Punto y raya

El punto y la raya tienen diversas funciones. Para la aritmética, el punto es el símbolo de la multiplicación y la raya es el de la sustracción. Para la literatura el punto es un signo de puntuación, también se utiliza para señalar una abreviatura. La raya o guion, se emplea para indicar en una novela la intervención de un personaje en un diálogo o conversación, también, para separar comentarios o acotaciones del narrador, entre otras funciones. Desde que surgieron los geógrafos y se inventaron los mapas, estos le dieron infausto uso al punto y la raya, estos se utilizan para separar en el globo terráqueo grandes espacios que se llaman estados o repúblicas.

Algo público y notorio es que los astronautas han repetidos innumerables veces que, desde la inmensidad del firmamento, desde las grandes alturas, en una visión detallada los viajantes nunca han visto ni puntos ni rayas en nuestro errabundo planeta azul. Algo que se puede corroborar con las innumerables y detalladas fotos y videos que nos envían desde el espacio infinito. Lo cual quiere decir que tal división del planeta Tierra mediante puntos y rayas es un invento de los humanos.

Cuando apareció el hombre sobre la tierra multitud de personas erraban por todo el planeta buscando el terreno y el clima más adecuado para sobrevivir. Es inimaginable lo que tuvieron que pasar aquel gentío durante miles de años. Desde peligrosas heladas, vientos huracanados, lluvias tormentosas, fieras que los acosaban y otras situaciones que un humano del siglo XXI no tiene idea. Salieron de África hacia Europa y poblaron Asia, Oceanía, llegando hasta el estrecho Bering para pasar hacia Alaska y de allí seguir la ruta hacia América. Esta fue una de las oleadas, según los entendidos, otra se produjo por el Pacífico vía marítima provenientes del Sur del tópico de Cáncer, como por ejemplo de la Polinesia. Prueba de estos los rasgos asiáticos que tienen los descendientes de los pueblos originarios de la sierra de Perú, Ecuador y Bolivia y algunas etnias de la selva amazónica y de las riveras del Orinoco.

Todo esto ocurrió hace más de 100 mil años y así se pobló la tierra, en ese tiempo los seres humanos recorrían, sin visa ni pasaporte, grandes extensiones buscando el lugar apropiado que les permitiera una existencia plácida, cuyo único fin era la sobrevivencia del grupo y de sus descendientes. En esos tiempos se desconocía el concepto de familia y sociedad tal como se conoce en la modernidad. Estaban obligados a trabajar en grupo para protegerse de la intemperie de los animales feroces. Para aquella época no existía ni el punto ni la raya, la Tierra era una gran extensión donde convivían sin nacionalidad ni religión. Nuestros ancestros nómadasa erraban por toda la tierra sin interrupción alguna que no fuese los fenómenos naturales.

El mundo se complicó cuando apareció el hombre fuerte y el sacerdote, la alianza del poder terrenal y el celestial. Allí surgió la separación de los terrenos y la presencia de amos y vasallos. Pasado miles años germinó la división de la Tierra en reinos, ducados, marquesados, principados, ciudades condales y posteriormente, estados, naciones, repúblicas. Paralelo a lo anterior nacen los geógrafos quienes inventan los mapas para dividir el globo mediante los puntos y rayas. Los poderosos tomaban para sí grandes territorios incluyendo los habitantes a quienes convertían siervos. Se daba comienzo a las desgracias y a las hecatombes.

Dos de los peores inventos de los seres humanos fueron las naciones y las religiones, ambas han sido el origen de grandes guerras devastadoras, causantes de destrucciones de ciudades completas y la muerte de millones seres humanos que nada tenían que ver con el motivo de la conflagración. Estos porqués son, generalmente, el afán de poder de algunos y la necesidad de cambiar en el mapa la posición de los puntos y las rayas, es decir, ampliar sus territorios apoderándose o conquistando de los territorios ajenos.

La historiografía nos da cuenta de las guerras antiguas y las modernas. Y no cabe duda, las razones no han cambiado, porque hasta las guerras de carácter religioso también tenían motivaciones económicas, en el afán de conseguir feligreses en el otro lado para obtener mejores entradas de dinero. Evidentemente, estas guerras religiosas estaban vinculadas con los dueños del dinero, los vendedores de armas y todos los adminículos ligados con la movilización castrense. Es por esta razón lo imposible separar las guerras de carácter religioso de las razones de las otras guerras, es decir del vil capital.

Con el punto y la raya se inventaron las nacionalidades, de esta manera se sellaron las divisiones entre los seres humanos y con estos las desigualdades inducidas entre los vecinos. Por lo general se sucedieron ofensivas entre los pobladores y como consecuencia de estas guerras se forjaron odios entre unos y otros. Paralelamente a esto se establecen las fronteras y los pasaportes, acentuándose así las diferencias entre los ciudadanos localizados a uno y otro lado de la frontera. Similar a lo que ocurren con las religiones, cada uno de los que profesan una fe la quiere imponer al otro la idea de la doctrina única y del Dios verdadero. La nacionalidad y la religión para lo único que han servido es para engendrar diferencias entre los seres humanos, con la intención de alistar milicias para enfrentar los jóvenes de diferentes nacionalidades y diferentes religiones. Lo más paradójico de todo es, que al concluir la conflagración los jóvenes soldados, los que no murieron el campo de batalla, regresarán a sus hogares algunos mutilados y otros en la misma condición de pobreza que tenía antes de partir a luchar. Al final de todo esto, los vendedores de armas quedarán más ricos, los políticos y los generales causantes de la guerra aumentaron sus cuentas bancarias.

Desde hace siglos existen los responsables de tales divisiones. Por ejemplo, con el tratado de Tordesillas (1494) el papa Alejandro VI le regaló al reino de Castilla y Aragón, así mismo al reino de Portugal, las tierras "descubiertas y por descubrir", dibujando en el nuevo mundo unas fronteras que no existían. Una vez ocurrida tal barrabasada las majestades españolas dividieron estas tierras en virreinatos y capitanías generales, cambiando por completo la organización de un territorio que tenía más de quince mil años con propios gobiernos y sus leyes. Esta separación, al final condujo a la creación de nuevos estados, repúblicas o naciones, que en oportunidad se han enfrascados en cruentas guerras entre sus habitantes de nacionalidades diferentes. Los herederos de aquellos que recorrían esos mismos territorios sin ningún tipo de problemas, que lo único que los motivaba era llevar sus productos de un lado a otro para negociar mediante el trueque sus mercancías, hoy se enfrentan por razones incomprensibles para ellos.

Sin embargo, estas amargas experiencias no sirvieron, porque siglos después la ONU se comportó tal como lo hizo Alejandro VI: les regaló a los israelitas una gran parte de un terreno que pertenecía a Palestina (1948). No cabe duda, la historia nos ofrece los relatos de numerosas guerras interminables como consecuencia del robo de terrenos. Evidentemente, la ONU no fue creada para entregar tierras que no le pertenecen, Israel es producto del despojo de una propiedad, es la acción del sionismo que intenta exterminar la nación de Palestina bajo la acción de un genocidio continuado, utilizando los mismos métodos usados contra los judíos por régimen nazi de Alemania. El gobierno sionista de Israel continuamente modifica el mapa de Palestina y actualmente los hijos de Alá disponen de un territorio inferior al otorgado por la ONU, consecuencia del despojo continuo de los territorios árabes. El mundo está conmovido ante la agresión del poderoso ejército israelí contra un pueblo inocente que lo único que pone son los muertos, niños inocentes, cuyo crimen es ser palestino.

Es triste el panorama del planeta Tierra que todavía en el siglo XXI se vive en un estado de angustia y de zozobra consecuencia del apetito de las avaras corporaciones, que utilizando los políticos y los militares de las grandes potencias económicas aspiran controlar el mundo mediante el ejercicio de la fuerza o de las sanciones. Y todo, consecuencia del maldito punto y la infeliz raya.

El punto y la raya fue un invento de los poderosos para resguardar dentro de sus fronteras negocios fructíferos mientras los excluidos siguen sufriendo las necesidades heredadas desde hace siglos. Todo esto como consecuencia de las ambiciones de los acaudalados dueños de las avaras corporaciones. Tuvo razón el escritor satírico irlandés Jonathan Swift (1667-1745): "La ambición suele llevar a las personas a efectuar los menesteres más viles. Por eso, para trepar, se adopta la misma postura que para arrastrase". Lee que algo queda.



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Enoc Sánchez


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