Hace seis meses atrás estuvieron en Venezuela, específicamente en la región central, connacionales residenciados en el exterior desde hace más de veinte años. Su visita obedeció primeramente a constatar la situación país. Entre varios argumentos figuraron condiciones y estado de propiedades, familiares, amistades y, algo muy común por estos tiempos ¿qué negocios estaban predominando bajo la égida del dólar “gringo”?
A pesar que en el país se ha venido percibiendo una progresiva recuperación en el poder adquisitivo, esto con mucha razón y en buena medida, dada la coexistencia de nuestra moneda con la susodicha divisa extranjera, para ellos no era del todo convincente la situación. “Aun se está lejos de una eventual recuperación”, decían. Tal realidad facilitaba en puestos de anaqueles la variedad para el movimiento de ventas y compras de productos de distintas marcas brindando así la posibilidad tras observarse por consumidores “interesantes” ofertas dentro y fuera de cualquier tipo de negocio que ofreciera alimentos, especialmente.
Sobre esto podemos apuntalar lo siguiente: Los funcionarios públicos fueron terriblemente afectado por la baja de sus sueldos y salarios que, como todos sabemos, se continúa padeciendo a causa del bloqueo económico dirigido especialmente hacia el pueblo humilde y trabajador. En este sentido nos hemos podido enterar y así lo hemos asimilado, sectores no inmersos en la vida comercial y bajo la secularidad del mercado predominante entre reconocidas marcas, servicios y productos, supieron sobrevivir a la especulación, inflación y usura al producir sus propios alimentos venidos del arado de la tierra y la pesca en mares, lagos y ríos.
Ahora bien, mientras un trabajador del campo venezolano se comía un cambur producto del trabajo de su cosecha, otro residenciado en la urbe debía pagar más de lo que recibía como salario por una o dos horas. Los docentes, médicos, enfermeras y hasta policías padecieron tal aberración de un sistema económico hoy decadente como lo es el capitalismo neoliberal.
Al preguntarse a venezolanos residenciados fuera teniendo las posibilidades para invertir acá, de si estaban dispuestos hacerlo, resultó que no dieron mucho tiempo para responder tajantemente ¡No! Esto ocurrió por la sencilla razón, sentirse inseguros tanto jurídicamente como verse siendo simples ciudadanos.
Todavía estamos en presencia de funcionarios públicos dentro del poder constituido que por medio de las fuerzas públicas de seguridad se valen para hacer añicos lo establecido en las leyes. No importa de qué manera se atente en contra de preservar la paz, el orden y robar la confianza de la ciudadanía hacia sus instituciones.
Toca señalar el siguiente pensamiento: “El secreto de la existencia no consiste solamente en vivir, sino en saber para qué se vive”, Fióder Dostoyevski. En la Venezuela actual llegamos a sentirnos abrumados y desconcertados cuando un representante se presenta en la oficina de un director de escuela o liceo a sobornarlo para que su hijo salve su año escolar. También es un acto tan aberrante como el anterior cuando escuchamos sobre el paciente que “moja la mano” del médico de guardia para que le dé de alta cuando aún se mantiene convaleciente. ¿Pero de dónde y cómo aprendió un paciente tal mecanismo desertor? Pues, como funcionario de alguna dependencia pública y seguro es la técnica de un despreciable acto con tal pueda preservar y seguirse alimentando en su nicho de víbora ponzoñosa.
Para muchos jueces y policías, sin importar rango o tiempo de servicio, ante las desmedidas prácticas de abuso a la autoridad sigue vigente aquello de “Moral y luces son nuestras primeras necesidades” de Simón Bolívar. De todas todas es un grito sin eco. Una exigencia de infinito valor si queremos ser modelo de sociedad. Aún no hemos superado a aquella generación de civiles y militares que dieron todo por un país libre, independiente y soberano.
El hedonismo con el cual familiares o en este caso cabezas de familia llegan a manejarse con tal mantener su estatus o no verse relegados los lleva a cometer actos imprudentes.
En próximas fechas, en un tribunal de la ciudad de Valencia, el 31 de este mes, se ventilará el caso de un delito (hurto) en el cual la principal representante de la firma comercial denominada Clane “mojara la mano” de la inspectora jefe del Cicpc, delegación municipal Las Acacias, tratándose, evidentemente, de un hecho abiertamente confesado. Con ejemplos como estos es que la imagen de un país se empaña y distorsiona a raíz de actos indecorosos. Como podemos señalar, el imperio de la ley es manejada por hambreadores en vez de personas virtuosas y capaces a la hora de hacer respetar la institucionalidad.
Hagamos ver a los venezolanos residentes hoy fuera de sus fronteras que las leyes se respetan. Esto además de generar ese clima de confianza que todos nos merecemos como ciudadanos de la República Bolivariana de Venezuela y no de una nación adeco-copeyana, como lo fue por más de 40 años de puntofijismo.