“Con mis hijos no te metas” y “tampoco con mi carro”. Locuras que explican intento de magnicidio

En mi barrio, donde la gente por humilde, pudiera hacer creer que poco sabía o pensaba muy superficialmente, se decían muchas cosas geniales, como "cada quien tiene lo que se merece" y hasta "cada loco con su pareja". Un poco como filosofando al estilo de Pepe Mujica, "cada tuerca tiene su tornillo", pero unos tienen de las primeras y otros de los que en estas entran. Creo adecuado haber dicho lo anterior para referirme al gobierno y a la oposición.

Cualquiera que venga de fuera, pase un tiempo entre nosotros, porque la fiesta sigue tal cual como venía, con un poco de perspicacia, se asombraría al ver a un gobierno tan torpe como un borracho, que hace de todo y hasta nada hace como para caerse de platanazo, lo que hasta pareciera querer, pero no se cae o no sale y no hay que pudiera "ayudarlo" con ese fin, porque la oposición anda en lo mismo y hasta peor. Tanto que cuando el borracho casi cae, hace algo para que se ponga horizontal.

El intento de magnicidio del sábado, a todas luces condenable, por el intento de asesinato mismo y las terribles consecuencias que eso pudiera crear, seguro estoy que, muchas figuras opositoras no convalidan, pero es el resultado de una oposición dispersa sin un programa de acción concreto y coherente. Es hijo de la frustración. Ese gesto es como el vástago natural de la dispersión opositora y su falta de coherencia para hacer política. Cualquier diletante, frustrado y hasta cargado de odio, con la ayuda de otros como él, se siente "con derecho" y hasta obligación de incurrir en cosas como esas y lo exhibe como un acto de heroísmo y necesario.

Años atrás, en los primeros del gobierno del presidente Chávez, el Ministerio de Educación, al frente del cual estaba Héctor Navarro, como cosa curiosa hoy en actitud opuesta al gobierno, pero en una que no lo vincula para nada a la de la MUD y tampoco, como hubiese dicho el presidente fallecido, a "sus derivados", se promulgó un decreto mediante el cual se creaba el "Supervisor Itinerante". No era eso una cosa novedosa, ni tomado de Cuba o de la URSS, sino de la vieja escuela venezolano. No era un extremismo ni nada para sentirse asustado, salvo algún pequeño e insignificante sector que estuviese incurriendo en cosas indebidas y condenables por toda la gente respetable. Los adecos, en gran medida, fueron quienes introdujeron en Venezuela esa especie de funcionario. Salían de Caracas y recorrían el país, dos o tres veces al año, supervisando las escuelas y hasta a los supervisores regionales. Funcionaron en los tiempos de los gobiernos de Betancourt y Leoni. Era simplemente una figura que permitía utilizar a un educador de mucha experiencia y conocimiento acerca del cómo debe administrarse, funcionar una escuela y sobre las técnicas pedagógicas, que siendo itinerante podía ir de una ciudad a otra, mediante un plan o programa previamente establecido, sin dejar de, en algún momento, hacerlo de manera imprevista, para supervisar escuelas y prácticas docentes. Los directores de escuelas y liceos, tenían idea aproximada de cuando pudiera "caerles" ese funcionario y cuidaban tener todo en orden. El cuerpo docente que el "itinerante" podía supervisar por azar y con suficiente experiencia para no dejarse engañar, hacía lo mejor que podía para evitarse sanciones. Era una manera pues de acercar el alto gobierno a la realidad y oportunidad para que el docente de cualquier nivel impregnase al supervisor de ella. En última instancia el "supervisor itinerante" terminaba siendo un aliado de la escuela y de los educandos.

Ese sentirse supervisado por una autoridad superior, ajeno a sus relaciones íntimas y cercanas, de uso frecuente en la empresa capitalista, contribuye a que los administradores y trabajadores pongan más cuidado e interés en las tareas que realizan. Y también a que el alto mando se entere de las intimidades y necesidades del proceso. También un enseñar y aprender. Ese funcionario podía hasta recoger las opiniones e inquietudes de los muchachos, porque hasta ellos llegaba.

En aquel entonces, el sólo hecho de hablarse del "supervisor Itinerante", una figura que debería existir no sólo para la escuela sino para todas las empresas del Estado, porque las privadas tienen sus supervisores muy bien pagados y estimados, dio origen a aquella consigna como arma de guerra que se expresó en las frases "con mi escuela y mis hijos no te metas". En primer término, se inventó una historia infantil que se convirtió increíblemente en un instrumento para convencer a padres que el gobierno les iba a quitar sus niños. De sólo repensar aquello dan ganas de reír, pero asombra como mucha gente se llegó a creer aquello. Se trataba de ganar adeptos, por el odio despertado contra el gobierno, para derrotar una sana resolución como aquella de fortalecer y mejorar la supervisión y particularmente la escolar. Es muy simple entender que lo que no se supervisa y cuida se destruye o pasma. Pero abundaba y abunda gente y factores que no quieren ser supervisados para hacer lo que les venga en gana. Sin hablar mucho, basta con un ejemplo, ahora mismo, en nuestro ámbito, hay escuelas, nada especiales ni con licencias particulares, sino del sistema formal, que están cobrando en dólares. Como hay empresas del Estado en deplorable situación y hasta cerradas, entre otras cosas, porque nadie supervisa a sus administradores y quienes pudieran hacerlo, no tienen el celo profesional competente. ¡El ojo del amo, engorda al caballo! Y también hay quienes insisten como en los viejos tiempos, aquellos del siglo XIX, en negarle al Estado, sin importar quien gobierne, su condición y derecho docente. En la mitad del siglo veinte, los venezolanos tuvieron que debatir acerca de ese derecho del Estado, pues los grupos más conservadores, oligárquicos, pretendían que cada escuela hiciese lo que le pareciese pertinente en materia de formación, lo que contradice la democracia, igualdad y unidad nacional. Ese mismo pensamiento contra el Estado Docente que uno creyó muerto, resucitó en Venezuela en el siglo XXI. Y por eso hubo oposición a la propuesta del "Supervisor Itinerante" y hasta con éxito, pues el gobierno engavetó ese decreto. Y lo derrotaron con aquello de "con mi escuela y mis hijos no te metas". Aterrorizaron a la gente con que Chávez les iba a quitar los carajitos. En aquella época vi a Chávez en una caricatura por mí imaginada, ante una fila de chamitos dándoles tetero.

La oposición no deja de serlo y no se hace gobierno por ser por demás torpe y poco inteligente. Y no quiero decir con esto que entre ellos no haya gente brillante que la hay por montón, sino que por no poder ponerse de acuerdo, chocan tanto entre ellos que los resultados son desastrosos, nada inteligentes y hasta cada quien, hasta los más torpes, hacen políticas por su cuenta, pero en nombre de toda ella.

Lo del "Supervisor itinerante", "Con mis hijos y mi escuela no te metas", viene a cuento por lo que pasa ahora con el llamado del gobierno al registro de los vehículos mediante al carnet de la patria. No opino si el carnet de la Patria, que no lo es el del PSUV, deba ser el medio más adecuado en virtud que gran parte del universo nacional lo ve como si fuese lo mismo. Pero sé bien que eso no tendrá ningún resultado como que a mí el gobierno no me va a mandar los cuatro o cinco cauchos y la batería que le faltan a mi vehículo, empezando porque un gobierno quebrado, con la olla raspada no está en capacidad de hacer eso. Como también sé que eso forma parte del ya gastado estilo de Maduro para crear expectativas, distraer la atención y fortalecer la idea que tenemos en él una especie de padre protector. Eso lo sé y lo sabe medio mundo. Pero asombra, como la oposición, en lugar de dar una respuesta original que comprometa al gobierno o lo deje al descubierto, ha empezado a reaccionar como en los viejos tiempos, aquellos de los inicios de Chávez y empiecen a levantar una consigna como "con mi carro no te metas". Digo esto porque gente de ella, de la oposición, dándosela como muy original y creativa, ya andan corriendo la voz que ese registro es para quitarle el carro a cada uno que "se atreva o tenga la osadía", de atender el llamado a registrar su carro de acuerdo al llamado del gobierno. Ese gesto lo entiendo al revés, cómo que la oposición cree que el gobierno puede cumplir cabalmente, entiéndase bien, cumplir cabalmente, con esa oferta. Pues las consignas relativas a la escuela que ya comentamos si eran realizables, bondadosas y necesarias, sólo que un grupo de propietarios de colegios privados no querían se les supervisara por distintas razones. Y estas razones pudieran ser motivo de otro artículo.

Si cualquier gobierno, este u otro, optase por el "supervisor itinerante", que es hasta una manera menos costosa de supervisar la escuela, no sólo le apoyaría, sino que hasta si me invitasen, volvería al trabajo a contribuir con mi experiencia.



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Armando Lafragua


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