Ninguna empresa capitalista ofrece en venta según su llamada curva de costes marginales. Esta curva cartesiana es creciente y se usa para demostrar que la ganancia provendría de la economía de costes que resulta de vender, supuestamente, según el valor de la última unidad (marginal) a un precio que supera el valor de todas la anteriores unidades producidas para cada volumen de producción correspondiente a lademanda que para ese precio marginal habría en el mercado de la mercancía en juego. Mediante esa versión, la ganancia provendría del mercado.
Como su nombre lo indica, toda mercancía tiene el mercado como destino inmediato. En este rigen precios ya establecidos, salvo que se trate de innovaciones. De perogrullo, el vendedor no podría realizarla a precios superiores, tiene que someterse al precio preexistente si quiere participar con parte de la demanda. También, sólo con cada mejora de su productividad queda en condiciones de ofrecer a menores precios, de competir porque dispone de más plusvalía con cargo a la cual irían los descuentos correspondienes.
Los precios de mercado son la resultante de la competencia que durante mucho tiempo ha conducido a una valoración promedia del trabajo o valor de costo de las mercancías según los diferentes costos de producción de cada empresa. Como ninguno de los productores puede vender a pérdida, en esa precompetencia algunos fueron cediendo parte de su plusvalía de fábrica, ahora convertida en ganancia, mientras otros terminan recibiendo más ganancia que la que les permitiría su plusvalía si la vende al valor. Este proceso de acomodo de la plusvalía a una ganancia media es lo que se conoce como "problema de la transformación de valores en precios de producción", problema que no es tal pero que muchos teóricos dan en llamar así porque sostienen que la explotación sí proviene de la fábrica y no del mercado, una negativa que la fundamentan en el hecho cierto de que si se vendiera estrictamente al valor los productores tendrían diferentes tasas de ganancia lo cual desestabilizaría el sistema como un todo.
De resultas: si seguimos apegados al concurso de capitalistas, pequeños, medianos y grandes, deberíamos liberar los precios y la tasa de ganancia. El Estado debe centrar sus contralorías auditorías a la depuración de los costes de producción para evitar la fuga de impuestos, los costes falsos y la calidad de las mercancías ofrecidas. Se debe dejar que sea el mercado el que fije los pecios a punta de sana competencia de los capitalistas entre sí como les es característico. En paralelo, el Estado producirá y distribuirá a precio justo con bodegas parroquiales y bolsas casa por casa.
En cuanto a los subsidios al consumidor, este debe ser entregado en sus manos sin pasar por intermediario alguno. La flamante Tarjeta sería una primera manifestación, y en lugar de incrementos salariales, ir ajustando el límite de crédito para la compra de mercancías que se sigan importando a precios no subsidiados con dólares baratos al importador. Esto último debe cesar de inmediato.
Repetimos: el Estado debe seguir reforzando la fabricación paralela y los canales de distribución competitivos a precios justos casa por casa con las empresas capitalistas que sigan sobreviviendo con sus libre precios hasta que se extingan por sí salas.