Estas historias, como escatológicas, que con frecuencia pongo en estos medios, no me las cuenta nadie. Las vivo. Les tomo de la realidad. Soy poco creativo; me parece bonito decirlo así, en lugar de afirmar que no tengo nada de embustero. De las tantas buenas cosas que me enseñaron mis padres y convivencia en el barrio o mejor la aldea de pescadores donde me crié, fue no mentir. Yo no asumí como me intentaron enseñarme en la iglesia, porque fui practicante en mi adolescencia, que mentir era un pecado; no. Más bien como me lo enseñó mi humilde comunidad, que entre seres buenos, amigos, no median las mentiras. Y el no mentir se me volvió una práctica, un credo y por supuesto, eso implica rechazo por quienes mienten. Digo lo que pienso sin calcular que pueda indisponerme con alguien o simplemente me pongan en lista de enemigos o desleales. La lealtad pasa por decir la verdad. No entiendo ni acepto que el practicante de la política deba llevar en su morral una sarta de mentiras para atrapar inocentes; soy docente a lo Robinson, mi misión es formar ciudadanos, revolucionarios y la mentira a esa disposición es ajena. Tampoco me siento obligado a estar a favor o en contra de algo, amigo o adversario de alguien, sin que medien los principios. Puedo incluso adversar, no estar de acuerdo, pero no sumo enemigos. Y al contrario, es usual que entre mis adversarios o quienes piensen distinto a mí, tenga buenos amigos.
Acabo de leer que el gobierno, a través de un organismo de nombre muy enredado, lo que quizás mucho tenga que ver con estos enredos como el que ahora cuento, ha fijado el “precio justo” del café. De acuerdo con la lista que tengo por delante, para hablar en números redondos, el del café molido, llegado al consumidor final sería de un poco menos de setecientos bolívares (Bs. 700.oo) por kilo; de donde un cuarto de kilo, también en cifras redondas, costaría un poco menos de ciento noventa bolívares (190.oo).
Siendo Jorge Arreaza, vicepresidente, nos informó en pleno diciembre, cuando en casa, a uno quien hace el mercado –porque insisto, hago el mercado de mi casa, es producto de un viejo acuerdo con mi compañera –más huevo me exigían, que el cartón, no sólo, sino con treinta posturas de gallina, lo que es lo mismo que dos docenas y media, bajaría de precio, a cuatrocientos veinte bolívares (Bs. 420.oo), el cual estaba en unos setecientos cincuenta de la unidad monetaria nacional; pero inmediatamente, al contrario, como por arte de magia, subió a un mil doscientos bolívares. Un salto alto, si se quiere casi de marca olímpica. Las razones que dieron para eso desde el bando de los productores, no fueron nada convincentes; por lo menos para el salto tan brusco. Y, para decirlo un poco como solía decir Joselo, mediante un personaje en el cual caricaturizaba al expresidente Luis Herrera Campins, “por allí te vas”, el cartón, no de huevos o para huevos, sino con ellos, para arriba se fue y sigue subiendo. Ahora mismo, pese los tantos criadores avícolas que el gobierno ha financiado, conozco unos cuantos, por lo menos admiten que les han dado créditos y dicen manejar granjas, no criaderos verticales, no obstante, el cartón –insisto, con docena y media de huevos – está rondando los dos mil bolívares. Los huevos, del precio que le puso Arreaza, nunca les hallé en ninguna parte. Si existieron deben haber sido pocos y lo que es peor, el acuerdo al cual llegó con los productores y del cual se dieron detalles, parece que nadie lo respetó y menos hubo quién cuidase eso no sucediese.
Por cierto, no tengo claro todavía, solo sospechas del por qué, después del 6D, el despelote con los huevos, habiendo sucedido éste, como ya dijimos, también en el mes de las hallacas, tortas y pasteles, por lo que en casa más huevo me piden, en las demás casas sucede lo mismo, en enero llamaron a Aristóbulo, quien estaba en Barcelona, para se fuese a Caracas a ocupar el cargo de Arreaza. Pese a todo eso, los huevos siguieron subiendo y uno empieza a tomar sus medidas porque ya está aquí Semana Santa, período vacacional y ¡hay qué ver como durante ella, suben consumo y precio de pescado y también de huevos!, por todo y todo y sobre todo por aquello del “cuajao” oriental, de chucho, raya o cazón. Menos mal que lo que en Cumaná llaman coctelitos y les promocionan como afrodisíacos, no llevan huevos y tampoco clara.
Por cierto, hablando de pescado, también sucede o pareciera suceder que cada vez que algún importante funcionario se reúne con los pescadores, llegan acuerdos como que el gobierno les otorgará a estos esto y aquello, surte el efecto que al día siguiente el precio del pescado toma vuelo. ¡Y cuánto le preocupa uno que, ahora en Cumaná, el presidente está reunido con los pescadores, presentándoles un plan y unas inversiones que incluye ayuda para ellos, tan cerca de la Semana Santa!
Pero si a Arreaza le “jugaron gallo guindao” o gallina muerta, le dejaron muy mal, con el asunto de los huevos, ahora mismo eso pudiera estarle sucediendo al organismo de ese nombre enredado y feo que “fijó”, vaya ilusión, el “precio justo del café”. Pues ayer mismo, en un negocio de chinos -¡ah, nuestros amigos chinos!- compré dos cuartos de kilo del producto, de una marca muy conocida aquí en Anzoátegui, en cuyo paquete, entre otras cosas tenía impreso, “Precio Justo” Bs. 538.oo. Yo le venía comprando en la calle, en mercados, pequeños abastos en un poco más de Bs. 400.oo. Es decir, pagué por cada cuarto de kilo casi Bs. 340.oo más de lo que, según el sector oficial es el “Precio Justo”, para ese envase, con el café adentro por supuesto. Entonces pagué el kilo de café a Bs. 2.152.oo, una cifra muy distante de Bs. 700.oo del “precio justo” que ha fijado el ente oficial. Y ese precio alterado, está impreso en los paquetes. Quien quiera averiguarlo y tenga la intención de aclarar esto, le tengo uno guardado en mi casa, no para que se lo lleve, porque eso vale oro, más que una mina en el Callao, sino para que certifique lo que estoy denunciando.
¿A quién creerle? ¿Se burlan empresarios y funcionarios de gobierno de nosotros? Parece ser así, porque todo esto es público y notorio.
¿Será que como los huevos, en los tiempos de Arreaza, al café de “Precio Justo” le salieron alas y hace vuelos clandestinos? ¿En esta vaina quién miente? ¿Quién autorizó o permitió que la empresa pusiese ese precio en sus paquetes? ¿Lo hizo por su cuenta? ¿No hay acaso una ley al respecto y para el respeto? ¿Los huevos, puesto ese precio justo oficial, como el viejo tango, no podré esperar “te pongas más barata”, sino que el café subirá a los balcones? ¿Qué es un precio justo? ¿Aquel que le da la gana al empresario, al gobierno o el que resulte de un estudio responsable de costos, tomando en cuenta la racional ganancia y el salario?
Ya, como decimos los venezolanos, uno no encuentra a quién creerle.