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Siempre he manifestado mi total desacuerdo con quienes afirman que el imperialismo mundial está moribundo y que pronto ayudaremos a sepultarlo. Mucho más cuando se toma la crisis financiera europea presente y el peligro actual de recesión mundial, como elementos de convicción de la muerte del capitalismo. No es que esté contra quienes mantienen posiciones optimistas de la vida, de hecho me considero un optimista, pero muy por encima de cualquier visión positiva del futuro está la realidad, y su apreciación adecuada nunca debe perderse. Un cuidado muy especial deben tener, en este sentido, los líderes, grupos y partidos, que pretenden desarrollar en sus regiones procesos cualitativos de cambio, independientemente del nombre que se les dé.
Recesión, y muy fuerte, hubo en EEUU el siglo pasado y las crisis capitalistas fueron perfectamente descritas como inherentes al capitalismo por el propio Marx. Que las dificultades actuales no sean exactamente similares ni completamente comparables no puede llevar a la conclusión alegre de que el capitalismo se desmorona. Los revolucionarios verdaderos, y me refiero a quienes desean y se esfuerzan en serio por lograr cambios reales y permanentes en la situación de subdesarrollo de nuestras naciones, no deben emitir juicios tan importantes sin los estudios e investigaciones correspondientes. Al proceder en esta forma no sólo hacen el ridículo sino que exponen a la población inocente a peligros y circunstancias indeseadas.
Las agresiones de EEUU y la OTAN en Afganistán, Irak, Pakistán, Libia, Yemen, Siria e Irán, no son pruebas a favor de una debilidad de las fuerzas imperiales. La intervención descarada en Honduras, Colombia, Haití y Paraguay, no habla tampoco de que estén en minusvalía. Las amenazas a Rusia, China y Norcorea, apuntan en sentido contrario, lo mismo que sus manipulaciones contra los gobiernos de Venezuela, Nicaragua, Bolivia y Ecuador. Si no se tiene clara esta realidad de la situación mundial, en la cual los supuestos aliados están principalmente preocupados en su propia protección, y se actúa en forma visceral o motivados fundamentalmente por la circunstancia electoral, se está sometiendo al país a peligros para los cuales no está en absoluto preparado.
El caso del golpe democrático paraguayo demostrará lo que estamos señalando. Los chinos, los rusos y bielorrusos, de quienes esperamos sean un obstáculo a una agresión de nuestra soberanía, reconocerán al nuevo gobierno de Paraguay. Otro tanto harán Brasil, Argentina, los países del Caribe incluyendo a Cuba, supuestos aliados en la procura de un nuevo orden internacional. Ni que hablar de Colombia, nuestro nuevo mejor amigo, ni de Chile. Todos se limitarán a una crítica formal, pero actuarán en función de sus intereses nacionales, algo que los venezolanos hemos olvidado desde hace siglos y no hemos recuperado.