La CIA y el Mossad mataron a Chávez: ¡pero está más vivo que nunca!

Aquella tarde aciaga de marzo se llevó físicamente al Comandante Chávez, a pesar de nuestra firme convicción de que él se recuperaría y vencería la reiterada adversidad de una extraña dolencia. Emboscada del destino, bofetada de la injusticia terrenal. En pretéritas oportunidades, el gigante de Sabaneta había pulverizado la conspiración en diferentes ámbitos: la conflagración económica, el golpe de Estado, el sabotaje petrolero y la tentativa de magnicidio. No obstante, la pertinaz agresión imperial rindió sus frutos al inocular en nuestro Chávez –a través de micropartículas radioactivas- una sospechosa enfermedad que lo atacaría de manera intermitente por casi dos años (*).


Luego de varios meses, la estratagema del “establishment” yanqui, el sionismo y sus aparatos de propaganda a escala mundial, yace más en evidencia: contagiar a Chávez con una patología degenerativa haría más cruel su padecimiento y disiparía cualquiera duda acerca de una muerte inducida. Pero la derecha global es tan fanfarrona que no podía evitar mostrar su placer ante el cáncer provocado a nuestro Comandante: llama la atención el grado de precisión de panfletos fascistas como El País de España o El Nuevo País, en Venezuela, con respecto a los síntomas que podía experimentar Hugo Chávez. Con una certitud espeluznante, los mecanismos de desinformación apostaban a las recaídas del Comandante, incluso cuando ya estaba curado de sus primeras batallas contra el cáncer. ¿Casualidad? ¡No! Ellos conocían, de primera mano, los detalles de cómo y cuándo nuestro Líder había sido contaminado con elementos radioactivos que, más tarde, le provocarían la muerte. Ante tal panorama, el Estado venezolano debería abrir una investigación contra Rafael Poleo, verbigracia, connotado tarifado del imperialismo y director de El Nuevo País, porque él –junto con la cofradía internacional de la prensa burguesa- ha sido cómplice del asesinato de nuestro Comandante. Igualmente, la indagación debería involucrar a organismos de países aliados en la compilación de información y pruebas contundentes, que coadyuvarían a la acusación formal contra Estados Unidos e Israel.


Para nadie es un secreto que la CIA (Agencia Central de Inteligencia) y el Mossad (espionaje israelí), han estado muy activos
en Venezuela a partir de 1999. Desde hace años, la presencia de ciudadanos estadounidenses ligados a agencias gubernamentales de Washington, ha sido detectada en Margarita y otras regiones del país: bajo la fachada de “turistas”, estas personas han estado movilizándose por nuestras latitudes y han gozado de la protección de la derecha vernácula. La peculiar seguidilla de “fallas” en el transporte aéreo y terrestre, por ejemplo, durante agosto y septiembre de 2010, es una prueba de la labor de “hormiguita” de la CIA y sus lacayos. Las repentinas defunciones de valiosos cuadros de la Revolución que gozaban de buena salud, tampoco pueden perderse de vista: ¿qué pasó con Lina Ron? ¿Qué indujo el ACV de Clodosvaldo Russián, Contralor General de la República? ¿Por qué Carlos Escarrá sufrió un infarto a sólo cinco meses de ser designado Procurador General? ¿Qué causó el paro cardíaco del joven y vigoroso Padre Martín Zapata? Demasiados decesos de personajes clave de nuestro proceso bolivariano no pueden ser producto del azar y sólo dejan entrever un retorcido plan de exterminación selectiva de la dirigencia revolucionaria. Con la eliminación física del Comandante, la CIA y el Mossad buscan desarticular el chavismo y desmoralizarlo: la atomización de los factores revolucionarios y su progresivo debilitamiento, debido a la ausencia del Comandante, serían una estocada artera al despertar de las masas en América Latina. Desatar una guerra civil en Venezuela, con la introducción de mercenarios al estilo Siria, es el objetivo adicional del Tío Sam y su “perrito faldero”, Israel. ¡No caigamos en la encerrona! Estados Unidos, en el contexto de la Segunda Gran Depresión Capitalista, necesita –a como dé lugar- hacerse de las reservas de petróleo más vastas del orbe y Hugo Chávez era un obstáculo para ello.


La Revolución Bolivariana, sin embargo, no va a detenerse ante la dolorosa partida de su insustituible Líder: la radicalización de la lucha es perentoria. Hacer la cola en Los Próceres, por más de seis horas, nos confirmaba la determinación de este recio pueblo ante la tragedia y las consignas hablaban por sí solas: “¡Chávez no murió, se multiplicó!”; “¡Con Chávez y Maduro, el pueblo está seguro!; “¡Chávez vive, la lucha sigue!”. El Comandante esparció su semilla rebelde en nuestros corazones y conciencias: no hay tiempo de llorar, sino de defender la Patria… continuar su obra. Los imperialistas y sus vasallos volverán a dentellear la polvareda del fracaso. ¡Viva Chávez por siempre! ¡Viva el socialismo!






(*) El Comandante pudo haber sido inoculado por vía aérea, alguna comida o bebida, o simplemente por alguien que lo pinchara –en una gran multitud- con cierto instrumento hipodérmico de avanzada tecnología, dentro o fuera de Venezuela. No nos chupamos el dedo, imperialistas. ¡Que el crimen no quede impune!

elinodoro@yahoo.com


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Adán González Liendo

Traductor, corrector de estilo y locutor

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