Inicio estas líneas con esa frase que, en mi experiencia personal, me impactó grandemente, reflexionándola desde lo más profundo y con una mirada intrínseca.
Ver nuestra actuación diaria en todos los contextos: familiares, laborales y sociales, y preguntarme a mí mismo: ¿Yo, construyo o destruyo…? Y si hago ambas cosas, ¿por que? Desde lo personal, es imprescindible empezar a cambiar esas prácticas ilícitas, que por necesidad o por facilismo realizamos sin considerar la destrucción que estábamos propiciando, las cuales me permito señalar:
1.- Al comercializar, vender o traficar el signo monetario soberano (moneda venezolana) contribuimos con la desestabilización económica de Venezuela. Ahora mismo, en nuestro país hay un déficit del cono monetario y una distorsión para-normal de la economía; existe un precio en efectivo y otro por punto electrónico, sumado a una especulación desmedida que hace inasequible la adquisición de los alimentos y productos de consumo masivo.
2 .- El contrabando del combustible venezolano pone en riesgo la vida por
un lucro individual, en detrimento del pueblo venezolano.
3 .- La extracción de alimentos y artículos de primera necesidad hacia el vecino país, aun sabiendo que nuestra producción interna no satisface la demanda nacional, implica, en nuestro criterio, quitar el alimento a un venezolano para darle facilidad a un extranjero.
Entonces, escandalosamente estamos en medio de un fenómeno social de descomposición y autodestrucción sin precedentes; y yo me pregunto, con suma preocupación y con dolor, ¿en qué momento el pueblo venezolano se descompuso a tal magnitud, y cuándo vamos a reaccionar y a entender que somos y seguimos siendo víctimas de nuestra propia destrucción? ¿Cuánto más se necesita padecer o sufrir para tomar conciencia de que nuestras acciones han sido destructivas y nos han llevado a un detrimento y pauperización de nuestras condiciones de vida? Diariamente caemos en diatribas y culpamos de todo lo que pasa al Gobierno, porque somos las "víctimas"; eso pudiera ser cierto, pero también tenemos que reconocer que muchos somos parte del problema, y es desde allí que debe comenzar el cambio, porque juzgar a un funcionario público de corrupto cuando yo mismo lo soborno es totalmente incoherente. Es necesario dejar a un lado la doble moral.
¡A gritos demandamos de nuestros gobernantes un cambio, pero para que ese
cambio se produzca es necesario tener conciencia....!