Ciertamente, el problema de la violencia es algo sumamente enmarañado y lo es, dado que a través de la historia la sociedad se desarrolló y se desarrolla en un mundo azaroso. Son muchos los factores que influyen en este aciago mal, lo cual evita su extirpación total, no solo en Venezuela sino en el mundo. Entre estos podemos citar: la miseria, la riqueza, la droga, el alcohol, la corrupción, la falta de valores, los hogares disfuncionales, el cine, la televisión, el mal uso de las redes sociales, el mal entendido nacionalismo, los medios de comunicación, el mal uso de la palabra (insulto), el racismo, el machismo, la exclusión social, la agresión familiar, las divisiones en la sociedad (religiones, partidos políticos, nacionalidad…), la invasión de territorios, el abuso de la palabra (insulto), la explotación del hombre pobre por parte del hombre rico, los crímenes ambientales, el capitalismo, el abuso infantil, entre tantos de los agentes que de una u otra forma inciden en crear situaciones violentas en la sociedad.
Por lo general, los conocedores del tema atribuyen la violencia a los jóvenes que conviven en la miseria experimentada por los excluidos de siempre. Pareciera que la sociedad olvida los episodios grotescos donde están envueltos ciertos “niños bien” que optan por un arma para satisfacer sus frivolidades cuando los padres les recortan la mesada. Conozco casos de secuestros expréss realizados por algunos “niñitos de papá y mamá” para sacarle algún dinero extra a sus progenitores y para continuar la farra simulan el secuestro de un pana. También supe de una “señorita bien” que propició, junto con sus amigotes, un auto secuestro para despojarles a sus padres unos cuantos billetes para hacerse las tetas, porque según la chica, “sin tetas no hay paraíso”.
Lamentablemente somos una sociedad de hipócritas y solo vemos la basura en el ojo ajeno. Cuántos prominentes médicos, abogados, profesores universitarios golpean a sus esposas y luego los vemos por la televisión abogando por la no violencia. Qué decir de algunos políticos instigadores de la violencia y después aparecen por la TV como unos verdaderos Mahatmas. Deseaba olvidar ciertos casos de políticos destacados acusados ante los tribunales por violencia de género, pero tristemente mi memoria me traicionó. ¿Entonces?
Se infiere en algunas oportunidades que debemos acercar los jóvenes al deporte para alejarlo de la violencia y las drogas. Pareciera que quienes aluden tal alternativa no recuerdan las tánganas originadas entre los fanáticos de dos equipos con saldos lamentables, algunas veces de muertes innecesarias y propiedades destruidas. Sobre el alejamiento de los deportistas de las drogas es otro cuento, dado que son algunos entrenadores quienes inician al atleta al consuno de ciertos fármacos para mejorar el rendimiento.
En lo referente al arte para mantener a los jóvenes alejados de la droga, es otra ficción lamentable. ¿Cuántos artistas de cine, de televisión y cantantes no se han visto envueltos en episodios grotescos y violentos vinculados al consumo de drogas? Con una un agravante: son premiados en Hollywood y en el peor de los casos, hasta la reina de Inglaterra lo recompensa con un título de nobleza.
El problema de la violencia data de hace muchos años. Es el empeño de la sociedad de dividir a los hombres y mujeres en héroes, heroínas, villanos y villanas. La historia (de nuevo con la historia) nos enseñó que los ganadores de una guerra eran los héroes y heroínas y los perdedores, los villanos y las villanas. Los persas, los romanos, los iberos, los turcos, los ingleses, los yanquis, los sionistas, entre tantos invasores se convirtieron durante siglos y actualmente en ídolos y los perdedores, quienes en un momento defendían y defienden sus intereses, era y son los villanos.
La televisión y el cine contribuyó y contribuye mucho en eso de separar a las personas en héroes, heroínas, villanos y villanas. En mi época de mozalbete, miraba programas de televisión de aparente ingenuidad, sin pensar en la influencia y relevancia de tales películas tenían sobre la conducta de los televidentes. Uno de los que recuerdo mientras estoy frente al teclado es “Rintintín”, un sabueso especializado en rastrear a los indios apaches, cheyenes, pieles rojas, siux entre tantas de las tribus exterminadas por el gobierno yanqui. Muchos fueron los progrom a los que acudían los militares azules del fuerte guiados por dicha mascota. La idea era una sola: exterminar las civilizaciones indígenas que ocupaban esas tierras desde hacia miles de años para entregarlas a los pioneros que conquistaron el lejano oeste. No cabe duda, los héroes eran el perro rastreador y los militares azules, los indios, quienes le cortaban el cuero cabelludo a los blancos eran los villanos. Si esto no es violencia me lo tendrán que explicar.
Después de la Primera y Segunda Guerra Mundial Hollywood, durante la guerra fría, se encargó de separar a los soldados de acuerdo con el color de la piel, el color del cabello y los ojos: si el soldado era blanco, rubio y ojos “normales” como el de los gringos, el combatiente era un héroe. En cambio, si el militar era de piel amarilla y de ojos oblicuos (japoneses, chinos o coreanos, todos en el mismo pote) el pobre ya era catalogado de villano. Cuántos oficiales yanquis observé en la pantalla, no sin estupor, con el pecho resplandeciente de medallas indicativas que el “héroe” había matado miles y miles de villanos. De los muertos del otro lado, de las viudas, de los huérfanos y de las ciudades arruinadas el cine no decía nada. Si esto no es violencia debo aprender un nuevo el idioma.
La televisión quiere librarse de parte de la violencia que transmite sus películas y telenovelas, pero cada vez que examino sus programaciones me convenzo de una porción de su responsabilidad sobre el tema. Las películas gringas son especialista en eso de separar a los hombres y mujeres en héroes, heroínas, villanos y villanas. Llegan al extremo de catalogar a los gentilicio de los demás países en concierto con algún delito: los colombianos son narcotraficantes; los rusos tratantes de blancas y de armas; los italianos mafiosos, los mexicanos y centroamericanos ilegales y espaldas mojadas; los árabes terroristas; los negros criminales y drogadictos; los latinoamericanos flojos y tracaleros; los chinos unos bandidos y mafiosos; las rumanas y dominicanas putas, los irlandeses traficantes de armas, entre tantas las connotaciones despectivas con que las películas gringas se refieren hacia otros habitantes del planeta. Ciertamente los detectives, los héroes y heroínas, son rubios y si son de otro color, su jefe es blanco. ¿Ayudará a la violencia tales discriminaciones?
Los fastos de la historia nos mostraron que lo héroes eran los ganadores y esto lo reforzaron con las películas. Nunca he escuchado, ni tampoco en visto en algún programa de TV acusando a los ricos, blancos y cristianos como responsables de millones de muertes en el planeta. Por el contrario los productores de cine premian con laureles de gloria a los cruzados. Un indigno representante de tales bárbaros es Ricardo Corazón de León, uno de los tantos asesinos que llevando la cruz hacia el medio oriente pretendió despojar de sus tierras a sus “moradores infieles”. Así mismo, la pantalla mostraba, finalizada alguna que otra guerra, de las tantas de los países colonialistas, a una tropa solazada en una marcha triunfal. Los mismos que regresaban de algún territorio recién colonizado dejando una estela de dolor y desastre. Así se recibían los héroes; los huérfanos y las viudas, es decir, los villanos quedaban sumidos en la miseria. Todavía en el siglo XXI los dueños de los medios de comunicación, actuando como agentes del capitalismo, continúan con esta violenta discriminación. A Mandela, a Fidel, al Che Guevara, a Lumumba, a Gadafi, a Chávez, a Ho Chi Min entre tantos líderes mundiales los tildan de asesinos y terroristas (los villanos), mientras que los asesinos (los robocops) que van a otros países a robar la materia prima y acabar con sus pobladores, estos son los héroes. ¿Será esto causante de la violencia?
Ahora la televisión nos muestra el nivel de vida de los narcotraficantes. Son los dueños de grande mansiones, propietarios de unos carros del carajo, con dos o tres celulares y tabletas de alta tecnología, vinculados con funcionarios del gobierno y por eso nunca lo apresan. El capo mayor es el que se levanta el culito que está más buena que Diosa Canales y un yate para llevarla pasear con sus amigas, además, un jet para viajar sin tener la molestia de solicitar el cupo de los dólares. Es el héroe que ayuda a sus compinches, es decir el que tiene billete que jode hasta para repartir. ¿Entonces, la televisión no promueve la apología al tráfico de drogas? ¿Cuántas películas he visto en la cual los estafadores son los héroes y la policía, son los pendejos que se dejaron birlar por los bandidos? ¿Esto será causante de la violencia?
No tengo la solución para erradicar la violencia de una buena parte del globo, pero tengo la certeza que el problema es muy complejo. Pero de algo estoy seguro: la violencia está vinculada a la pérdida de valores, además emparentada a un sistema político (el capitalismo) cuyo único interés y motivo de existencia es la obtención de dinero, sin importarle la razón de ser de nuestra presencia en el planeta: la vida.