Cuando solías asistir a reuniones convocadas por el gobierno, como representante de la pequeña empresa, sector donde desde hace muchos años has hecho las veces de dirigente, quienes creen que de una sociedad capitalista y más con los rasgos de la nuestra, muy particular, se puede cambiar de un día para otro, sólo con real, “arrollando y bailando conga”, te descalificaban, lo hacían con quienes te invitaban y acompañaban. Creían, o mejor siguen creyendo, que se puede transformar todo esto, de un día para otro, como con una varita de virtud, prescindiendo de todas las formas y hasta grupos sociales que aquí ejercen liderazgo, tienen motivos e instrumentos para cambiar lo existente, dándole a la palabra liderazgo el mejor y más bello de sus significados. La experiencia productiva, la disciplina, talento de los pequeños empresarios, profesionales de toda índole, trabajadores altamente calificados, integrantes de las clases medias, no era aval para tomarles en cuenta, llegar a puesto de mando y si para mirarles con “el rabo del ojo”. Los de confianza eran otros, muchos de los cuales, un buen número, terminaron perdiendo confianza y vergüenza. Hubo quienes se montaron el cráneo que construir el socialismo era como hacerse “unas tetas nuevas”, parecieron hacer suya aquella frase de moda entonces, “sin tetas no hay paraíso”, pasar fugazmente por el quirófano, comprar un pasaje masivo hacia la felicidad y para eso el petróleo daba. Y pese haberse percatado que el asunto no es como lo imaginaron, parecieran seguir intentándolo con la misma metodología o lo que es peor, optaron por calificar de socialista una sociedad y práctica que nada de eso tiene como para no reconocer errores y verse obligados a rectificaciones que deberían implicar discretas retiradas. Por eso, si el socialismo sigue tan lejos de cuando comenzamos, llamamos así esto, tal como es, con monopolio, bachaqueo, endeudados hasta la coronilla y seguimos pa´ lante, felices, llenos de satisfacción. ¿Qué nos van a tiriquiteá?
El socialismo no lo construyeron, pero lo tienen a medio camino, en “time” o en suspenso, creen los más ilusos, por culpa de la caída de los precios del petróleo y la guerra económica, si no la vaina ya estuviera hecha y refrendada.
Verte allí significaba para algunos que el gobierno estaba en contubernio “con las clases dominantes o los amos del capital”. Muchas veces he creído que hasta el gobierno mismo, entendiendo esto desde una perspectiva cuantitativa, pensaba igual. Lo que para consuelo de algunos no fue ni es todo el universo. Quizás, por eso, aquellos enlaces no pasaban de escarceos o coqueteos para distraer.
Al asignarte el cargo que ahora ocupas, la reacción fue parecida. Para algunos fue un indicador que una “revolución socialista”, que ellos ven, no precisamente por alma de poetas, estaba dando un paso atrás o haciéndole concesiones al capital. No pensaron nunca que el sueño de ellos nada tenía que ver con lo real. Porque, habría que preguntarles por qué siguen mezclando o confundiendo a un pequeño empresario como tú, tal un gran capitalista con el control de lo monopolizado. ¡Claro! Si son capaces de verse envueltos en una sociedad socialista, significa que son por demás soñadores, y muy natural te perciban como si fueses Rockefeller. ¿O te pusieron allí para lanzar el mensaje de cambio de actitud pero “para que nada cambie” y de paso expíes pecados ajenos? ¿Tendrá eso que ver con eso de los motores que parecen trancados? Cuestión ésta nada novedosa.
Lo que pasa también, Pérez Abad, es que de repente se dieron cuenta que la Constitución Bolivariana pudiera, hasta cierto punto, ser como un instrumento bastante flexible para que todos quepamos; en lo que no estarían equivocados. Pero ellos, muchos quienes la elaboraron, no se habían dado cuenta de esa vaina. Si aplicas esa constitución con persistencia, pero cuidando que cada paso se dé a ritmo y armonía adecuados, no que se inventen vainas y necedades en el discurso romántico, de poetas idiotas que se inventan mundos y hasta terminan creyéndoselos, podrías cambiar sustancialmente la sociedad nuestra. Por eso, entre otras cosas, aparte de darle privilegio al Poder Popular, que debe serlo de verdad, estructural y súper estructuralmente, tanto como que garantice, entre otras cosas, aquello por lo que tanto clamó Chávez, la soberanía alimentaria, están en la Carta Magna las distintas formas de propiedad que creo bases para construir ese poder y darle oportunidad a otras formas que falta hacen por la condición humana, el tiempo y la realidad, hasta cuándo uno no sabe. Quede claro que el “Poder Popular” no es frase para impactar ni menos un grupo de personas hasta inocentes que exhiben como tal. No puede ser una fantasía, tampoco parte de un montaje teatral. Como que no se hace indígena a un tipo hasta europeo poniéndole un guayuco y pintándole la cara. Menos haciéndole eco a racistas que se escudan tras un presunto antirracismo con discursos conmovedores, llenos de dramatismo, estadísticas retorcidas y rasgos externos para inventarse el derecho a una canonjía.
Pudieron haberse dado cuenta de repente de sus errores, porque la enorme ubre del petróleo se vino al suelo, el ingreso petrolero que hizo de la nuestra una sociedad rentista, tanto que quisimos, y hay muestras que hacen pensar que todavía queremos, hacer una “revolución socialista” donde el precio del hidrocarburo hiciese de los venezolanos todos una sociedad o colonia de pensionados, sin trabajar, aportar nada, como decimos en Cumaná, “ni el aire de los pulmones” para encender los carbones y traer de fuera más, mucho más de lo que en la IV República traíamos. Y lo peor, se vino abruptamente o para decirlo en lenguaje coloquial “se nos cayó de platanazo; no sólo el precio petrolero sino el idílico sueño. Como sus teóricos, planificadores, unos se fueron bravos, como Giordani, cosa que aún sigue sin aclararse, otros formados o influidos en espacios donde nunca han sabido cómo hacer para siquiera iniciar el tránsito de una sociedad a otra, habiendo comprendido que “esto es mucho camisón pa´ Petra”, aparte de lo ingenioso y rapaz de la guerra económica, frente a la cual aquellos no disparan ni con gomeras, optaron por llamarte. ¡Claro, eso ya es un cambio importante!
¿Pero qué pasa Miguel Pérez, ya pasaron los dos meses que diste para que empezaran a mostrarse cambios en la economía? Esos cambios que anunciaste se referían a escasez, aparición de productos básicos para la simple existencia, inflación y sobre todo se terminarían o aminorarían las colas. Lo que más y de verdad ansía el venezolano que nada tiene que ver con los políticos que hacen la política por todos nosotros,
¿Pero qué pasa? Esa aberración que hemos dado en llamar bachaqueo sigue en aumento. Cada día es peor. Tú, pequeño empresario y creo que economista, bien sabes todas las distorsiones y atrocidades que eso genera, tanto en lo económico como en lo político. La inflación es un caballo desbocado que al venezolano tiene a punto de infarto. De un día para otro se producen alzas en todo lo que uno tenga que comprar hasta del 15 y 20 %. Las colas amigo, ¡ay las colas!, son tan largas que ya casi estamos a punto que todos nos metamos en una sola, aquella que nos lleva al mundo de los muertos. No hay, dos meses después de tus predicciones, un atisbo que los productos comiencen a aparecer en los anaqueles como prometiste. Las regulaciones que tú mismo anunciaste hace poco, como resultado según tú mismo, de tus conversaciones con más del 70% de los empresarios venezolanos, no han dado resultado positivo alguno. Ha sido todo lo contrario.
Te escribí esto porque tengo la impresión, lo digo así porque bien sabes no nos conocemos, que eres hombre de palabra y lleno de buena fe, pese tengamos percepciones diferentes sobre la vida y la política. Por percibirte así, me incomoda que entre empresarios incompetentes, rufianes, nada ganados para trabajar por construir el país, lo que no significa dejen de ganar y bien, políticos más “perdidos que el hijo de Lindbergh”, truhanes alrededor de quienes como tú intentan reflotar al país, en lo que incluyo a los de un lado y otro, te tomen de salchicha y te aplasten para cubrir sus culpas.
El gobierno, pese lo que digas y anuncies, pareciera mantener su misma conducta y como esperando que de un momento a otro, como quien gana el Kino, el precio del petróleo salte o el arco minero pase jugar el rol de éste. Cuando los líderes del gobierno optan por ignorar lo que tú intentas encarar mientras ellos hablan de cosas que si bien son ciertas, como la guerra no convencional, parecieras destinado a pagar todos los platos rotos.
A la oposición no le interesa para nada el destino nacional, ni la vida de los venezolanos, siempre que sus financistas ganen bastante para ellos y seguir aportando todo lo necesario para “achicharrarnos”.
Lo único que a un bando preocupa es no haya revocatorio, las firmas, muertos que firmaron, vivos que pasados de vivos firmaron más de una vez, firmas sin huellas, huellas sin nombres, nombres sin cédula, nombres sin huella y sin cédula, planillas planas. Mientras el otro quiere revocatorio ya, a cómo salga y después, pase lo que pase, nada importa, seguirá la violencia y las colas para entrar a los cementerios. Porque lo que es Almagro, ya pasó a la historia. Es posible que vuelva pero ahorita su música no suena. Las palabras comida, medicinas, por sólo nombrar esas, no están en boca de la alta dirigencia. Nadie se ocupa de esas palabras si lo que ellas definen falta no les hace.
No es totalmente acertado lo dicho anoche por Walter Martínez, quién piensa nos derrotan casi determinantemente en el campo comunicacional. El mayor destrozo lo están ocasionando por la boca y el bolsillo
Resulta, Pérez Abad, que entre pelea de tigres, conejo no debe asomarse.