Aunque no se aplique
al caso del Presidente, porque hasta lo operarían gratis, voy con un
caso parecido de un camarada de Pto La Cruz que tenía un problema
en el hombro y luego de montones de exámenes en Caracas le propusieron
operarlo. Como venía por el seguro, Bsf. 36.000,00.
Alguien le recomendó
que se viera con un galeno en el Puerto quien revisó todos los
exámenes. “Hermano, confíe, ¿dígame cuánto le están cobrando
en Caracas?” Le dijo: Bsf. 36.000,00. “Yo lo voy a curar por
menos del 10% de esa cantidad” Y lo curó en un mes por Bsf. 3.500,00.
Opino que estos casos deben ser investigados, como cada uno de los casos
de operaciones dependientes de las empresas aseguradoras.
Acuño por aquí: que
lástima el programa de La Hojilla en la Aldea de Pescadores de Puerto
La Cruz, ahora Alberto Lovera por esa costumbre de aparecer como más
revolucionarios, porque el camarada Mario Silva, por amistad, se presta
de trampolín de un gobernador cuestionado y cuando le dice a un representante
del pueblo “hable que el Presidente lo está viendo por esa cámara”
obliga a que Chávez intervenga y le de un espaldarazo a quien no lo
merece. Y no digo más.
El turismo en Nueva Esparta
ha ido en un vertiginoso ascenso económico restándole a las paradisíacas
islas la tranquilidad que tenían para el solaz y esparcimiento de la
mayoría de los venezolanos. Tenemos una isla, en el caso de Margarita,
casi mejor que todas las del Caribe, y que me perdonen esos isleños,
debido a la gran calidad humana del margariteño.
Calidad que se mantiene
en los más viejos, en los pueblerinos, pero que ha contagiado de capitalismo
a las generaciones intermedias y en los más jóvenes. Es buscar billetes
y rumbear como los caraqueños.
Vivían felices, la gente
sonreía a los turistas que pasaban frente a sus casas, ocurría alguno
que otro incidente, nada de robos, ni atracos –un poco más de cuando
no existía una cárcel en Nueva Esparta (había pasado a colegio)–,
ni drogas a granel.
Sólo crecían, siendo
muy conocidos, los eternos contrabandistas, y hasta perlas se compraban
casa de los Ávila Vivas buenos. Y penetraba la política. Los adecos.
Aparece la Zona Franca y con ella la transformación del isleños quienes, tal como los comerciantes árabes y de otras nacionalidades que tienen visión para los negocios y se ayudan unos con otros, empiezan a ver en cada visitante un sujeto a quien venderle algo –característica del capitalismo– como todo vendedor de Seguros que lo está cazando a uno para asegurarle cualquier vaina.
Y producto de que Consecomercio
y Fedecámaras presionan para darle amplitud al gran negocio del consumismo,
¡zás! el Puerto Libre y al carajo la Margarita buena. Solicito disculpas
a los margariteños que puedan malinterpretar estas líneas porque la
gente bella sigue ahí junto a sus paisajes, su gran cantera de narradores
y poetas y su riquísimo folclore aguantado por unos cuantos.
El caraqueño consumista
–la mayoría ideologizada en esos menesteres y alienados por el bombardeo
mediático– al igual que los de mentalidades capitalistas mayameristas
o de cualquier país, consideran que la “isla está de pinga” porque
hay muchos edificios, muchos negocios y muchos automóviles.
No es que uno no deba
comprarse unas cositas, pero la mayoría se desboca en la compradera,
en la gastadera, y descuidan el disfrute de los paisajes. Que no es
sólo ir a la playa a bañarse y caerse a caipiriñas y a nalgas, tetas
y a sol, sino que es recorrerla toda y escuchar el sonido de las rocas,
de las plantas, de sus noches.
Bien barato, por cierto.
Y su curdita para compartir, sin excesos.
Varios gobiernos
descuidaron su control de “personajes” y entra cualquier vaina.
En una oportunidad, y aunque suene discriminatorio, pedían documentación
y recursos económicos, y quien no garantizaba que no sería una molestia,
pa´tras. Ahora está llena de vagos, asaltantes, ladrones, vendedores
de drogas, etc.
Y mucha gente sana, repito,
para que no sientan que los embusaco.
Se requiere con urgencia
un censo bien profundo y si hay que deportar que se haga (ya me caerán
encima, pero debemos rescatarla)
Alguien me explicaba
que en USA (además de que te ponen peros para la visa), y en otros
países, tienes que explicar dónde te vas a residenciar durante tu
visita, qué persona te respalda y te exigen que si vas a cambiar
de lugar debes participarlo. Controles que deberíamos aplicar acá.
Me atrevo a proponer
que le demos a esa isla un tratamiento como si fuese un territorio especial
para nosotros. Tal vez con unas variantes de lo expuesto que no coarte
la libertad de visitarla. Pero con controles.
Digo esto, y no me llamen
xenófobo, porque recuerdo el caso de una mexicana que apareció
involucrada en el secuestro de una niña en la casa donde trabajaba
de mucama en Maturín. ¿Cómo llegó allá?
Y voy a rematar con el
caso del turista canadiense recientemente asesinando en el resort Laguna
Mar, bañándose en la piscina con su familia, y me contaron los cercanos
al suceso dicen que el tipo fue a comprar droga con un dato y un taxista
que lo llevó y lo trajo de vuelta. Resulta que el catirito les jugó
un trajincito a los mafiosos y estos decidieron pagarle “unos palos
y unas lucas” a un chamo que burló muros y ¡pum!
Se fijan, no es que matan
turistas y se quejan en las embajadas, sino que en todos los países,
unos más otros menos elegantes, con o sin pinta, son tremendos tracaleros.
Es como cuando ves a un anciano a quien hay que respetar y resulta que
su condición de mafioso no se le quita con la senilidad. Más bien
le da sabiduría. Tal vez ni alzheimer le pega.
Por lo que imagino, y
no hay que ser un intelectual de las pesquisas, el flujo de tráfico
de drogas, o de cualquier cosa, debe ser una golillota entre tierra
firme y las islas de Nueva Esparta. Háblese de aviones de líneas o
privados, de barcos, lanchas, botes, de ferrys (con carros y camiones
a patadas)
Es como se ha descubierto
ahora que las costas de Sucre, eternamente libres, han hecho que poblaciones
completas se reconozcan como vendedoras de drogas.
Ocurre con las costas de Anzoátegui y después no digan que no se los dije…, que me han dicho, no sé de otras costas.
edopasev@hotmail.com