Hemos observado cómo el pueblo venezolano con entera satisfacción ha percibido la calma, la tranquilidad y la paz en las calles de la principales ciudades del país, a partir del 31 de julio, un día después de la históricas alecciones de la asamblea Nacional Constituyente, gracias a más de ocho millones de venezolanos y venezolanas decididos y decididas a vivir en paz y en libertad. Ahora esperamos que la justicia nos permita la realidad, de que en Venezuela sea castigada la impunidad y la apología del delito que incitan los sectores terroristas que adversan al Gobierno Revolucionario encabezado por Nicolás Maduro.
Sin embargo es de observar que la guerra de los ricos contra los pobres en Venezuela persiste, y seguirá persistiendo no solamente en Venezuela, sino en el mundo, mientras existan los antagonismos irreconciliables de las clases sociales opuestas, (cuya contradicción es irremediable, mientras exista la desigualdad social, o sea la pugna entre pobres y ricos, explotados y explotadores). De hecho ya hemos visto cómo el imperio norteamericano ha profundizado las sanciones económicas y financieras, en respuesta a las súplicas y desesperados pedimentos hechos ante el Pentágono y demás organismos imperiales, y mundiales, por la burguesía (suplicante) arraigada en Venezuela, y los gobiernos genuflexos pro imperialista y el tristemente Secretario General de la OEA, para la aplicación de sanciones radicales, destinadas exclusivamente, para castigar al pueblo, porque en realidad, a quien afectan directamente estas sanciones no es al gobierno de Venezuela, es al pueblo trabajador y hacedor de patria con su diario empeño y voluntad, ese pueblo que no forma parte de la burguesía vende-patria, que se considera dueña de este país soberano, que nos pertenece a todos.
A propósito de continuar focalizando nuestras notas de opinión sobre la guerra de los ricos en contra de los pobres del mundo, que me han sido publicadas gracias a la cortesía de APORREA. En esta VII ocasión me voy a referir a una guerra silenciosa y casi invisible que sin duda alguna forma parte de las estrategias de las grandes transnacionales, para castigar a los pueblo del mundo. Guerra silenciosa, que viene causando estragos a la humanidad desde hace algún tiempo, como es la guerra química, disfrazada de actividad agrícola en nuestros campos, en base a la utilización de productos altamente tóxicos para la vida del Planeta en todas sus manifestaciones, mejor conocida como "la revolución verde", que es la denominación usada internacionalmente para puntualizar el acrecentamiento de la producción agrícola y por tanto de alimentos, entre 1960 y 1980 en Estados Unidos y que se ha venido extendiendo por todo el mundo, con la siembra de variedades de cereales, con mayor resistencia a los climas extremos y a las plagas, capaces de alcanzar altos rendimientos por medio del uso de fertilizantes y plaguicidas químicos, proporcionando gigantescos beneficios a las grandes trasnacionales de la rama de la industria química en el mundo, en desmedro de los factores ambientales del ecosistema y la salud de la humanidad.
La revolución verde fue concebida con el pretexto de erradicar el hambre y la desnutrición en los países llamados subdesarrollados, la cual consiste, principalmente, en aplicar, en la agricultura productos químicos con altos contenidos de materiales venenosos, que son comercializados por numerosos países, que los han venido usando desde la década de los años cuarenta, por imposición lucrativa de los grandes consorcios transnacionales, que acaparan la producción de alimentos en el mundo, cuyos productos fueron inicialmente utilizados como armas químicas en varios escenarios de guerras en el mundo, Veamos el gravísimo peligro de estos productos químicos agro tóxicos, según la Oficina de la Naciones Unidas Contra las Drogas y el Delito (UNODC):
"En la década de 1950 los pesticidas químicos fueron lanzados a nivel internacional como un "milagro" de la ciencia para enfrentar los problemas de plagas. Sin embargo el uso cotidiano de esos químicos contribuye a la crisis de la agricultura que dificulta la preservación de los ecosistemas, los recursos naturales, y afecta la salud de las comunidades rurales y de los consumidores urbanos. La búsqueda de la productividad a corto plazo por encima de la sustentabilidad ecológica, practicada en las últimas décadas, ha dejado un saldo, a nivel mundial de contaminación y envenenamiento, donde el fabuloso "remedio universal" contra el hambre, ha resultado ser peor que la enfermedad".
Según Wikipedia: La revolución verde obtuvo un gran éxito en el aumento de la producción, pero no se dio suficiente relevancia a la calidad nutricional, resultando en la expansión de variedades de cereales con proteínas de baja calidad y alto contenido en hidratos de carbono. Estos cultivos de cereales de alto rendimiento, ampliamente extendidos y predominantes en la actualidad en todo el mundo, presentan deficiencias en aminoácidos esenciales y un contenido desequilibrado de ácidos grasos esenciales, vitaminas, minerales y otros factores de calidad nutricional.
Si bien es cierto que el desarrollo y expansión de la producción de estos cereales, altos en calorías y de muy baja calidad alimentaria, consiguió mitigar el hambre, de gran parte de los habitantes del Planeta, el empobrecimiento nutricional que han sufrido los habitantes del planeta, como consecuencia de las dietas basadas en los alimentos producidos mediante las metodologías agrícolas dispensadas por la revolución verde, se ha provocado graves problemas de la desnutrición y la creciente incidencia de enfermedades crónicas en personas aparentemente bien alimentadas.
Los agroquímicos: una consecuencia mortal
Un estudio elaborado para la ONU por los investigadores: Hilal Elver y Baskut Tuncak, presentado en ONU el 7 de marzo del 2017 certifica que "El uso excesivo de plaguicidas es muy peligroso para la salud humana y el medio ambiente; además es engañoso afirmar que estos productos químicos son vitales para garantizar la seguridad alimentaria". Las investigaciones demuestran que los plaguicidas son responsables de unas 200.000 muertes por intoxicación aguda cada año. Casi el 99% de estas muertes ocurre en países en desarrollo, donde la salud, la seguridad y las regulaciones ambientales son más débiles. Estas cifras están confirmadas también en las estadísticas de la Organización Mundial de la Salud,(OMS): señalando que "cada año terminan envenenados por plaguicidas 3 millones de personas, de las cuales muren unas 200.000".Si aplicamos una deducción matemática en torno a esta alarmante cifra, (tomando como época inicial de esta guerra silenciosa, el año 1960, que es cuando se inicia la llamada "revolución verde", aunque desde 1940, ya se venían aplicando los agro tóxicos, como el DDT), hasta el año 2017, a razón de 200.000 muertes por año, estaríamos hablando de 11.400.000 muertes por efectos de la aplicación de agroquímicos en la producción agrícola, en 57 años. Todas estas muertes han pasado en silencio, mientras las grandes transnacionales se hacen más multimillonarias a expensas del sacrificio de la humanidad. ¿Acaso no podemos acuñar este holocausto silencioso e impune a la guerra de los ricos en contra de la humanidad? ¿No es esto un etnocidio? O qué otro nombre se le puede dar a esta acción del capitalismo salvaje, cuando el mismo informe indica que "Además de las muertes directas, la exposición crónica a los plaguicidas se ha relacionado con el cáncer, enfermedades como Alzheimer y Parkinson, alteraciones hormonales, trastornos del desarrollo y esterilidad. Los trabajadores agrícolas, las comunidades que viven cerca de las plantaciones, las comunidades indígenas y las mujeres embarazadas y los niños son particularmente sensibles a la exposición a los pesticidas y requieren protecciones especiales.
Hace apenas cien años, la enfermedad coronaria era prácticamente desconocida en Europa y América. El primer caso descrito en la literatura médica apareció en 1910. Hoy en día es la causa de muerte más importante. El cáncer, que hoy es responsable del 3,4 % de todas las muertes en Europa y América, era causante de apenas el 1 por ciento de las muertes hace cien años. Hoy en día hasta los neonatos y niños muy pequeños pueden ser víctimas de cáncer y leucemia. La diabetes es la tercera causa más común de fallecimientos. En los Estados Unidos su incidencia era de 1 caso en 50.000, mientras que hoy es de 1 en 20.
Los expertos mencionados, enfatizaron en la obligación de los Estados de proteger los derechos de los niños contra los plaguicidas peligrosos. Señalaron el elevado número de niños muertos o afectados por alimentos contaminados con estos productos químicos, en particular por intoxicación accidental, la prevalencia de enfermedades y discapacidades relacionadas con la exposición crónica a una edad temprana, y los informes sobre la exposición a plaguicidas peligrosos de niños que trabajan en plantaciones agrícolas, que es una de las peores formas de trabajo infantil, Menciona el informe de ONU.
De igual manera el informe advierte que ciertos plaguicidas pueden persistir en el medio ambiente durante décadas y representan una amenaza para todo el sistema ecológico del que depende la producción de alimentos. "El uso excesivo de plaguicidas contaminan las fuentes de agua y el suelo, causando pérdida de biodiversidad, destruyendo a los enemigos naturales de las plagas y reduciendo el valor nutricional de los alimentos. El impacto de este uso excesivo también impone costos asombrosos en las economías nacionales de todo el mundo", así lo relata el informe de la ONU, presentado este año 2017.
Un poco sobre la historia de los agroquímicos
Lo que hoy se conoce como agricultura moderna o agroquímica surgió sobre todo debido a las dos grandes guerras mundiales, La agricultura se presentó como el mercado ideal en un momento crítico para el aparato militar alemán, cuando se estaba quedando sin reservas de nitratos para la producción de explosivos en la Primera Guerra Mundial, debido a que los aliados bloquearon a Alemania los suministros de las sales de nitro procedentes de Chile, entonces las empresas químicas alemanas resolvieron el problema de los explosivos, procesando el nitrógeno atmosférico por medio del proceso Haber-Bosch, el cual extrae del aire este gas y mediante catalizadores, lo combinan con hidrógeno para producir amoníaco, ganando así, extraordinarias fortunas, produciendo explosivos, fertilizantes químicos, drogas y los gases venenosos que causaron 800.000 víctimas durante la guerra. Al finalizar la guerra, las grandes cantidades sobrantes de gas fueron reformuladas y redirigidas para el control de plagas. Las nuevas fuentes de nitrógeno, ya no necesarias para la producción de explosivos, fueron orientadas a nuevos usos: la aplicación en los cultivos agrícolas.
Al terminar la Segunda Guerra Mundial existieron, en los Estados Unidos, dieciocho fábricas de sintetizar amoníaco, financiadas con los impuestos pagados por los contribuyentes norteamericanos. Las compañías beneficiadas, entre ellas Dow, DuPont, Monsanto y American Cyanamid, se encontraron ante una difícil situación: ¿qué hacer con la enorme capacidad ociosa de sintetizar amoníaco, que era para la guerra?
Los genios de mercado encontraron pronto, la única solución posible, al inventar un nuevo mercado, una nueva necesidad sin la cual "no podía haber agricultura moderna y próspera": la aplicación masiva de abonos nitrogenados. Al mismo tiempo, estuvieron disponibles los nuevos compuestos organoclorados y organofosforados desarrollados por ambos bandos belicistas, durante la guerra, entre ellos el DDT (dicloro-difenil-tricloroetano), el más terrible de los organoclorados. En realidad, el DDT ya había sido sintetizado por Othnar Zeidler en 1874, pero no fue sino hasta el año 1940 cuando Paul Müller, un químico alemán de la compañía Geigy, descubrió sus propiedades insecticidas.
En 1945, se dio inicio al uso indiscriminado del DDT hasta que el compuesto llegó a depositarse en los cuerpos de prácticamente todos los animales y humanos en los principales países industrializados, por no hablar de los países del Tercer Mundo. Las compañías químicas reinvirtieron sus ganancias acumuladas durante la guerra, en la búsqueda masiva de nuevos plaguicidas sintéticos de amplio espectro.
Por otra parte, los agricultores —temiendo desastres debido a que sus cultivos, debilitados por el exceso de aplicaciones químicas, estaban atrayendo cada vez más plagas— optaron por la aplicación de más plaguicidas con la plena cooperación de las empresas químicas que siguieron sintetizando nuevos compuestos, principalmente hidrocarburos clorados parecidos al DDT, como clordano, heptacloro, dieldrin, aldrin y endrin, así como compuestos "organofosforados" como paratión, malatión, DDVP, etc.
Los productores además eran presionados por los banqueros, las compañías químicas, y los fabricantes de maquinarias agrícolas, hasta hacerles cambiar lo que era una forma de vida de subsistencia, a empresas comerciales, invirtiendo fuertes sumas en equipos y ampliaciones en el área de cultivo, endeudándose para comprar maquinarias, fertilizantes, insecticidas, herbicidas, etc. y apuntando hacia un destino insalubre.
A todo esto podemos agregarle: que si bien es sabido por todo el mundo, que el uso de las armas biológicas, químicas y bacteriológicas han sido prohibidas por las Naciones Unidas, sin embargo grandes consorcios transnacionales cuentan con arsenales de esos productos, ya no para utilizarlos en una guerra propiamente dicha, sino para "fines diferentes", como la utilización en la agricultura "moderna". Sin embargo, no dejan de seguir siendo un factor de relevancia mortífera y destructiva para la vida en el Planeta, por este nuevo o "moderno" uso en la agricultura, lo cual podíamos decir que no es más que una guerra biológica-química-bacteriológica, encubierta, en contra de la humanidad, que beneficia considerablemente a las grandes transnacionales que representan el capitalismo salvaje, que elaboran estos productos venenosos, para la producción de alimentos, destinados al consumo humano y animal. Por lo que podemos inferir, en que, es otra de las formas de la guerra encubierta en contra de la humanidad entera, incluyendo a la propia burguesía. Pero los ricos, en el afán de hacerse cada día más ricos, a expensas de la vida de seres humanos, no les permiten ver esta terrible realidad, llevándose por delante al mundo entero.
¡ALERTA PUEBLO! Ahora es la oportunidad de volver a la agricultura orgánica tecnificada científicamente, ya que con las sanciones del imperio contra Venezuela los agroquímicos NO VOLVERÁN. Hasta la próxima oportunidad.
http://www.qcentro.org/Etica/tierra/100131/enlaces/OIKO-ElRetoOrganico.pdf
http://http://www.lavanguardia.com/natural/20170309/42701670609/plaguicidas-herbicidas-insecticidas-muertes-intoxicacion-onu.html
www.eltiempo.com/archivo/documento/CMS-15803737
http://usuarios.multimania.es/agrolink/luchquimica.html
http://es.wikipedia.org/wiki/Revoluci%C3%B3n_verde