¿Será que el surrealismo del exilio cubano tiene un origen semántico?. Me hago esta pregunta porque los conceptos se traducen en palabras y, en Miami, es frecuente que una misma expresión tenga significados totalmente diferentes y contradictorios.
Tomemos por ejemplo la palabra “terrorismo”. Iniciado en gran escala por los Estados Unidos en 1945 con el lanzamiento de bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki, con cientos de miles de ancianos, mujeres y niños en un instante carbonizados, pudiera usted pensar que el terrorismo presenta su expresión contemporánea en los bombardeos masivos sobre Bagdad y otras ciudades abiertas. Sin embargo, para la prensa “independiente” de Miami esas bombas que caen sobre civiles inocentes están destinadas a promover los valores del mundo libre, la defensa de los derechos humanos, el triunfo de la democracia. Se estima en más de diez millones el número de civiles asesinados por las fuerzas armadas de Estados Unidos y de sus aliados, en diversas regiones del mundo, desde la guerra de Vietnam hasta la fecha: de 3 000 000 a 4 000 000 en Vietnam, más de 1 000 000 en Cambodia, 3 000 000 en Laos, cerca de 1 000 000 en Indonesia, 1 000 000 en Mozambique, 250 000 en Timor Oriental, 600 000 en Angola, 200 000 en Afganistán, 300 000 en Irak, 150 000 en Guatemala, 100 000 en Nicaragua, 90 000 en El Salvador, y decenas de miles en Chile, Colombia, Argentina, Bolivia, Panamá, Zaire, Palestina, Somalia, Yemen del Sur, etc., etc., etc.
Pero, ¿a qué se puede llamar “terrorismo” entonces, si la represión masiva y el genocidio, cuando se llevan a cabo por las fuerzas armadas de Estados Unidos o de sus aliados con apoyo de la CIA, no lo son? ¿Será que solo se puede llamar tal cuando no se produce en gran escala –“al por mayor”-, sino por acciones de pequeños grupos o individuos, como si dijéramos: “al detalle”?. Pero esta conclusión sería errónea también. Para la prensa “independiente” de Miami, Luis Posada Carriles, por ejemplo, autor principal de la voladura en el aire de un avión de pasajeros con 73 personas a bordo y que pagó a mercenarios por colocar bombas en hoteles para turistas en La Habana, entre otras numerosas fechorías, no es un terrorista, ¡no señor!, es un “combatiente por la libertad”. Los asesinos de Luciano Nieves, de Carlos Muñiz Varela, de Eulalio Negrín Santos, de Sergio Pérez Castillo, de Félix García Rodríguez y de muchos otros, los que hicieron volar por los aires el auto del canciller chileno Orlando Letelier, los que han hecho estallar cientos de bombas en diferentes ciudades de Estados Unidos, principalmente en Miami, los que mediante infiltraciones, sabotajes y otros actos hostiles, han causado la muerte de más de 3 000 cubanos y la mutilación e incapacitación a más de 2 000, no son terroristas, son también (¡qué bárbaros!) “combatientes por la libertad”.
Disidentes cubanos que nunca han escrito un artículo, ni una crónica, ni un reportaje, ni un libro, que nunca han cursado estudios en escuelas de periodismo, que nunca han trabajado en medio alguno de comunicación, pero que están en la nómina de las instituciones que canalizan el dinero de los contribuyentes norteamericanos hacia la subversión en Cuba, que son invitados permanentes de la Oficina de Intereses de Estados Unidos, y que su trabajo consiste en transmitir, desde la Isla, los infundios que la radio de Miami desea divulgar, son, ¡no se burle por favor!, “periodistas independientes”. La diferencia con sus “colegas” de Miami es que estos últimos, aunque tampoco son independientes, sí son, algunos y al menos por oficio, periodistas; otra diferencia es que, los de aquí, pueden comer del pastel, mientras que, los de allá, se conforman con migajas.
Recientemente, el “Miami Herald” reveló los nombres de once periodistas que reciben dinero del gobierno de los Estados Unidos a través de Radio y TV Martí. Pero esto no debiera ser noticia. Noticia sería por el contrario, la revelación de los nombres de los que, “rara avis”, no se embolsan, ni por encima ni por debajo de la mesa, fondos federales. Ni siquiera se ha publicado la lista completa de los que, trabajando en medios privados, reciben un salario extra a través de Radio y TV Martí. Aún más interesante sería conocer qué parte (de sus 27 millones de dólares anuales) destina ese medio informativo (o desinformativo) del gobierno de los Estados Unidos a la compra de programas en otras emisoras de radio y televisión con el objetivo de incentivar las transmisiones contra Cuba y Venezuela, lo cual es una forma, moderna y sutil, de comprar no solo al periodista sino también a la empresa en que trabaja.
Informa el omnipresente y travieso Duende de Radio Miami que, según consta en los registros federales, son 49 los periodistas de Miami que han estado recibiendo dinero de Radio y TV Martí desde octubre del 2001 hasta agosto del 2006 y que esta lista la tiene en su despacho el editor del Herald en inglés, Tom Fiedler. ¡Esperemos!. ¡Más tarde o más temprano todo se sabe!. La pregunta de Fidel en Argentina: “¿Y a ti quien te paga?” se está poniendo de moda en el Sur de la Florida.
Pero Radio y TV Martí no es la única vía para comprar periodistas. No es tampoco la más importante. Existen otras agencias federales que distribuyen generosamente sus recursos millonarios entre decenas de organizaciones contrarevolucionarias y mediante los cuales se financian numerosas publicaciones, tanto en los medios tradicionales como en la Internet y se compra, además, a profesores, investigadores, analistas políticos, y a otros intelectuales. En febrero de este año se dio a conocer una lista de 17 instituciones cubano-americanas que reciben fondos de la “National Endowment for Democracy”. ¿Por qué no se publica una relación de los periodistas que a través de ellas succionan la ubre del tesoro público? Y más aún: ¿por qué no se publica una lista completa de las organizaciones del exilio con el cordón umbilical directo a la Casa Blanca y de los manipuladores de la información que dentro de ellas reciben dinero de agencias federales –sin olvidar la CIA y el FBI?
Estos periodistas a sueldo del Estado no escriben ni pueden escribir con objetividad acerca de la realidad de Cuba porque, como afirmó el escritor norteamericano Upton Sinclair: “Es difícil lograr que un hombre entienda algo, cuando de no entender ese algo depende su salario”.
Pero debemos ser comprensivos, tolerantes. Dejemos la intransigencia para los “combatientes verticales” (que, por cierto, ni son “combatientes” ni, mucho menos, “verticales”). Tengamos en cuenta que es difícil librarse de esa interconexión de intereses que es la llamada “prensa libre”. La prensa siempre tiene dueño, el dueño siempre tiene agenda, con esa agenda se fabrica siempre una opinión pública, y esa opinión pública fabricada -¿coincidencia?- es, siempre, justo lo que deseaban los que ostentan el poder. Y si los periodistas complacen al poder –dirán algunos- ¿no es justo que tengan su recompensa?. En cualquier caso, ¿por qué dirigir todos los dardos contra ellos y ninguno contra el sistema que los corrompe?
“Patriota” es otro término de enrevesadas connotaciones. Para cierto sector de la ultraderecha de Miami es muestra del más acendrado patriotismo alentar una invasión a Cuba por los “marines”. Que La Habana, Santiago de Cuba, Santa Clara, y otras ciudades puedan quedar arrasadas al más puro estilo de la Guerra del Golfo y que perezcan bajo sus escombros miles de cubanos, no les importa en absoluto, pues ellos hace ya largo tiempo que no tienen familiares en Cuba. Que, además, en el intento de conquistar la Isla tengan que morir quien sabe cuantos jóvenes norteamericanos, tampoco les importa, porque no son sus hijos ni sus nietos los que marcharían al combate. En cualquier otro lugar del mundo llamarían a estos señores, buitres de una guerra que promueven contra su propia Patria, con nombres que, por normas éticas, no puedo mencionar. Pero, en Miami, son los insignes “patriotas” del exilio.
¿Y qué significa la palabra “victoria” dentro del ghetto?: ¿El secuestro del niño Elián? ¿La eliminación del librito “Vamos a Cuba” de las escuelas del Condado? ¿Mantener en prisión injustamente a los cinco héroes cubanos? ¿Las medidas restrictivas de los viajes a Cuba que solo aumentan el sufrimiento de nuestras familias, allá y aquí?. ¿Celebrar la supuesta muerte del presidente Fidel Castro con un espectáculo grotesco y repugnante en la calle 8?. Una de las más deseadas “victorias” de la extrema derecha del exilio es lograr la deserción de médicos cubanos que cumplen misiones internacionalistas en alguno de los países del Tercer Mundo. Con este objetivo, ha creado un costoso aparato de captación y propaganda. Sé, por experiencia propia, que en los lugares donde los profesionales cubanos son ubicados, nunca antes la población ha recibido cuidados de salud primarios y gratuitos. Un médico trabajando en esos sitios apartados, salva anualmente, en forma directa, o indirectamente mediante campañas de vacunación y de higienización, decenas, a veces centenares de vidas de seres humanos, principalmente niños. La deserción conduce a sus pacientes a la muerte a causa de enfermedades evitables. ¡Fíjense de que “victoria” alardean los “intransigentes”, los “combatientes verticales” de Miami!
¿Y la palabra “democracia”?. En las últimas elecciones locales solo un 10% de los electores concurrió a las urnas y los políticos gastaron más de siete millones de dólares en la campaña, es decir, cerca de cuatrocientos dólares por cada votante. Es el derecho a no votar, la democracia del ausentismo, la democracia al revés. Y el vocablo es comodín que se utiliza para toda ocasión. La defensa de la “democracia” sirve para justificar lo mismo el intento de derribar a un gobernante legítimo electo por el pueblo, como Hugo Chávez en Venezuela, que la restauración en el poder de la aristocracia feudal Kuwaití.
Tal vez la palabra “exilio” es la que posee más ambiguos significados. Los verdaderos exiliados –“sensu stricto”- son los que huyeron de Cuba en el 59 dejando cuentas pendientes de robo, malversación y crímenes. Son los que no podían regresar sin enfrentarse a los tribunales de justicia, y aún esto es discutible, porque podrían clasificarse más bien como delincuentes sujetos a extradición. El resto -abrumadora mayoría-, son inmigrantes. Prueba de ello es que, por cientos de miles, han viajado a Cuba cada vez que las regulaciones del gobierno norteamericano lo han permitido, sin que hayan sido molestados en lo más mínimo.
Aquel exilio de los primeros años, tomando ahora la palabra en su acepción más amplia, tenía, junto a manengues, esbirros, cipayos y sicofantes -y consideraciones morales aparte-, líderes reconocidos con frecuencia como políticos de relieve, abogados ilustres, empresarios exitosos; pero con el tiempo han sido reemplazados por dirigentes cada vez más ignorantes y mediocres. Esto se refleja no solo en la política sino en otros campos como la música, la literatura, las artes plásticas, el cine, el teatro, la danza. Las grandes figuras del exilio lo eran ya antes de salir de Cuba. Otras, quedaron frustradas porque cortaron sus raíces y perdieron con ello la savia vital que surge de las entrañas de nuestra tierra y de nuestro pueblo.
Esta especie de enfermedad degenerativa, de atrofia irreversible del exilio, se observa hasta en el aspecto militar, con patéticos guerreros de pacotilla que se presentan como jefes (todos son jefes, no hay soldados) de un ejército imaginario, ante la total indiferencia de la población; y entra a su período tal vez final y agónico cuando los personajes más conocidos, los que acaparan cada noche las pantallas de la televisión, ya no son los “históricos” sino estrafalarios sujetos llegados de Cuba donde eran –dicen ellos- altos oficiales de la Inteligencia o funcionarios de elevado rango de la Administración. ¡A qué niveles tan bajos y vergonzosos ha caído el exilio!
El ambiente social y el acontecer politico de Miami, preferidos tradicionalmente para la producción de series televisivas y largometrajes de tema gangsteril, como “Miami Vice”, “Scarface”, etc., servirían ahora mucho mejor para la redacción de un buen libreto de vodevil o de sainete. Propongo un título: “La prensa con doble paga o el exilio que se apaga”. ¡Sería un éxito total! ¿Acaso no vivimos en la ciudad del equívoco y de los tránsfugas, en la ciudad del “spanglish” polisémico?
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