El martes 29 de marzo, iba caminando por la Av. José Ángel Lamas, a la altura del Ipostel, cuando vi a un señor bastante mayor, tumbado en el suelo y haciendo esfuerzos para sentarse, a medida que me acercaba iba verificando si había gente cerca, esto por la cuestión de los modus operandi para robar, como no habían personas, me le acerque y lo ayudé sentarse. Lo interrogué a ver si estaba ebrio, y no, no lo estaba, el señor estaba perdido, adolorido, se golpeó y rompió con la caída y bastante angustiado. Solicité ayuda para levantarlo y lo llevamos hasta el puesto de fruta que queda en el semáforo, camino al Hospital Militar. Lo sentamos e intentamos que nos diera un número de teléfono o algún dato para que fueran a buscarlo.
La Junta Parroquial de San Juan (JP) estaba cerrada, entonces el muchacho que ayudó a moverlo fue al CEMAI, entre la JP y la Quesera, a solicitar ayuda. Allí llevamos al señor la compañera Eva (trabajadora del CEMAI) y yo. Allí se quedó, allí lo dejé, repitiendo una y otra vez un número que resultó no ser de teléfono, sino de su cédula de identidad.
Al siguiente día pasé a saber que había pasado y adivinen… Resulta que a una de las compañeras se le ocurrió meter el número dado en la página del CNE, allí apareció el señor Héctor, habitante la Paz, después de Artigas. Ya con estos datos llamaron a los bomberos y mientras esperan resolver el asunto, Eva, se fue a su respectiva cola del Día Día de la Av. San Martín, donde ya había dejado su cédula. Comentándole a su compañera de trabajo que dieron con los datos del señor y que este se llama Héctor, y los bomberos y todo lo demás, la señora de atrás, gritó, ¡ese es mi marido! y mostró la cédula del señor.
Todo este cuento, es para resaltar que muchas familias en medio de la necesidad y la dificultad para conseguir la comida, se han visto en la imperiosa necesidad de poner hacer largas colas a l@s ancian@s, personas con condiciones especiales, mujeres embarazadas y mujeres con niñ@s pequeñ@s en brazos. Este hecho, ha ocasionado un aumento vertiginoso de las colas, sobre todo desde el mes de enero. En el mejor de los casos y dando el beneficio a la duda, los familiares los utilizan para comprar más rápido y seguro los tan anhelados alimentos y enseres.
El señor Héctor fue con su esposa a comprar en el Día Día, puesto que le correspondía a ambos por el número de cédula. Su esposa lo sentó un momento y cuando volteó, él ya no estaba, lo buscaron un rato y como no lo consiguieron, ella, rezando sus oraciones se encomendó a Dios y sintió, que él, Dios, le decía que se quedara tranquila. Así fue que lo conseguí, bien lejos y perdido, por lo que cuando Eva le comentó a su compañera, la esposa gritó de alegría y se reconfortó en fu fe. Bajaron al señor Héctor y su hijo, que no estaba en la cola, fue a buscarlo.
Muchas moralejas deja este historia, sólo quiero resaltar, que desde el lunes santo, los Consejos Comunales de la Parroquia San Juan, de forma organizada y siguiendo sus respectivos censos, han podido comprar en el Mercal de la zona, que está entre el Hospital Militar y el Ipostel, justo frente a la Junta Parroquial, desapareciendo de forma automática las largas y miserables colas que se hacían allí. Sólo con un poco de organización y disciplina. En este sentido, quisiera insistir, en que está iniciativa gubernamental, que se pudo ver durante la Semana Santa en muchos sitios del país, puede continuar; sumándole los del Mercales Obreros, es decir, el mercado para l@s servidor@s públicos, en sus respectivos organismos cada 15 días, por ejemplo; y otros mecanismos que ayuden a disminuir las colas y lo más importante a dar tranquilidad a la población.
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