La eliminación de requisitos al sector empresarial acordada recientemente por el Gobierno de Nicolás Maduro, vuelve a poner sobre el tapete, el tema de los “controles”.
Los neoliberales suelen romper lanzas en torno a la desregulación vendiéndola como panacea para todos los males. Por eso se la pasan pidiendo por el fin de los controles y la desregulación de todo. A esto le llaman libertad cuando en verdad se refieren al libertinaje para cometer todo tipo de tropelías en contra del pueblo.
Para los venezolanos que durante la década de los 80 y 90 del siglo pasado vivimos esa época de “libertad”, sabemos muy bien cuáles fueron los efectos sobre la inmensa mayoría de la gente. De allí que cuando nos hablan de “desregulación”, un escalofrío nos sacude todo el cuerpo.
Porque con la palabreja no se refieren a la necesaria simplificación y automatización de trámites, ordenada por las leyes venezolanas para hacernos la vida más fácil, cada vez que debamos realizar alguna diligencia. Nada de eso. Se trata de eliminar barreras que necesitamos mantener para que las mafias empresariales no pongan en riesgo nuestro bienestar moral y material, e incluso para salvaguardar la integridad y soberanía de la república.
Una joya de la “desregulación” la constituyen los 32 infames Tratados de Doble Tributación, con los cuales según Luis Brito García1 nos roban 17.875 millones de dólares por año, simplemente porque a las empresas extranjeras se les exonera de pagar impuestos en Venezuela. Otras “desregulaciones” igualmente nocivas han sido los tratados que le permitan a empresas transnacionales burlarse de los tribunales del país y plantear sus reclamos contra Venezuela por ante juntas de arbitraje internacionales.
La lista sigue. También son desregulaciones, el operar como Macri y liberar los precios de los servicios públicos, eliminar molestas leyes laborales que protegen al trabajador, o limiten el trabajo de las embarazadas o impidan el de niños y niñas. Otras de las desregulaciones favoritas es ceder el control de empresas y servicios estratégicos como el agua, la luz o el gas y por supuesto el petróleo, y ponerlo en manos privadas operando bajo las “leyes del mercado”. A esta cara de la “desregulación” se le llama “privatización”, es decir la entrega de patrimonio público para que unos vivos se metan unos reales haciéndoles los que les da la gana con antiguas empresas públicas. En Venezuela hemos vivido los nefastos efectos de esta modalidad de “desregulación”, en especial durante la rebatiña de la década de los ´90 por los bancos, las aerolíneas, la industria siderúrgica, hidrológicas, las empresas mixtas petroleras, las telecomunicaciones y ya se tenía montada la de la energía eléctrica, hasta que llegó el Comandante y las mandó a parar.
Y para terminar, la más conocida de las desregulaciones, eliminar cualquier cosa que suene a control de precios.
En fin desregulación no es para los venezolanos, al menos para la inmensa mayoría, una buena palabra.
1 Ver Cómo nos roban con los "Tratados contra la doble tributación" en http://www.aporrea.org/tiburon/a74308.html)