponga orden en la esquina Pedrera con Av. Baralt. Dese una vuelta después de las 6:00 PM. Se lo cuenta un afectado, doliente, enfermo de país agobiado.
¿Quién es la autoridad competente? La Alcaldía de Caracas y sus funcionarios de orden público, PoliCaracas para ser más específicos. Pero, ojo, cuidado, lectores y escritores no permitiremos caos ni acciones de corrupción o cobros de vacuna policial a una cuadra del Capitolio Nacional de la República Bolivariana de Venezuela.
Aclaratoria: la reflexión siempre salva a la institución porque se trata normalmente de uno o dos funcionarios, cuando no de mafias parciales, que se dedican a podrir el área. Lo mismo cabe aclarar para la Alcaldía de Caracas, que no diremos que no existe o no funciona completamente porque los bachaqueros le ha jugado la guayaqueta en un punto de la ciudad. Pero después de esta nota, rodada por los medios de difusión de tal modo que todos se enteren de lo denunciado, ya nada quedaría a escondidas tras bastidores y no tendría que haber excusas para dilaciones. ¿No creen? ¡A resolver, pues!
Dese un paseo por las imágenes tomadas con cámara oculta (pendiente)